Es de humor singular. Mezcla los sarcasmos con una dosis inteligente de burla que da pie al interlocutor para fallar en silencio y luego reír. Es pausado. Mide cada una de sus palabras. Unas son formales y otras reflejan la calma que brinda la experiencia. Cuando habla, mira un punto perdido, como los actores de teatro cuando se inspiran en sus mejores actos. En una descripción somera, así es José Alejandro García Arcila, manizaleño que produce noticias y complacencias en el mundo del toro.
Probablemente, es el matador de toros manizaleño que mayor fe genera por estos días, un evento que no se registraba quizás desde hace una década, en el ascenso de Andrés de los Ríos.
Su estatura es alta, si se compara con la media colombiana. Sin embargo, sostiene que no le genera problema alguno al momento de torear, o incluso, llevar los casi cuatro kilos y medio que puede pesar la muleta en días de lluvia.
Tomó la decisión de partir hacia España sobre los días finales de enero del 2015, para lograr la estabilidad con la que sueñan los toreros, aquellos, que como él, ven su vida en el toro.
Su sacrificio, de entrenar pacientemente en las mañanas y atender a los tendidos de las plazas de toros, como si se tratase de un posgrado, fueron los canales que encontró para edificar su técnica. ¿Cuál? Torear lento. Así lo manifiesta José Arcila, quien optó por este como su nombre torero en un claro homenaje matriarcal.
El recorrido
José Alejandro es reservado con su fecha de nacimiento. Se sabe que llegó al mundo en la misma tarde en la que en la Feria del Toro de Pamplona (España) alternaban Curro Durán, Niño de la Capea y José Antonio Campuzano ante toros del Marqués de Domecq.
Manifiesta que siempre ha vivido en Manizales en la misma casa. Sus estudios los cursó juiciosamente hasta noveno grado en el colegio San Luis Gonzaga. Para décimo, la historia sería distinta. Un renacimiento.
A los 11 años de edad comenzó su aproximación al mundo del toro en la Escuela Taurina La Espada, de Manizales. Recuerda con debida ensoñación que tiene especial afecto por ese primer redondel. Incluso, agrega que no ha podido regresar a este lugar desde esa época. Sin embargo, las oportunidades locales no eran suficientes y no correspondían a las crecientes ganas que tenía Arcila de vestirse de luces.
“Cinco maravillosos años, los mejores de mi vida”, llegaron para Arcila cuando decidió marcharse a la Escuela Taurina de Cali, luego de una especie de ultimátum familiar en el que expresó que su prioridad no estaba en lograr el bachillerato académico que había buscado por nueve años, sino por ser torero; una historia de pasión y templanza. Les manifestó que iría a Cali con o sin su apoyo “así tuviera que dormir debajo de un puente”, comenta.
Fueron cinco años de aprendizajes en las verdes praderas del Valle del Cauca. Quizás, de allí también nació su amor por los climas templados o cálidos, distantes en varios grados Celsius de las noches de viento frío con las que creció en Manizales.
Culminado ese lustro de preparación en Cali, llegó el tiempo de ejecutar lo aprendido. No había marcha atrás. Los dos años que aún le faltaban del bachillerato los terminó de forma exprés en un año, para concluir en ese aspecto tan pronto como fue posible y así dedicarse de lleno a los toros.
Enrique Cobo, ecuatoriano, llegó a su vida gracias a un intercambio de la Escuela Taurina de Cali. Él le permitió torear una novillada en la Monumental Plaza de Toros de Quito. No era la primera de su vida, pero sí una representativa. Esa tarde, Cobo le ofreció su ayuda, cosa tal que le permitió torear “un sinnúmero de tardes en Ecuador para lograr cuajar como novillero porque las oportunidades en Colombia eran muy pocas”.
Sostiene que viajaba desde Cali, hasta cualquier destino en Ecuador, una vez al mes por vía terrestre, fuese carro o bus interdepartamental. En Quito también hizo su debut con caballos, el penúltimo escalón antes de buscar la alternativa.
Después, en otrora Feria del Novillero (hoy Toros y ciudad), en el año 2005, tuvo su primera cornada. Arcila narra que en ese entonces, la organización de las tardes taurinas de octubre estaba a cargo del ganadero Miguel Gutiérrez, quien le estableció un viaje a México. Allí llegó a la Monumental, donde logró una oreja y ovación el 21 de octubre del 2005.
En su casa le insistían que debía hacer un alto en el camino y retomar la vida académica eligiendo una carrera universitaria. Por suerte, señala él, sucedió la alegría en México, lo que reafirmó su intención de ser torero. “Incluso tuve un muy buen ICFES”, apunta José Arcila. “No se me ha pasado por la cabeza otra cosa diferente a ser torero”.
Pasaron por lo menos cuatro años en los que toreó en Medellín y Bogotá, entre otras plazas. “Es un proceso duro porque la escuela taurina apoya hasta que se debuta con caballos. Cuando eso sucede, le entregan su diploma y uno debe seguir por su cuenta”, agrega. De Cali pasó a vivir a Bogotá, desde donde luchó para conseguir otras contrataciones y allá se mantuvo con el apoyo económico de la familia.
“El más bonito”
El 11 de enero del 2009 tomó la alternativa en Manizales, en una tarde de un cartel estelar con Julián López El Juli y José Antonio Morante de la Puebla. “Fue el día más bonito de mi vida. Tuve la fortuna de encontrarme con Timonel, un toro de la ganadería de Ernesto Gutiérrez. Era extraordinario, de los mejores que he toreado en mi vida, lo que dio a la faena más bonita que he tenido”, cuenta. Una faena en la cual salió a jugarse la vida “sin importarle nadie más”.
Confirmó su alternativa cortando una oreja en La Santamaría de Bogotá.
Incluso pensó que el triunfo de la alternativa iba a funcionar para catapultar un éxito pronto. “Como cuando un cantante saca un éxito musical y lo pasean por todas partes… Pues en el toreo no es así y me demoré mucho en entenderlo”, explica cuando rememora los días que vinieron después del 2009.
Mientras vivió en Colombia en los años posteriores fueron pocas las oportunidades que aparecieron para que pudiera torear. “Una tarde al año”.
El renacimiento
Tomó la decisión de viajar cada verano a España. Tres meses que le permitía la visa funcionaron para conseguir los contactos que ahora le apoyan. Luego, el 2015 fue el año de dejar muchos cariños de su tierra natal para llevarse las ilusiones a germinar a España por tiemplo completo.
En el 2016 entre España y México participó en 15 corridas para 30 reses en total. Cortó 23 orejas, 12 de ellas en España y 11 en México. Consiguió tres rabos, todos ellos en México. Salió a hombros en nueve ocasiones y logró un indulto.
Explica que no se llegó a imaginar lo que el 2016 le deparó. Una historia que comenzó a escribirse en su debut como matador de toros en España en la localidad de Arcos de la Frontera el 21 de mayo y donde cortó tres orejas en una tarde que anticipó la segunda y así sucesivamente hasta volar a México, lograr la atención de Cormanizales y volver en su mejor punto a Manizales.
Naturalmente esta historia no se hubiera edificado sin el consejo y el apoyo del torero colombiano Édgar García El Dandi, quien ha sido su mentor, su amigo y en momentos su polo a tierra en el determinante mundo de los toros, en el que dice Arcila, cada triunfo es muy efímero.
Para este amante de los boleros y de la música de Luis Miguel no hay límites aún. Su búsqueda incansable será confirmar su alternativa en la Plaza de Las Ventas de Madrid (España). Además, menciona que en su cabeza se repite constantemente la idea de que con él se geste la primera ocasión en la cual un torero manizaleño reciba la Catedral, máxima distinción al triunfador de la temporada taurina de Manizales.
Después de su corrida del 4 de enero, fecha que tiene en la cabeza desde noviembre y en la que piensa cada hora, volverá a España, a torear en condiciones gélidas el 28 de enero en Ajalvir.
El concepto
Su manera de ver la vida es sensata. Él es su propio timonel y por eso quiere hallar la mejor ruta posible para triunfar sin caer en los engaños de la fama y los egos. Cada día que pasa, dice, se acerca a la madurez artística, concepto que identifica como el cumplimiento propio de su misión con el toro, sin importar factores externos o terceros que puedan impedir el devenir natural del toreo.
Y en medio de sus comentarios hilarantes que suceden de cuando en vez en las conversaciones que suelen tornarse monótonas, amontona sus experiencias para esbozar el largo camino que ha debido llevar para alcanzar sus sueños de a poco. Tal vez por eso no cree en místicas y agüeros, tan populares en el mundo del toro, para darse las libertades de ser el responsable de su propio bien, sin tenerle que achacar las gracias y desgracias a suertes o azares.
A sus amigos y seguidores les llama artistas, con total modestia, pero sin perder su impronta. A veces se enfada, quizás por nervios o también por irrespeto. Le disgusta cuando los tendidos comienzan a vaciarse en los momentos en los que el último toro aún batalla por su vida. “Es como si en una obra de teatro la gente se marchara sin ver el final”, adiciona. Cuando las cosas no van por buen camino, intenta aislarse, hasta ponerle orden a la reflexión para que no sea destructiva, sino constructiva.
Para José Arcila, un bromista recurrente, liberarse de misterios es darse a sí la oportunidad de tener un timonel, transfigurando el animal inspirador que en Manizales marcó su partidor para convertirse, con méritos y ganas, en el mejor matador de toros de la ciudad.
Su búsqueda incansable será confirmar su alternativa en la Plaza de Las Ventas de Madrid (España).
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