KANHEMAN, Daniel. Pensar rápido, pensar despacio. Editorial Debate. Primera edición en español julio del 2012.
La noticia de estos días con la que nos invaden los noticieros de televisión en sus titulares es nada menos que el horripilante crimen que se comete contra mujeres, a quienes algunos les quieren cobrar su capacidad de ser autónomas violentándolas con el uso de ácidos que las desfiguran. El año pasado, en RazónPública.com Mauricio Noguera y Daniel Verástegui en un artículo titulado Ataques con ácido a mujeres: ¿Crímenes por imitación contagiosa? hablaron de hasta dónde esta situación es parte de lo que se conoce como el efecto copycat. ¿Hasta dónde la reproducción de este tema o la exagerada cobertura, en lugar de evitar invita a otros violentos a repetir el método?
Daniel Kahneman, psicólogo, premio nobel de Economía 2002, tiene otra expresión para denominar este tipo de cosas. La llama la cascada de disponibilidad. Él, experto en asuntos de cómo nuestras mentes actúan para tomar decisiones, explica de manera muy entendible, hasta para mí, en Pensar rápido, pensar despacio, lo que denomina cascada de disponibilidad:
"… Una cascada de disponbilidad es una cadena autosostenida de acontecimientos que puede comenzar por reportajes de los medios sobre un acontecimiento relativamente menor y llegar hasta el pánico colectivo y la intervención del gobierno a gran escala. En ocasiones, los reportajes de los medios sobre un riesgo captan la atención de un segmento de la opinión pública, a la que deja alarmada y preocupada. Esta reacción emocional se convierte en un acontecimiento en sí mismo, que da lugar a una cobertura adicional en los medios que a su vez produce una mayor preocupación y repercusión. El círculo es a veces acelerado deliberadamente por 'empresarios de la disponibilidad', individuos u organizaciones que trabajan para asegurar un flujo continuo de noticias preocupantes. El peligro va exagerándose cuando los medios compiten con titulares que llaman la atención. Los científicos y otros grupos que intentan hacer perder el miedo y el horror crecientes atraen poco la atención de la sociedad, que casi siempre se muestra hostil: quien diga que el peligro ha sido exagerado, será sospechoso de estar vinculado con 'abyectas maniobras'. El asunto adquiere importancia política por estar en la mente de todo el mundo, y la respuesta del sistema político está guiada por la intensidad del sentimiento público. La cascada de disponibilidad ha redefinido ahora las prioridades. Otros riesgos y otras maneras de emplear los recursos para el bien público han pasado todos a un segundo plano".
¿No es esto lo que sucede hoy con este tema? ¿Aconteció ayer con las agresiones sexuales a mujeres en el Transmilenio en Bogotá, suicidios en el viaducto de Pereira, entre otra infinidad de hechos? No creo tampoco que haya una solución definitiva y en cambio estoy seguro de que en parte la hiperinformación sobre el asunto tiene mucho de buenas intenciones. Se busca prevenir que se siga repitiendo. De hecho ya hay una ley que algunos dicen que por no haber sido sancionada a tiempo es que se cometió la última serie de agresiones. Yo sinceramente dudo mucho de la efectividad de las normas en este país, en donde ya sabemos en qué andan las cifras de impunidad.
Si alguien sabe usar las cascadas de disponibilidad son los terroristas. Ellos conocen lo que es infundir el miedo para presionar la toma de decisiones. Un país como Colombia sabe de qué se trata. El mismo Kanheman, judío que conoce muy bien su país, se apena de confesar que incluso él cayó en ese temor cuando visitó alguna vez Tel Aviv y estaban poniendo bombas en los buses. Aun conocedor de que las muertes por estos actos eran muy por debajo de los accidentes de tránsito, a la hora de ir en su vehículo y pasar por el lado de un bus, trataba de desviarse de su lado.
Por esto, concluye:
"La diferencia la crean la disponibilidad de los dos riesgos y la facilidad y la frecuencia con que nos vienen a la mente. Las imágenes horripilantes, repetidas sin cesar en los medios, ponen nervioso a cualquiera".
En oposición a este fenómeno hay quienes opinan que estas cascadas de disponibilidad son reales e indudablemente distorsionan las prioridades. Cita Kanheman en ese grupo a Cass Sunstein, quien opina que para la definición de políticas públicas es mejor que las decisiones las tomen expertos imparciales que no se dejen influenciar por los sesgos creados por ese fenómeno que alimentan los medios. Así mismo, otro grupo, entre los que se cuenta, por ejemplo, Paul Slovic, piensa que el público tiene derecho a opinar y conoce mucho mejor los problemas de primera mano que los expertos. Ante esto, Kanheman propone:
"Comparto la inquietud que le produce a Sunstein la influencia de los temores irracionales y las cascadas de disponibilidad en la política pública en la esfera del riesgo. Pero también comparto la creencia de Slovic de que los temores propagados, aun si son irracionales, no deben ignorarlos quienes establecen esa política. Racional o no, el temor es perjudicial y debilitante, y quienes establecen dicha política deben hacer todo lo posible para proteger a la opinión pública del miedo, no solo de los peligros reales".
Cita que es indudable que la cascada de disponibilidad, sin exageraciones, también sirve para poner en la agenda pública temas que difícilmente tendrían alguna cobertura destacada en los medios, para llamar la atención sobre ciertas clases de riesgos en la sociedad.
"La psicología debe informar el diseño de políticas de riesgo que combinen el conocimiento de los expertos y las emociones e intimidaciones de la sociedad".
Lo mismo pienso en estos asuntos cuando el efecto es en periodismo, oficio en el que no creo en decisiones absolutas. Me parece que, por ejemplo, en el uso de ácidos para agreder a las mujeres, hay que recibir las críticas con apertura y considerar que si bien se puede generar un efecto copycat, también es cierto que se informa de un problema que es real. Lo que se requiere es hacerlo de manera consciente, discutirlo en las salas de Redacción para informar de la mejor manera posible, no a modo de propaganda o alarmismo, pero tampoco disimulando u obviando, como si viviéramos en el país o la ciudad que no son, como en esos lugares en los que están convencidos de vivir ciertos gobernantes, que no son los mismos lugares que habitan sus gobernados.
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