Por LuMaPo
Disertando con el viejo Manuel en la finca, contemplando el atardecer con el mismo río de testigo, e inspirados por el verde del paisaje. Llegó a mi mente, como un flashback. La imagen de un personaje que solía visitar el parque de la Francia para disfrutar del ocaso, mientras realizaba sesiones de taichí, se acuerda Manuel, claro respondió: ¡Remezcla! ¿Qué año? Pregunté, creo que el 92 o 93 cavilo; a fin de cuentas los noventas y proseguímos.
Era un hombre diez años mayor que nosotros. De contextura atlética y estatura media. Piel blanca, de rostro cuadrado, pómulos salientes, la barba afeitada que proyectaba buena sombra. Además se rapaba la cabeza para disimular sus entradas. Su atuendo era particular: vestía camisa de chalis manga larga, remangada a mitad de los antebrazos y adornada con boleros. Otras veces negra de un solo fondo.
Regularmente usaba jeans con mocasines negros y media sénior. Insistía en llevar abierta su camisa, para recibir el sol de 4:00 PM en adelante, mientras descendía de la Pichinga a la Francia, exhibiendo los pectorales y la chocolatina (abdominales tipo Jean Claude) Mientras los embadurnaba con un menjurje de fabricación casera, a base de aceite Johnson, achiote; chocolate, clavos, canela en polvo, chontaduro y zanahoria y así obtener un bronceado ideal, al tiempo que hacía ejercicios, que enseñaba a sus fans con las manos bastante húmedas.
A propósito de sus abdominales, recuerdo que Girardot y Ortiz, dos amigos del barrio, y mi persona acostumbrábamos a propinarle puños desafiando su resistencia y concentración. Claro está con su entera aprobación. Hasta boñiga en ráfaga llegamos a lanzarle y aunque molesto, casi llorando, conservó su compostura.
Manuel llamó la atención sobre un aspecto que atraía a estos jóvenes de la época, era que permanecía con gafas Rayban oscuras, al estilo cobra. Fuese de día o de noche. Por supuesto, dije, recuerdo que un día le preguntamos la razón y según él fue por observar el eclipse total de sol del 1991, sin protección. Fenómeno natural que disminuyó su visión considerablemente, situación que corroboramos, cuando nos reveló sus ojos.
¡Remezcla! tenía un buen timbre de voz. Y dentro de sus habilidades histriónicas, rapeaba en español. Una de aquellas tardes en el parque de la Francia, sentados en el viejo puente con vista a los columpios, mientras tocábamos guitarra. Nos contó que su amor platónico era Chaquira, carcajeándonos de él, pero como la vida te da sorpresas dicen. Un día la conoció en persona en una emisora local. Incrementándose su admiración por esta artista emergente, al punto de escribirle una carta que a ella le gustó y hasta le contestó.
Y hasta ahí no sé ustedes porque al menos Manuel y yo, nunca supimos más de la vida de este mítico personaje. Jorge creo que era su nombre. Seguramente se nos escapen detalles relevantes en esta historia. No obstante estoy convencido que quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo en vivo y en directo. Lo seguiremos recordando mejor como ¡Remezcla! un personaje de otro siglo, del milenio anterior que tal vez sin sospecharlo dejó una huella imborrable en una generación que creció con los noventas,e inspiro las presentes líneas.
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