RONDEROS, María Teresa. Guerras recicladas - Una historia periodística del paramilitarismo en Colombia. Editorial Aguilar. Primera edición, septiembre de 2014.
"Esa versión es amañada como lo han sido las de muchos criminales fantasiosos encantados en venderse como intrépidos aventureros". María Teresa Ronderos parece resumir en esta frase por qué se necesita la verdad periodística de un fenómeno criminal como el paramilitarismo en Colombia.
En Guerras Recicladas, esta maestra de una generación demuestra para qué sirve el buen periodismo: para desmitificar a bandoleros que se presentan como adalides, para mostrar las contradicciones de los protagonistas cuando vuelven a contar un hecho, para atar los cabos sueltos que permiten una mejor comprensión de fenómenos tan complejos. El deber ser del periodismo, demostrando que puede ser.
Documentación
María Teresa no se conforma, como sucede muchas veces, con la versión que obtiene de primera mano de los protagonistas, sino que busca verificar lo dicho por ellos. Toda una lección de cómo entrevistar delincuentes: corrobora lo que más puede, y cuando definitivamente no lo logra, pero considera relevante tener presente ese testimonio, advierte a los lectores que lo dicho por este o aquel no pudo ser comprobado aunque se intentó. Eso es ser transparente.
El libro se encuentra lleno de notas al pie de página que destacan las fuentes de información, que hacen conexiones, que evidencian contradicciones o que invitan a ahondar en otros documentos. Así mismo, da cuenta de cómo la academia se ha ocupado en muchos casos de lo que no han hecho el Estado o los mismos periodistas y también, sin satanizar, de cómo algunos comunicadores han servido solo de caja de resonancia de las verdades a medias o de las mentiras definitivas al poner su nombre en best seller, muy leídos, pero llenos de dudas.
Otras versiones periodísticas se quedan en la descalificación de estos criminales, pero no intentan explicar, algo que se le exige al periodismo de hoy. La autora lo logra. Por ejemplo, recuerda cómo lo que terminó siendo esta compleja federación delincuencial -Autodefensas Unidas de Colombia- nació de la mano del Estado al término de los 70 bajo el manto de autodefensas campesinas; se alió con él de manera siniestra en tiempos del gobierno Gaviria para derrotar a Pablo Escobar y creció por cuenta de las Convivir a mediados de los 90. Y, por supuesto, ante la mirada pasiva de presidentes, ministros, congresistas, gobernadores, alcaldes, gremios, sociedad civil...
También explica la periodista cómo buena parte del éxito logrado por estas agrupaciones en muchas regiones fue conseguido no solo a sangre y fuego, que también, sino que organizaciones como Acdegam en el Magdalena Medio o individuos como Fidel Castaño o Hernán Giraldo se preocupaban por mejorar la calidad de vida de las comunidades en donde se asentaban, así hubieran llegados precedidos por el terror infundido en las mismas comunidades.
María Teresa critica la miopía de la prensa local y nacional que aplaudió cuando en un intento por desarmar las diferentes facciones armadas en el país, el Gobierno aceptó que Fidel Castaño parcelara una finca suya y se la entregara supuestamente a la comunidad, aunque muchos de los beneficiarios fueron sus hombres de confianza. Este proceso fracasó, pero sobrevivió la organización creada para ese fin, una fachada de estas agrupaciones, dirigida por la esposa de un hermano de los Castaño. También advierte la falta de visión de esa prensa cuando mostró como ejemplo la resistencia que se ejercía en municipios como Puerto Boyacá, sin calcular lo que allí se cocinaba.
Contexto
De nuevo, como ya lo había escrito en el capítulo Los Patriotas de Entre el silencio y el coraje, la periodista destaca cómo el horror que llegaba a una región por cuenta de los paramilitares lo precedía el crimen de un líder social, muchas veces un periodista. Esto no deja de recordarme que tras el asesinato de Orlando Sierra en el 2002 fue que el Bloque Central Bolívar se expandió en Caldas con el frente Cacique Pipintá, que redondeó la faena cuatro años haciendo elegir la lista maldita del Partido Liberal que terminó con cuatro representantes a la Cámara en la cárcel. Lo que probó que en esa época paramilitarismo y liberalismo fueron en Caldas la misma cosa.
En la apuesta por explicar este fenómeno, la autora hace preguntas clave sobre la clase política, la participación del Estado, la falta de pantalones de los presidentes de turno, el centralismo miope de gobiernos sucesivos y trasciende en qué tanta incidencia tuvo en esta guerra la tristemente famosa Escuela de las Américas.
Aunque lo grueso del libro está en la creación de estas agrupaciones, en la relajación moral de autoridades y ciudadanos que las permitieron, de todas maneras habla del fenómeno parapolítico y de las razones que llevaron a la extradición de varios cabecillas por seguir delinquiendo desde la cárcel. De ahí que al final quiera dejar en evidencia las lecciones que deben aprenderse del proceso de desmovilización de los paramilitares, para que no se repita con las Farc una guerra reciclada.
En un país en donde abundan los libros con versiones amañadas, Guerras recicladas llama a los lectores a leerlo con detenimiento para tratar de entender lo inexplicable, la barbarie. De obligatoria lectura, periodistas.
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