A mis antiguos condiscípulos Álvaro Sandoval Almanza y Henry de Jesús Álvarez Rodríguez.
Jaime Pinzón*
Manuel de Sandoval y Cútoli nació en Madrid en 1872 o 1873. Licenciado en Derecho y Doctor en Filosofía y Letras. Catedrático de Lengua, Literatura, Retórica y Poética en varios institutos, entre ellos el de San Isidro y el del Cardenal Cisneros, planteles madrileños. En 1917 ingresó a la Real Academia Española de la Lengua; perteneció también a la Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Murió en Madrid en 1932.
Este escritor y literato, poeta y prosista, es autor de las siguientes obras: Prometeo (1893), Aves de paso (1904), Cancionero (1909), Musa castellana (1911), De mi cercado (1912, premio Fastenrath), Renacimiento (1915), Aún hay sol (1925), El abogado del diablo …
Es poeta de vena tradicional con la forma de un modernismo muy mitigado. De gran fuerza descriptiva, supo dar plasticidad a sus ideas e ideales. Sin mezcla alguna de elementos extraños, se compenetró con el espíritu y con el nervio de la raza. Evocador muy preclaro de los temas del Siglo de Oro de la literatura española y cantor excelente del campo de Castilla.
El soneto
CONSTANCIA (a un impaciente)
Lo que no puedas hoy, tal vez mañana
lo lograrás; no es tiempo todavía.
Nunca en el breve término de un día
madura el fruto ni la espiga grana.
No son jamás en la labor humana
vano el esfuerzo, inútil la porfía:
el que con fe y valor lucha y confía
los mayores obstáculos allana.
Trabaja y persevera, que en el mundo
nada existe rebelde ni infecundo
para el poder de Dios o el de la Idea:
¡hasta la estéril y deforme roca
es manantial cuando Moisés la toca
y estatua cuando Fidias la golpea!
Exégesis (explicación)
Este soneto nos lo dictó el profesor a los alumnos en el colegio La Salle de Villavicencio hace más de cincuenta años; desde entonces me cautivó y nunca lo he olvidado. Jamás lo he visto escrito en un libro o en periódicos y revistas. Lo transcribo, pues, de memoria y por tal motivo no estoy completamente seguro de la puntuación, si bien la que propongo me parece la mejor.
En cuanto a los términos y conceptos, lo primero que se observa es el campo semántico del tiempo: hoy y mañana, todavía, nunca y jamás, breve término y un día. Hoy se opone a mañana, todavía a nunca y jamás; breve término y día se identifican o son equivalentes. Se trata de pasar desde el breve término del día de hoy hasta el mañana; el todavía, el nunca y el jamás vienen a ser la condición de posibilidad de ese tránsito. Cuando el poeta dice que no es tiempo todavía, el vocablo tiempo no designa el tiempo absoluto sino el tiempo oportuno.
Luego viene lo relativo al empeño del hombre: poder y lograr, labor y trabajo, esfuerzo y lucha. Y para semejante empeño el ser humano cuenta con la ayuda de Dios, una gracia que de algún modo se hace humana: fe y confianza, perseverancia y porfía. El esfuerzo no es vano ni la porfía inútil; la lucha está animada por el valor, y la confianza por la fe.
El milagro del agua que manó de la roca está relatado en el sagrado libro del Éxodo 17,1-7 y en el de los Números 20,1-13; hay alusiones a esto en Deuteronomio 32,13 (“con aceite de rocas de pedernal”) y en Sabiduría 11,4. San Pablo lo interpreta en la Primera epístola a los Corintios 10,3-4: “Todos bebieron la misma bebida espiritual porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías”.
Fidias fue un escultor ateniense del siglo V antes de Cristo, que marcó la pauta de la escultura griega clásica. Su obra se caracteriza por la movilidad, la flexibilidad, la serenidad y el equilibrio. Encargado por Pericles de la dirección de la Acrópolis, realizó para ella la estatua de Atenea Prómajos (“la campeona, la que combate en primera fila”) y la Lemnia, ésta en bronce, además de las metopas, frontones y frisos del Partenón. Su trabajo más famoso es la enorme imagen criselefantina (o sea de oro y marfil) de Zeus entronizado, instalada en Olimpia.
Hermenéutica (interpretación)
Así, el manantial del desierto es obra del poder de Dios, como la estatua lo es del poder de la Idea. Esta es el pensamiento, la inteligencia del hombre. Ambos poderes son creadores: Dios da la vida (el agua) y el espíritu humano es capaz de producir belleza, pero la capacidad del ser humano depende de la acción de Dios. La actividad divina es siempre eficaz; se lleva a cabo a su tiempo como en el caso de las plantas que ofrecen oportunamente la cosecha, o se realiza en un instante, como en los milagros. La actividad humana tendrá eficacia si es persistente y si está guiada por una intención recta. En síntesis, el mensaje del poeta es: Sé constante en el recto obrar y Dios te ayudará a triunfar.
La roca, de suyo deforme y rebelde, se transforma en bella estatua al ser golpeada por Fidias: es el poder de la Idea. La misma roca, de por sí estéril e infecunda, se convierte en rico manantial al ser tocada por Moisés: he ahí el poder de Dios. Lo que era deforme adquiere forma perfectísima y lo árido e inerte viene a ser fuente de vida.
La roca representa el reino mineral o “pre-vida” (como lo llama Teilhard de Chardin). El fruto de los árboles y la espiga de los cereales son los representantes del reino vegetal, primer nivel de la vida. Se observa en el poema la ausencia del reino animal. La figura de Fidias simboliza al ser humano. Moisés, hombre también, es testigo e instrumento de Dios. Se abarca de este modo todo cuanto existe, desde el grado inferior de la realidad hasta la categoría suprema, lo divino.
Naturaleza o cosmos, civilización, arte y cultura, gracia divina y Espíritu, marcan la dinámica ascendente de la creación, de la obra del hombre y de la obra de Dios. Esta progresión se convierte en alabanza, ofrenda y plegaria en la celebración de la Eucaristía: “Bendito seas, Señor Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida… (Y) por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre… él será para nosotros bebida de salvación”.
Llegados a este clímax digamos que el soneto comentado es perfecto en la forma y en el fondo; nada le falta ni le sobra, no se le puede añadir ni suprimir ningún elemento.
Observaciones
La primera recae sobre el subtítulo del poema “A un impaciente”. Esta manera de dedicar sus escritos no es extraña en Manuel de Sandoval, como puede verse en el soneto “A un artista” y en el soneto “A una novicia”.
La segunda tiene que ver con el título: “Constancia”. El autor elaboró una pequeña joya a la que le puso el mismo título. Hela aquí:
Si es que tú vives cuando yo me muera,
mi espíritu, del cuerpo separado,
al verse libre, volará a tu lado,
buscando, junto a ti, su bien perdido,
igual que la paloma mensajera,
al recobrar la libertad, ligera,
tiende las alas y regresa al nido.
*Presbítero.
LIBROS CONSULTADOS
-. Sagrada Biblia
-. Historia y Antología de la Poesía Española por Federico Carlos Sáinz de Robles, Aguilar, Madrid, 1955
-. Diccionario Enciclopédico Básico Salvat
-. Diccionario enciclopédico U.T.E.H.A.
-. Gran diccionario enciclopédico ilustrado de Selecciones de Reader´s Digest
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