El periodismo puede servir para mil cosas distintas. Hay quienes lo usan para congraciarse con el poder, otros para promover las buenas causas, unos más para el divertimento, no faltan quienes ven en este oficio la posibilidad de cambiar el mundo y esperan ser los futuros reporteros con superpoderes para lograrlo. Yo pienso distinto, pienso el periodismo en función de fustigar el poder. No concibo un periodismo sin pensar en función de ser perro guardián de la democracia desde la veeduría, desde la necesidad de explicar los fenómenos de lo que pasa verdaderamente, aunque esto nos lleva a caer en el riesgo de satanizar.
Por eso siempre que hay unanimismo en que el Congreso entero es un nido de hampones, vale la pena volver sobre las palabras de Enrique Santos en el libro Mano a mano, su conversación con Antonio Caballero: “¿hasta dónde satanizar permanentemente al Congreso, generalizar injustamente sobre sus corruptelas, no reconocerle nada bueno puede minar ese exponente esencial de la democracia que es el poder legislativo? Ha sido, y sigue siendo, esencialmente un Congreso venal y nada ejemplar, pero deberíamos concentrarnos más en diferenciar lo bueno de lo malo. Vigilarlo, montarle mecanismos implacables de fiscalización pública, de rendición de cuentas, etc.”
En el trabajo de cobertura electoral que hemos venido haciendo en La Patria en las últimas campañas siempre nos cuidamos de no dar la sensación de hecatombe, pues ya sabemos las consecuencias que para otras democracias ha traído la satanización al ciento por ciento de los congresistas. Uno de los trabajos que hicimos fueron los perfiles de los candidatos, en donde, más allá de una hoja de vida plana que tiene sus estudios y sus recorridos en cargos, queríamos contarles a los electores, quiénes son esas personas, cómo toman decisiones, si tienen círculos íntimos y qué tanto obedecen a ellos, o si son presionados por sus familias o si maltratan a sus colaboradores más cercanos.
Esa radiografía, hecha con técnicas de periodismo de investigación es una buena posibilidad de que los electores conozcan mejor a sus elegidos, y más que para cargos de corporaciones públicas se verían sus resultados para cargos ejecutivos. Hoy en día para construir estos perfiles es indudablemente necesario hablar con personas cercanas y contradictores, con viudas del poder y con sus impulsores, pero se pueden combinar con técnicas de Periodismo Asistido por Computador, para saber qué tienen, si han sido sancionados, si tienen deudas con el Estado, corroborar datos de su hoja de vida.
Es una gran posibilidad de ser un verdadero perro guardián de la democracia desde la reportería más fina para que, por lo menos al final, el elector no diga que no se le advirtió. Hay que ser justos y mostrar también sus rasgos positivos. De lo contrario, se puede caer en el juicio fácil, como si todos no tuviéramos cosas buenas y cosas malas. Ni más faltaba, un buen periodista, como debería hacerlo un buen fiscal y generalmente no lo hace, investigará las cosas que favorecen al investigado con el mismo rigor de las que lo desfavorecen. Eso hace un buen periodista en una democracia
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