El próximo 26 de agosto iremos nuevamente a las urnas, esta vez para votar los 7 artículos de la consulta anticorrupción. Un reto gigantesco si se tiene en cuenta que solo será válida si acudimos a votar un poco más de 12 millones de colombianos. Pero pudimos vencer a la guerra, podremos vencer a la corrupción. Así nos tome años.
Se pide a los colombianos con esta consulta que le den fuerza de ley a una serie de restricciones a los administradores públicos para detener el atractivo de la corrupción. Actualmente este flagelo se come un poco más del 25% del presupuesto de la nación. ¡Así ningún bolsillo alcanza!
Pero la consulta también quiere limitar el salario de los altos funcionarios del Estado, incluidos los congresistas, ministros y presidente de la República. De un sueldo actual cercano a los 40 millones de pesos mensuales (sí, leyó bien: ¡Cuarenta millones mensuales!), se propone establecer un máximo de 19 millones al mes. ¡Y el peleón que hay que dar para que el salario mínimo suba 40 mil pesos año tras año!
Pero lo más difícil de vencer la corrupción es el atractivo que tiene. Finalmente, lo que se ofrece es plata, y ante esto muy poca gente se resiste. La repartida de millones favorece rápidamente a unos pocos, y afecta a largo plazo a muchos, Pero esos muchos no son los que toman las decisiones sobre proyectos y contratos. Así que la consulta propone también que haya una participación más activa de la comunidad en todos los procesos de contratación pública. Además, que sea obligatorio mostrar las declaraciones de renta de los funcionarios que toman las decisiones para ver si aparece un enriquecimiento inexplicado.
Los aspectos culturales de la corrupción son todavía más complicados de vencer. Tenemos la cultura de “haga plata honradamente, mijo; pero si no se puede, haga plata”. Es la cultura del vivo y el bobo, siendo el vivo el que se enriquece y el bobo el que no aprovecha.
En general el corrupto es muy popular, porque derrocha dádivas con las personas para mantener una relación de “dejar hacer”. El corrupto ama los homenajes y ofrece homenajes a gente que considera honesta, para “untarse” un poco con la buena imagen. A su vez, el corrupto tiene poder; con el dinero puede comprar decisiones, modificar investigaciones e incluso acallar a los denunciantes, muchas veces con la muerte.
La paz y la lucha contra la corrupción se parecen mucho. El acuerdo de paz apenas fue el comienzo de una lucha que durará décadas hasta tener un país civilizado, basado en los derechos y donde se respete la vida como un bien sagrado. La consulta, si se gana, será apenas un comienzo, un gran llamado de alerta para que vayamos cambiando la forma de criar a nuestros hijos en la honestidad y la transparencia, y en donde todos los ciudadanos nos apropiemos de nuestro rol y nuestras posibilidades para contener este cáncer que corroe nuestro futuro.
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Javier Moncayo Plata
Director Ejecutivo PDPMC
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