Señor Director:
En la hacienda Kansas, de la vereda La Florida, hay un caballo grandotote, cruce de cuarto de milla y percherón, de temperamento tranquilo, que las jóvenes amazonas utilizan para aprender el deporte de la vaquería (enlazar una ternera corriéndola en la pista). Y en Pesebreras Santa Cruz el profesor de equitación Juan Pablo Vallejo tiene a Mambo, un lusitano muy bonito y bien domado para la práctica de los alumnos. Estos ejemplares son caballos maestros.
En cambio, el Mono no es caballo maestro, o sí lo es, pero no de suyo sino por las circunstancias, como voy a explicar. Se trata de un animal que no es criollo puro, al parecer tiene mezcla de cuarto de milla por el color o capa, por el fenotipo o morfología y por los aires o andares. En cuanto al color, es isabelo o palomino (dorado con crines y cola blancas), un manto rarísimo en el criollo y con bastante presencia en el cuarto de milla. Por lo que se refiere a la figura, la grupa es grande, inclinada hacia atrás y levemente partida. Y en los andares ofrece el trote, el galope y un aire por laterales en cuatro tiempos, además del paso.
Como era prácticamente una mascota, cuando lo adquirí contraté UN MONTADOR, al cual le pedí que no le incentivara el brío y que no lo acelerara. Durante dos meses lo trabajó tres veces por semana, por otros dos meses dos veces semanales y luego una sola ensillada semanal. A lo largo de todo ese tiempo lo monté dos veces por semana, en promedio. Le pedí al montador, desde fines del año antepasado, que el trabajo semanal lo haga sólo al paso, con calma. Es de anotar que al Mono lo adquirí el primero de septiembre de 2018.
Hasta mediados del 2019 casi siempre que lo iba a montar LE DABA CUERDA, bien en el torno o picadero circular, bien en el cuadrilongo y a veces fuera de él. Esto por varias razones: para calentarlo y fortalecer sus músculos y tendones, para equilibrarlo, para que aprendiera a obedecer, para familiarizarnos él y yo, y para que se relajara y botara la energía sobrante.
Al principio, cuando lo ensillaba y salía al campo, en cuanto el Mono percibía que nos estábamos alejando de las instalaciones, SE RETACABA (se plantaba). Tuve que conseguir un fuetecito con el cual lo estimulaba en el hombro derecho. Esto le sirvió poco tiempo, por lo cual hube de seguir golpeándole la grupa con el fuete, sin violencia, y santo remedio: de vez en cuando se niega a seguir, pero el fuetecito siempre es eficaz.
Con el tiempo, cuando salía a cabalgar solo, noté que el caballo en ciertos momentos SE ENERGIZABA DEMASIADO, con peligro para la vida del artista, así que decidí venderlo. Pasaron algunos meses, no resultó el comprador que ofreciera lo que yo pedía, pero después el Mono se fue “aconductando”, aunque no tanto como deseo y necesito.
Algo tuvo que haberle ocurrido al caballo, porque de un tiempo para acá se negaba a dejarse ENFRENAR. Alguien me dio la solución: cogerlo de la base de la nariz; inmediatamente abre la boca y recibe bien la embocadura.
Cuando salíamos en compañía de otros jinetes y caballos, el Mono se portaba bien, en términos generales, pero sucedía que en ocasiones CLAVABA LA CABEZA y sentía yo temor de que me tirara al suelo haciéndome volar sobre su cuello. Un caballista y el montador me aconsejaron estrecharle la muserola (el bozal) y ajustarle la cadenilla de barbada. Hice lo primero, no lo segundo, con buen resultado.
Hacerlo GALOPAR en el campo no ofrece dificultad; en el cuadrilongo galopa si primero lo llevo al trote y en las esquinas lo presiono con las piernas o con los talones: a mano izquierda, pierna derecha o talón derecho, a mano derecha con ayudas contrarias.
El ANDAR POR LATERALES es, claro está, el más suave. He tenido dificultad en esto, pero la observación que hice mientras un amigo lo montaba me bastó para concluir que es indispensable alcanzar cierta rapidez, pues si la velocidad es poca, el caballo trota.
El Mono y yo realizamos círculos y serpentinas, además del famoso ocho. Le enseñé las piruetas inversas, no muy perfectas que digamos. La cejada o reversa es algo que debemos mejorar porque a veces desvía la grupa a un lado o al otro; lo que oí y leí es que hay que corregirlo con las pantorrillas. Falta ensayar la parada en seco cuando va a todo galope.
Existe una serie de FIGURAS DE DOMA que revisten gran belleza, en particular la espalda adentro y ceder a la pierna. Lo único que he logrado con el Mono es ceder mínimamente a la pierna. Habrá que seguir pidiendo asesoría a los que saben y consultar escritos sobre el arte ecuestre; entiendo mas no comparto la posición del rejoneador Juan B. Nuncio: “Mi único libro es el caballo” (Álvaro Domecq y Díez, Mi vereda a galope, página 87).
LO MÁS IMPORTANTE es haber creado esa confianza mutua, del todo indispensable, que permite, por ejemplo, que el Mono permanezca quieto para subirme a la silla, que camine a mi lado sin adelantarse ni atrasarse, que me deje examinar el estado de sus cascos y herraduras, etc. La confianza, la constancia y la perseverancia, y la paciencia, son lecciones que el ejemplar y su jinete se enseñan recíprocamente y las aprenden.
Atentamente,
Don Cecilio Rojas
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