Gloria Luz Ángel Echeverri*
Una gran sorpresa se llevará Javier durante un viaje de fin de semana, en compañía de Mariana, su madre. Ambos son invitados a una ciudad costera, con características de varias urbes latinoamericanas, por Elena, quien le celebra a Javier sus quince años de una manera muy particular. Además, la invitación tiene la intención de que madre e hijo se olviden un poco del secuestro de Alejandro Guzmán, esposo y padre, quien lleva cuatro años desaparecido.
Octavio Escobar Giraldo, en su última novela, Mar de leva, no solo relata lo que sucede en esos pocos días en la vida de estos tres personajes sino que a través de ellos, retrata la sociedad actual con todas sus complejidades.
¿Por qué crear un personaje adolescente para contar la historia?
En realidad Mar de leva está contada por un narrador omnisciente que está un poco, y no siempre, mirando por sobre el hombro de Javier, el adolescente que la protagoniza. Javier es miembro de una familia rota, desgarrada, y me parecía más interesante registrar esa sensibilidad en formación, obligada a madurar por las circunstancias, pero todavía anclada en ciertas características de la infancia. Creo que las incomprensiones y las fragilidades de esa edad son atractivas para el lector, que también las vivió en un momento crítico de la vida. Podría hablarse, incluso, de una novela de formación, característica temática y formal de muchos clásicos de la literatura.
Al escuchar los comentarios sobre Mar de leva y antes de leerla, se piensa que el erotismo tiene que ver mucho con Javier, pero quien propicia todo es Elena, la anfitriona. ¿Por qué las escenas no son más de Javier con sus quince años y sus hormonas alborotadas?
Creo que Elena, que tiene una personalidad transgresora, irreverente, responde a la vorágine hormonal de Javier, que es muy visible, como mejor le parece, y desde una determinada matriz cultural que tiene que ver con el machismo, con lo patriarcal, con unas liberalidades que solo están al alcance de los hombres, que ella acepta, pero que también subvierte desde su muy particular forma de entender el mundo. Además, no hay que olvidar que los juegos eróticos, por llamarlos de alguna manera, que propone Elena, siempre están supeditados a la aprobación de Mariana, que lleva ya años obligada a desempeñar el papel doble de madre y padre en el que no se siente cómoda, y para quien ha sido difícil asumir su propia sexualidad.
El título, Mar de leva, ¿tiene que ver con lo que no está dicho explícitamente sobre la sociedad, que se asemeja a las corrientes subterráneas, individuales y colectivas, para que el lector saque sus propias conclusiones?
Sí, tienes mucha razón. Estamos hablando de un fenómeno en el que lo que ocurre en una zona del mar se transmite a otra en la que aparentemente no hay razón para que se presente semejante perturbación, semejante oleaje, y yo creo que en el seno de nuestras sociedades siempre se presentan ese tipo de resonancias, de ecos, que muchas veces se entienden años después, cuando el final de los ciclos facilita la interpretación. Hay, entonces, una calidad metafórica en el título, pero también, y eso no es de ninguna manera secundario para mí, una alusión al mundo de Conrad, tan lleno de aventuras marineras, y una cercanía con algunos de sus títulos –El corazón de las tinieblas, La línea de sombra-, que también tienen, como es bien conocido, carácter metafórico.
¿Por qué le gustan tanto los finales abiertos?
Por muchas razones. La principal, porque hacen que el lector siga pensando en mis novelas para descubrir dentro de sí mismo, y para su uso y gozo personal, ese o esos desenlaces que lo satisfagan. Me gusta dejarle un poquito de trabajo al lector, hacerlo partícipe de mis ficciones. Otra razón es que creo que en la vida real, por llamarla de alguna manera, las cosas terminan menos claramente de lo que nos gusta pensarlo. A veces un libro nos gusta precisamente porque nos deja tranquilos, con todo en apariencia resuelto. Bueno, yo prefiero a los lectores inquietos, intranquilos. Los prefiero ávidos.
¿Qué relación tienen Historia secreta de Costaguana de Juan Gabriel Vásquez y Mar de leva con Nostromo de Joseph Conrad?
Desde mi punto de vista, lo que hizo Juan Gabriel fue remontarse al proceso de escritura de Nostromo, a las fuentes, sobre todo a las colombianas, que le sirvieron a Conrad para concebir ese país latinoamericano que nombró tan acertadamente Costaguana, y relacionar tal información con la historia de la construcción del canal de Panamá, contemporánea en el tiempo a la concepción y publicación de la novela del escritor polaco-inglés. Y lo hizo muy bien, con fidelidad y talento. Lo que yo hago en Mar de leva es imaginar cómo sería Sulaco, el puerto más importante de Costaguana, en el siglo XXI. Tomo, entonces, la información que Conrad consigna y la vinculó con sitios y detalles de varias ciudades contemporáneas, construyendo otro puerto que también puede ser Sulaco, pero al que yo ni siquiera puse nombre en la novela.
Mar de leva es una novela que no tiene ninguna relación con Manizales o nuestra cultura, como las anteriores. ¿Por qué el cambio?
Por ninguna razón particular. Cielo parcialmente nublado, Después y antes de Dios y El mapa de Sara, mis novelas más recientes, estaban situadas en Manizales por motivos diversos; una de ellas por la índole provinciana de la ciudad, lejos de los centros de poder; otra porque se basa en sucesos que forman parte de cierta historia negra que nos es propia, que desde el punto de vista narrativo requería de nuestra particular idiosincrasia, y El mapa de Sara porque se originó hace mucho tiempo, en relación con hecho marginales de mi vida. El deseo de revivir la Sulaco de Joseph Conrad es también muy viejo, y cuando apareció la historia propicia no tuve ninguna duda, ni me planteé si abandonaba o no a Manizales. No es un tema que me trasnoche. Yo voy a donde mis obsesiones literarias me lleven.
*Editora de Papel Salmón.
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