Ayer 26 de septiembre de 2016 se firmó en la ciudad de Cartagena de Indias el acuerdo de paz en nuestro país. Ahora es indiscutible la polémica desatada en todos los sectores, por el SI o por el NO con respecto al plebiscito que tendrá lugar el próximo 2 de octubre. Dicho asunto ha desencadenado discusiones muy álgidas a través de los medios masivos de comunicación y sobre todo por las diversas redes sociales, unas muy coherentes, así como otras cargadas de un lenguaje vulgar, que han provocado riñas solo por tratar de demostrar quién tiene la razón.
Es cierto que hay muchos escépticos que dudan de que la guerra pueda tener fin, porque este ha sido un negocio muy rentable históricamente. También hay muchos colombianos que temen que el proyecto socialista se imponga sobre el neoliberal y finalmente nos convirtamos en un sistema de gobierno como el de Cuba o la hermana república de Venezuela; y así una serie de interrogantes muy importantes de los que seguramente los politólogos de acuerdo a su orientación nos podrían dar luces, pero definitivamente está en las manos de nosotros los ciudadanos, comenzar a resolverlos y aprovechar la oportunidad para promover procesos de participación democrática donde surjan decisiones colectivas encaminadas a la construcción de políticas públicas que beneficien a las generaciones futuras.
Todos sabemos que la paz es un concepto subjetivo que se entiende como un tiempo de quietud, tranquilidad, descanso, regocijo, etc. Es decir lo contrario de la guerra, concepto que en palabras de Clawsewitz, constituye la continuación de la política por otros medios. Es decir la noción histórica que tenemos de la política y la visión práctica que tenemos de ella hace que nos fijemos más en sus trampas, errores, conspiraciones y demás aspectos negativos, desconociendo los grandes esfuerzos de muchos gobernantes y líderes por construir una sociedad mejor aunque en el futuro se tilden como errores históricos.
Seguramente el fin de la guerra en nuestro país trasciende la figura de un SI o un No, y va más allá de los partidos políticos, de hecho es un paso muy pequeño en el largo camino que empezamos a recorrer. A pesar de la aparente apatía de los jóvenes en realidad ellos son los más inquietos frente a estas realidades, por eso aborrecen la política y la condenan como una práctica despreciable y corrupta, con justa razón por que los crímenes en este territorio han sido bilaterales y en algún momento de nuestra vida todos hemos apoyado la guerra cuando hemos vivido en carne propia las injusticias.
De igual forma es comprensible el temor de muchos ciudadanos frente a un proceso tan complejo como al que nos enfrentamos, debido a que se avecinan dinámicas socio-culturales, políticas y económicas que son motivo de preocupación y profundo análisis, reflejadas en buena parte en la actual polémica entre el SI y el NO, sin embargo independientes de la filiación política, es responsabilidad de nuestros líderes y dirigentes hacer una buena mediación entre la ciudadanía y el estado aclarando el panorama nacional, teniendo en cuenta que en Colombia no ha existido un movimiento social fuerte que luche contra la corrupción en todos los estamentos, decididamente.
En este orden de ideas la firma de los actuales acuerdos no significa que se acabe de golpe la delincuencia común, el narco y el microtráfico; o que se sigan conformando grupos armados ilegales en las ciudades, pues desde que exista la desigualdad y una apatía tan grande frente a los procesos políticos y sociales de nuestro país, seguirán surgiendo estados paralelos. Este es un asunto de empoderamiento son más de cinco décadas de conflictos y violencia debido a la ambición por el poder en un país de riquezas incalculables que los extranjeros conocen muy bien. Tenemos graves problemas en el uso del suelo y la distribución de las tierras, donde aún no se consolida una reforma agraria, aspectos que han desencadenado las problemáticas que hoy atestiguamos.
Lejos del romanticismo
Tal vez no todos los desmovilizados logren reincorporarse a la vida civil, por múltiples factores. Sin embargo hay un aspecto preocupante: ¿Qué pasará con los bandos residuales que no se desmovilizaron, luego de terminado el conflicto armado, los combatirá el ejército, la policía, o los mismos desmovilizados participaran en ello? Esta es una pregunta que suscita un juicioso análisis.
Sin lugar a dudas en este nuevo milenio la sociedad colombiana deberá absorber a los insurgentes que dejen las armas, por eso debemos examinar que grado de tolerancia, escucha, y comprensión tenemos como padres de familia, profesores, ciudadanos, y empresarios, frente a la idea de que los reinsertados estudien, ingresen al mundo laboral, o dialoguen con nosotros en diferentes espacios; pues debemos recordar que ellos también sienten temor de ser rechazados debido al gran nivel estigmatización. Por esta razón todos los colombianos debemos documentarnos, estar abiertos al debate y participar activamente del proceso que se avecina. Aunque este plebiscito se convierta en el caballo de batalla de los políticos para ganar acogida en las próximas elecciones presidenciales, amparados en los medios de comunicación para seguir polarizando el país, haciendo parecer como buenos y malos a los del SI y a los del NO, generando más división.
Sin duda estamos viviendo un momento histórico, donde los ciudadanos del SI y del NO, debemos respetar las posturas y los discursos de todos los colombianos frente al proceso así parezcan muy descabellados, para que este tema no desemboque en rencillas personales que solo están demostrando que el principal problema de Colombia no son los partidos políticos, ni las guerrillas, ni los paramilitares, los modelos económicos, o las multinacionales. Somos nosotros con nuestra actitud que no queremos ponernos de acuerdo frente a nuestra diversidad étnica, cultural e ideológica.
SI en realidad nos consideramos una auténtica democracia demos cuenta de ello en las urnas el próximo 2 de octubre, y asumamos con altura y responsabilidad los resultados.
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