Francisco González López*
A 500 años de la muerte de Jerónimo van Aken, conocido como El Bosco por los españoles, persisten más interrogantes que certezas acerca de su vida y de la autoría de muchas de las obras atribuidas al pintor nacido alrededor de 1450 en la ciudad de 's-Hertogenbosch, capital del ducado de Brabante de los actuales Países Bajos.
La costumbre de no fechar ninguna de sus pinturas y los numerosos cuadros con firma apócrifa, según historiadores de arte, contribuyen al gran enigma de su biografía. Lo que se conoce de su trayectoria personal y de su familia procede de las escasas referencias que aparecen en los archivos municipales de su ciudad natal y en especial en los libros de cuentas de la Cofradía de Nuestra Señora, de la que fue miembro jurado. Una hermandad dedicada al culto a la Virgen María, regida por estrictas reglas religiosas y en cuyos registros fueron hallados, tanto la fecha de su ingreso en 1486, como los pormenores de su funeral celebrado en los primeros días de agosto de 1516, después de sufrir una corta enfermedad, al parecer afectado por una epidemia de cólera declarada en la ciudad durante esas fechas.
Acerca de su obra
Su obra pictórica, cargada de un simbolismo sin precedentes en la historia del Arte occidental, continúan generando hipótesis hoy en día y no pocos juicios de expertos se siguen enfocando en el plano del inconsciente que de manera magistral nos legó el artista neerlandés.
A decir de los estudiosos de su obra, El Bosco “puso su vena satírica al servicio de un discurso moral asentado en la doctrina tradicional de la Iglesia católica, con frecuentes alusiones al pecado, la transitoriedad de la vida y la locura del hombre que no sigue el ejemplo de los santos en su Imitación de Cristo". Y para lograrlo recurrió a figuras antropomorfas dotadas de características fantásticas y monstruosas: alas, garras, colmillos, entre otras; configurando un cortejo de demonios al acecho de seres penitentes (san Antonio, entre otros) que conservaban su rostro sereno y contemplativo, “llenos de paz en el alma.”
En una aproximación a su obra, el historiador, poeta y teólogo español del siglo XVII, fray José de Sigüenza, clasificó su producción en tres grupos: el primero, el de las pinturas denominadas devotas, inspiradas en la vida de Jesús y puntualmente en la Pasión, que expresaron todo el drama del Calvario y al mismo tiempo la sevicia de los verdugos; también la ignorancia cómplice de los espectadores en un retrato sin igual del Medioevo del norte de Europa. Un segundo conjunto, calificado como espejos para el cristiano, formado por las diversas versiones de las Tentaciones de san Antonio y del Juicio final, en el cual el pintor exhibió sin sutilezas la condenación eterna del infierno destinado a los pecadores. Y en tercer lugar, un grupo de pinturas de “grandísimo ingenio, y no de menor provecho”, al que pertenecían los Trípticos del carro de heno y El jardín de las delicias, quizás la más enigmática de todos los cuadros en la historia de la pintura.
La Adoración de los Magos
Frente a tales representaciones, El Bosco dedicó solo una de sus obras a la escena de Belén, ya que otras que figuraban como de su autoría han sido atribuidas en años recientes, a imitadores de su trabajo. Concretamente, el Tríptico de la Adoración de los Magos conocido también como Tríptico de la Epifanía, del Museo del Prado de Madrid, presenta al espectador la Buena Nueva acorde con las Escrituras; considerado como uno de los cuadros más bellos y refinados del artista, junto con El jardín de las delicias: “una asociación de lo divino con lo fantástico de una manera serena… en una apacible escena”. No obstante, el simbolismo persiste hasta el punto de que muchos de los personajes incluidos en la pintura, cinco siglos después, siguen dando lugar a la interpretación de los semiólogos.
En torno a tal simbología, la presencia de escudos de armas en las tablas laterales del tríptico en cuestión, confirman que éste le fue encargado por Peeter Scheyfve, decano del gremio de pañeros de Amberes y su segunda esposa, Agneese de Gramme, quienes aparecen como donantes, según costumbre de la época, acompañados por sus santos patrones; en el ala izquierda, el marido bajo la protección de san Pedro y en la derecha, la mujer, en compañía de santa Inés.
Para destacar en el segundo plano de la tabla izquierda del tríptico, la imagen de un hombre sentado sobre una canasta, bajo un pequeño tejado en ruinas que intenta secar sus ropas al fuego. La ausencia de san José en la tabla central, ha llevado a los expertos, a considerar que se trata del santo secando los pañales del Niño.
El padre Sigüenza, se refirió a la versión de la Natividad de El Bosco al examinarla en el monasterio de El Escorial en 1605, como una “Epifanía sin ninguna extravagancia” en alusión a las demás obras del pintor repletas de personajes fabulosos. Su destino final en la corte española se dio gracias a la incautación de la obra que realizó el Duque de Alba para regalarla al rey Felipe II en 1574.
En la tabla central El Bosco pintó la Adoración de los Reyes Magos, “en una composición caracterizada por su extrema dulzura y sencillez.” Afuera del pesebre aparece María de un tamaño superior al resto de personajes; en su regazo presenta al Niño a los visitantes, un grupo que sugiere las tres edades del hombre y los tres continentes del mundo conocido: de rodillas, Melchor, el más viejo que personifica a Asia, con su regalo depositado en el suelo; una escultura de oro que figura una corona (para el rey) compuesta de una base con la imagen del Sacrificio de Isaac, prefiguración de la Pasión de Cristo, y una cúpula con la corona propiamente dicha.
Al su lado Gaspar, de mediana edad, representando a Europa; sobre la esclavina que viste aparece la visita de la reina de Saba a Salomón; lleva sobre un plato el incienso (para la divinidad). Al final, Baltasar, un joven negro que simboliza a África, lleva en la mano un cáliz esférico conteniendo la mirra (para el hombre mortal).
El resto de personajes resultan bien extraños a la composición general, como los dos pastores sobre el techo del pesebre, cuya actitud parece sobrepasar la mera curiosidad ante la presencia de los poderosos reyes, observando de manera grotesca la escena; detrás de ellos, dos ejércitos, moros y europeos, en posición de batalla, en un conjunto ajeno a la imperturbabilidad del tema principal.
Al lado derecho del establo se observa una colección de personajes siniestros que no quieren perder detalle del acontecimiento y al interior aparece otro grupo de individuos lejanos al relato gozoso, acompañando una especie de rey oriental semidesnudo que aparece con una sonrisa burlona. Lleva un manto rojo, un turbante o una tiara y exhibe en la pierna derecha una herida repugnante y purulenta; ¿El retrato del fariseo rabioso y envidioso? ¿Herodes o el Anticristo que amenaza la llegada de Cristo?
¿Pinturas de El Bosco?
Otras pinturas alrededor de la temática de la Adoración de los Magos atribuidas a El Bosco desde siglos atrás, han sido cuidadosamente estudiadas y la conclusión, “algo incómoda” para los museos que las exhiben, ha sido la de una participación indirecta del pintor al reconocerlas como autoría de “imitadores o seguidores de El Bosco.” Entre ellas, las versiones de los Museos Metropolitano de Nueva York, de Arte de Filadelfia y de Bellas Artes de Bruselas en Bélgica. Un cuadro conocido como Adoración del Niño, datado entre 1568-1600 del Museo Wallraf-Richartz de Colonia en Alemania continúa en el listado de cuadros de El Bosco a pesar de las fechas obtenidas en la investigación minuciosa a la cual fue sometido, ¡casi un siglo después de su muerte!
Sean o no autoría de El Bosco, como muchas otras obras atribuidas, éstas encarnan su colorido y su mensaje oculto que no ha sido develado en su totalidad. No obstante, independientemente de las lecturas de los especialistas, el simple encanto que se siente al admirar las pinturas del neerlandés y en especial ante el de la Epifanía del Museo del Prado en Madrid, es suficiente para continuar en la admiración de su obra fantástica a cinco siglos de su muerte. ¡Feliz Navidad!
*Médico. Profesor de la Universidad del Rosario. Bogotá. 2016.
La Virgen y el Niño. Detalle del Tríptico de la Adoración de los Magos de El Bosco.
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