Hubo una época feliz en la que los periodistas se dedicaban a hacer periodismo, inclusive existían jefes de prensa y no estrategas de comunicaciones ni asesores de imagen ni nada de esas profesiones extrañas derivadas de esa especie llamada comunicador organizacional.
Para quienes somos de la generación de la guayaba, según la descripción de mi filósofo colombiano de cabecera, Andrés López, La guerra de las galaxias es una buena manera de entender el mundo. Por eso, nada mejor para comprender eso de la comunicación organizacional que decir que se trata de los periodistas que en un momento de debilidad optaron por el lado oscuro de la fuerza. Para los mas jóvenes y que se han perdido de disfrutar la saga de George Lucas, otra explicación es contarles que es como pertenecer a la casa de Slitherin en Hogwarts, escuela de Harry Potter.
Muchos me dicen que en este tema soy un talibán y que quienes ocupan esos cargos también ejercen el periodismo. Permítanme decirles por qué que no lo creo. Un periodista no está para hacer propaganda, como sí el comunicador de la marca o el personaje de turno.
Me lloverán rayos y centellas por lo que aquí escribo, incluso de mis exalumnos, pero nunca he podido entender cómo una persona que estudia para ser contrapoder, tal como nos describía el director de la revista Semana en los 30 años de la Corporación Cívica a los periodistas, tengan en el pupitre de al lado a alguien que se dedicará a vender humo: a hacernos creer que las mineras piensan mas en el país que en sus intereses, que el político al que le rinden cuentas pone por encima de sus votos a la ciudad, entre otras desviaciones. Si fueran periodistas dirían la verdad sin cedazo ni edulcorante.
Gustavo Gorriti, gran periodista de investigación de Perú, decía que el mayor problema es que están reclutando a los mejores periodistas y se los están llevando al lado oscuro. Contratan un excelente periodista, que entiende muy bien las relaciones de poder, que escribe de forma inigualable, que tiene la agudeza para lograr poner en el centro del debate los temas de interés. Cuando estos Jedi de trayectoria llegan a ser escuderos de la información de un poderoso lo harán con lujo de detalles. El mismo Gorriti cayó en la trampa y ayudó al cholo Toledo, cuando este llegó en busca de la Presidencia de Perú, pero al poco tiempo salió con el rabo entre las patas. Estaba en el lugar equivocado.
Cuando estuvo en Colombia Bill Kovach, importante periodista metido al oficio de estudiar el periodismo, le preguntaron qué pensaba de la puerta giratoria de los periodistas que se iban a gozar de los placeres de la comunicación organizacional (léase horarios normales de trabajo, mejores salarios, viajes, etc.). Su respuesta fue contundente: eso pasa en todas partes del mundo, pero la realidad es que cuando regresan, siempre lo hacen cojeando.
Es cierto, a muchos amigos que han incurrido en ese desliz luego les cuesta retomar el camino, se los echan en cara y si su trabajo fue para un político o una minera, ni hablar: su credibilidad queda golpeada de por vida.
Los organizacionales son magos en el arte del eufemismo. Por ejemplo, ya no convocan a ruedas de prensa, sino a tertulias periodísticas, como en la Gobernación de Caldas, modelo copiado por la Alcaldía de Manizales esta semana con el nombre de Conversatorios con el secretario. En otros lados los llaman Encuentros de prensa, sesiones de trabajo con periodistas y cuanta cosa se les ocurre.
Vuelvo al principio de este escrito para que entiendan por qué no me gusta la labor de estos personajes. En la época que empecé a ser reportero uno iba a donde las fuentes y le hablaban. Había un jefe de prensa para toda la Alcaldía y para toda la Gobernación, no lo había en muchas instituciones y lo que uno preguntaba se lo respondían, pero de pronto, al estilo Gremlins, se empezaron a reproducir de tal manera que ya se encuentran en todas partes y como tienen que justificar su salario se vuelven un muro de contención entre el periodista y la fuente que tiene la información. Hoy no se puede conseguir de primera mano
datos en Manizales en dependencias como la Procuraduría, la Contraloría General de la República, varias delegadas de los ministerios, entre una cantidad. La lista es eterna.
Toda solicitud tiene que ir a la oficina de prensa en Bogotá, y allá somos de tercera, como han sido nuestros casos de corrupción denunciados por LA PATRIA en los últimos años, y de los que no hay resultados. Y después ruegan desde Bogotá que les creamos que no somos un país centralista. Con ese cuento, a los sanandresanos, a ver si hoy les creen.
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