Perdiéndome por primera vez, hasta donde recuerdo, el tradicional desfile militar, este año decidí pasar el 20 de Julio junto a mi abuela en su finquita cacaotera. Pasado el medio día, me senté dispuesto a escuchar el discurso del Presidente de la República en la instalación del Congreso para este año, cuando escuché la aguda voz de mi abuela pronunciando improperios contra el primer mandatario, rematando con la frase que muchas veces le había escuchado: “La gente decente no se mete en política”.
Ya había escuchado frases similares, sobre todo de personas con edad avanzada, que conducen a una misma dirección: la de evitar que la juventud caiga en el “error” de involucrarse en la política, porque la política es corrupta por naturaleza, “en cualquier parte donde usted prende un televisor, un radio o cualquier aparato, lo que usted oye es corrupción, no se habla sino de eso, todo es corrupción… Entonces, de qué se pega uno… ¡De qué! ¡A favor de qué! ¡Todo es corrupción! (…) Usted apenas está empezando a medio abrir los ojos, nosotros ya los tenemos abiertos, ya estamos cansados.” 1
Sin embargo hay quienes consideramos, a diferencia de los que aseveran que “la juventud de hoy no sirve para nada” 3, que la juventud es la única que puede consolidar y mantener en el tiempo los cambios políticos del país. Los jóvenes de hoy, en algo más de una década, tomarán las decisiones en los temas más urgentes para los territorios, “claro… habrán personas que le van a meter la ficha y harán bien, como lo han venido haciendo, otras personas se motivaran, y querrán cambiar el mundo.” 2, por lo tanto debe preparárseles para tal misión.
Recorrían estas palabras mi mente, ya anochecía, vi a mi abuela que iniciaba un rosario para recuperar su esperanza y el ánimo que le han mermado las difíciles situaciones que ha soportado, y, llegó a mi cabeza el episodio que el apóstol Mateo relata en su evangelio: “ (…) he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te lo diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.” (Mateo 2:13)
El Rey Herodes, autoridad legítima del pueblo judío en aquel tiempo, quería asesinar a Jesús, al mesías, al que traería libertad y un nuevo orden para el pueblo de Dios con su gobierno de Paz (4). Jesús es considerado la representación de la esperanza en tiempos difíciles, la posibilidad de un cambio, de un mejor porvenir: la garantía de un futuro. Lo anterior me hizo recordar que en medio de un panorama tan lúgubre como el de la realidad política en nuestra democracia, se abren puertas para un cambio en el orden de las cosas, “hay muchos que quieren que llegue a mejorar… no creo en la desesperanza… si yo empiezo a hablar con un señor pues no me dejaría influenciar… la esperanza es lo último que se pierde; yo seguiría.” 2
Los jóvenes, inevitablemente tendremos que asumir las decisiones en nuestra sociedad. Estamos llenos de energía y contamos con una forma distinta de ver las relaciones humanas y con la naturaleza. No obstante, de la misma manera en que Herodes quiso perpetuar su poder acabando con la vida de quien traería la Paz y Esperanza al mundo, una considerable cantidad de adultos vienen condenando esas nuevas ideas políticas, subestimando esa nueva forma de concebir la política, desconociendo esa promesa de un futuro mejor, esta es la razón por la cual el grupo poblacional con menor participación electoral se encuentra entre los 18 y 33 años.7
Ha venido asesinándose la opinión política de los jóvenes, perpetuando esa autoridad de la tradición política que justifica la corrupción como algo intocable, y la política como una labor para bandidos, silenciando visiones como la de una joven madre que afirma: “La política es necesaria porque tiene haber una persona que lidere… tiene que ser una cosa que sea para todos, esa sí debe ser para todos, porque si todos vamos por nuestros intereses personales entonces cómo vamos a quedar… para mí el liderazgo es importante, pero una cosa es liderar bien y otra cosa es liderar mal o la corrupción…” 8
No es una consigna evangelizadora, pero puede considerarse que los adultos han asumido el papel de Herodes. Es probable que no sea un comportamiento premeditado de su parte. Lo que sí pudo haber pasado, es que ellos también fueron alcanzados por el infanticida Poder de Herodes, que desde su juventud a muchos les arrancó la esperanza y el ánimo de alcanzar una vida mejor, de habitar en una comunidad en la que los problemas no sean resueltos a la fuerza y la Paz sea el principal objetivo de la vida colectiva. Los adultos deben darles a los jóvenes la garantía de tener un compañero para el camino que inician, deben darles una opción, sobre todo a los que ven en el camino del liderazgo comunitario un digno estilo de vida.
¿Qué papel asumiremos? ¿Seremos Herodes o apóstoles?
Edwar Machado Trabajador Social - PDPMC
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