Los colombianos somos raros. Tiene que venir alguien de afuera para convencernos de disfrutar la alegría por haber alcanzado la paz de una guerra que afectó a varias generaciones. Eso logró Francisco con su visita de cuatro días a Colombia. Todos nos unimos para escuchar sus palabras, para admirar su sencillez, su devoción por los más pobres y vulnerables. El papa Francisco llegó con tres mensajes que en mi opinión calaron hondo en los colombianos.
El primero es el mensaje de la humildad. Vestido como siempre, sin pompa ni ornato, recorrió nuestra geografía nacional dejándose saludar por la gente, abrazando a los más humildes. Siempre tuvo un gesto de atención por las manifestaciones de cariño de las víctimas, los jóvenes en proceso de rehabilitación, los pobres de Cartagena.
La humildad de Francisco está ligada al segundo mensaje: detener el consumo para salvar el planeta. En su encíclica Laudato Si’ el papa aboga por acciones urgentes para mitigar los efectos del cambio climático y centra su propuesta en reducir drásticamente el consumismo en todo el mundo.
Providencialmente durante su visita asistimos a una racha de huracanes en el Caribe con una potencia destructora inusitada, que nos señalan que el problema va en serio y que es hora de tomar acciones urgentes y definitivas. También tuvimos una conferencia de dos días en la Universidad Javeriana promovida por la Pontificia Academia de la Ciencia, destinada a formular una declaración del derecho al agua como derecho a la paz, en la cual participamos representantes de diversas organizaciones nacionales e internacionales, incluidos el Gobierno Nacional, diferentes etnias indígenas, representantes de las Farc y la iglesia.
El tercer mensaje tiene el poder de una revolución: el diablo entra por el bolsillo. El sentido principal parece ser la lucha contra la corrupción. Siempre que manejamos dinero ajeno corremos el riesgo de dejarnos seducir por la tentación de apropiarnos de esta riqueza. Ese es el diablo de la corrupción. Pero también pienso que Francisco se refiere a la centralidad que tiene el dinero en la vida de la sociedad hoy en día. Todo se hace por plata. Esta centralidad está matando el planeta.
El afán del dinero pasa por encima de la solidaridad entre los seres humanos y por encima de las consecuencias ambientales de nuestras intervenciones sobre la naturaleza. Hoy por dinero se destruyen las montañas, se contaminan los ríos y hasta se traslada a comunidades enteras de sus hábitats naturales para poder explotar el subsuelo. En nombre de la rentabilidad incluso se ha retardado la implementación de opciones distintas a los combustibles fósiles para mover el transporte en el mundo, con graves consecuencias sobre la atmósfera.
¿Qué tan difícil nos resultará asumir los cambios que nos proponen estos tres mensajes? Quizás depende del sector de la sociedad de que se trate. Para indígenas y campesinos probablemente sea más sencillo que para personas que viven en los ambientes de las grandes ciudades. Pero el papa Francisco nos señala que todos estamos en posibilidad de hacerlo y que en realidad solo se trata de dar el primer paso. Tan sencillo como eso.
¿Cuándo estamos dispuestos a empezar?
____
Javier Enrique Moncayo
Director Ejecutivo PDPMC
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015