"Ya es larga la lista de los periodistas muertos y perseguidos, cada uno de ellos argumento sólido para demostrar que ser libres es asomarse al riesgo, como a un abismo"
Javier Darío Restrepo, La niebla y la brújula, Editorial Debate, 2008.
Entre muertos y desaparecidos ya se cuentan desde el año 2000, 79 periodistas en México. Allá, como aquí en Colombia, crece el cementerio de los periodistas asesinados como lo llama el presidente de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), Ignacio Gómez Gómez.
En Colombia, desde el 2002, se han registrado 1.261 agresiones contra periodistas, de ellas 32 asesinatos.
Hay profundo interés de periodistas colombianos en averiguar por qué ese tono de derrota que se escucha a veces en los colegas mexicanos. Es como si no se entendiera por qué allá no hacen frente a la violencia que amenaza, que silencia, que mata. Es como no darse cuenta de que aquí se pasó también por eso y de entonces nos viene la cómoda autocensura, que en tantas partes se aplica sin vergüenza alguna, como si fuera rutina normal del periodista. Allí el informe de la Flip "¿La censura en las regiones llegó para quedarse?" como muestra de esa realidad que nos queremos negar (http://www.flip.org.co/alert_display/0/2551.html).
Ha sido común que alguna fuente se te acerque con información relevante y quiere que la cuentes sin que ella aparezca, no quiere correr el riesgo, pero lo más triste es cuando te llaman tus colegas a darte información que tienen, confirmada, investigada, pero que no se atreven a dar por miedo. ¿En qué estamos? ¿Qué fue lo que estudiaron? ¿Cuál fue el oficio que escogieron? Parecen no entenderlo.
La violencia contra los periodistas no es asunto nuevo en ninguna parte. Desde hace rato los poderosos asesinan periodistas para mostrar su soberbia, porque se creen dueños del derecho a desinformar.
Lo de México es preocupante, pero también lo de Guatemala, Honduras y, por supuesto, Colombia. En todos estos países, un común denominador: la impunidad. Matan periodistas, ponen bombas a medios de comunicación, llegan amenazas, pero no hay resultados.
Latinoamérica se vuelve poco a poco un gran cementerio de periodistas, mientras los culpables se esconden en la complicidad o complacencia de nuestros débiles estados.
Por ejemplo, la organización Article 19 en México fue contundente en afirmar: "todo ante la ineficiencia del Estado para prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones al derecho a la libertad de expresión" (http://bit.ly/IvmpON) . Lo podemos leer para cualquiera de nuestros países y aplica. También cuestionó el papel de la Fiscalía especial para la atención de delitos cometidos contra la libertad de expresión, de esas oficinas que montan los gobiernos para decir que hacen algo, pero no hacen nada, muy parecido a mi país.
Si el Estado no nos protege, si la sociedad no se interesa en que seamos protegidos, entonces por qué seguir informando. No conozco periodista que no se haya hecho esta pregunta en algún momento de su vida, cuando nos insultan, cuando nos citan irracionalmente de alguna fiscalía, cuando llega una amenaza o simplemente los electores eligen a los mismos. La respuesta la da claramente Javier Valdez: "tienes que trabajar en medio de los riesgos". De eso se trata nuestro oficio, sin melodramas, pero siendo claros en que tenemos que contar las cosas que muchos no quieren que contemos, pero que la sociedad necesita saber.
Al escuchar las historias de la cobertura en medio de la violencia en México es imposible no relacionarlas con lo que sigue pasando en muchas de nuestras regiones, pero no nos enteramos. Debemos correr el velo y somos los periodistas los responsables de hacerlo.
Relacionado: http://storify.com/fernalonso/cobertura-en-zona-de-guerra-en-mexico
Entrevista a Javier Valdez:
Entrevista a Marcela Turati:
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