Siempre me he definido como un capitalista, pero esto de defender el capitalismo, siendo un asalariado es cada vez más difícil. Todo porque muchos encargados de hacer que el capital funcione se han vuelto unos acumuladores, que piensan en acaparar dinero que jamás podrán gastar. Debe ser que aprendieron de los viejos cafeteros, que llegaron a ser millonarios y alcanzó para la crianza de tres generaciones de zánganos, que acabaron con la fortuna.
Que si se quiebran los bancos, ahí están los impuestos de los ahorradores para salvarlos; que si se sobreendeudó el país, no se preocupen que habrá más impuestos para los asalariados y contratistas por prestación de servicios; que si la economía va mal, entonces rebájenles impuestos a los poderosos. ¿Cómo defiende uno eso?
Si a esto le sumamos el tamaño de la corrupción en Colombia, pues el asunto se torna más desalentador, pero incluso así, sigo creyendo que el capitalismo es el mejor sistema posible, porque al fin y al cabo el que logra cumplir su sueño lo hace en una situación libre y la competencia la definen las leyes del mercado. El Estado debería reducirse a sus mínimas proporciones y así no habría que pararles tantas bolas a los politiqueros de turno.
Ahora proponen los genios de la economía que se pague menos de un salario mínimo a los menores de 25 años. Faltaba más. Mi primer salario mínimo fue de 17 mil pesos, y yo me sentía millonario y me faltaron años para llegar a los 25 años, pero en pocos ganaba más. Ser joven sería un karma en lugar de una bendición, ser castigado en su salario por ser joven, ¡qué barbaridad!
Alguien definió a los economistas como esos personajes que nos dirán mañana por qué esas predicciones de ayer no se cumplieron hoy, y siguen inventando la rueda cada tanto, con medidas absurdas como las del Fondo Monetario Internacional en Ecuador, que casi lo llevan al incendio, por aplicarlas de una, igual que en Argentina. Claro que las malas medidas económicas de la Kirchner y de Correa llevaron a extremos de alcahuetería presupuestal pública, pero los remedios no pueden ser peores que la enfermedad. Hay que defender la economía de mercado, sí; pero también hay que defender que lleguen personas idóneas a los cargos públicos y con algo de corazón, porque con indolentes y frívolos nos llevan por una Colombia cada día peor. Para descorazonados, cualquier Carrasquilla.
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El sobrero. Me parece muy si suspenden al gobernador de Caldas porque ha dejado entrever en varias ocasiones su afinidad por la campaña política de Luis Carlos Velásquez, pero así como piden esto los senadores amigos de Camilo Gaviria, deberían también pedir la suspensión del alcalde de Manizales, que en plena campaña electoral anda echando discursos e inaugurando obras, dejando entrever su afinidad con la candidatura de su elegido, Jorge Hernań Mesa. Y que suspendan toda la Administración pública, que por estos días parece una máquina de politiquería. Qué pereza.
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