Hace unas décadas el agua era gratis, abundante y buena. En cualquier casa le daban un vaso de agua a uno, las casas se lavaban una vez al mes y los bomberos acostumbraban a lavar las principales calles de los pueblos.
Pero hemos crecido en número de habitantes, hemos destruido de manera creciente nuestros bosques, que son las fábricas de agua, y no hemos aprendido a ahorrar. Además el agua ha demostrado ser la fuente de energía más segura, menos contaminante y más fácil de acumular, haciendo que su uso para la generación eléctrica se convierta en uno de los más apetecidos.
Incluso hay quienes hablan de las futuras “guerras por el agua”, significando que la humanidad dejará atrás las guerras por la tierra, por el petróleo y se enfrascará en nuevas aventuras bélicas para ganar el dominio sobre el agua.
Curiosamente, en Colombia, y en este rinconcito del Oriente de Caldas, nosotros ya pasamos por las guerras del agua y ahora estamos en las “paces por el agua”. Hablo de la experiencia que hemos adelantado con motivo del conflicto generado por los múltiples intereses sobre el agua de una de nuestras principales cuencas, la del río Guarinó.
La cuenca venía deteriorándose por la deforestación, la ganadería, el uso de agroquímicos en los cultivos de café y papa, el vertimiento de aguas residuales de las fincas campesinas y de los centros urbanos. Dos de estos importantes centros de la cuenca, Victoria y La Dorada, mejoraron su suministro de agua al tomarla del río Guarinó. Y entonces la industria de generación eléctrica requirió del desvío de parte de su cauce para aumentar la capacidad de generación de la hidroeléctrica de La Miel, con lo cual se exacerbaron las tensiones por los diferentes usos. Parecía que solo mediante el enfrentamiento entre actores iba a resolverse quien aprovecharía el mayor potencial del río. Era una situación de todos contra todos por quedarse con el premio mayor.
No obstante, no ocurrió así. En un ejercicio magistral de construcción de paz, los actores decidieron cambiar este escenario de competencia por uno de cooperación. La pregunta sugerida era la siguiente: ¿qué pasaría si todos trabajamos por la recuperación de la cuenca, de manera que todos podamos disfrutar del agua?
Así nació el Plan de Acción Inmediato para la recuperación de la cuenca del río Guarinó – PAI, que después cambió a Plan de Acción Integral y que ha tenido una duración de 8 años. El propósito del PAI es recuperar la cuenca y la forma de lograrlo ha sido mediante la acción conjunta de todos los actores: alcaldías, corporaciones Ambientales (CORTOLIMA – CORPOCALDAS), organizaciones comunitarias y empresa (ISAGEN). En los 8 años de duración el PAI ha invertido más de 10 mil millones de pesos en la recuperación de la cuenca. Esto incluye obras civiles para protección de taludes, obras de bioingeniería, reforestación de cuencas, cambio de modelos productivos en ganadería y caficultura, mejoramiento de sistemas sanitarios en los hogares campesinos, dotación de estufas ecoeficientes para reducir consumo de leña y lo más importante, fortalecimiento de las comunidades mediante procesos de capacitación intercambio y la graduación de la tercera cohorte de la Escuela de Liderazgo Ambiental.
Todos han aportado: la Alcaldía de La Dorada está adquiriendo predios en el páramo de Marulanda para garantizar la conservación de la fábrica del agua, las alcaldías de Fresno, Marquetalia y Manzanares han invertido en estufas ecoeficientes, las comunidades han empezado a cambiar sus sistemas productivos, todos apuntando a recuperar la capacidad de la cuenca para ofrecer un agua con calidad y suficiencia. Y por supuesto, CORPOCALDAS, CORTOLIMA e ISAGEN han hecho las importantes contribuciones técnicas y financieras a este esfuerzo.
Y por lo menos hasta ahora el agua alcanza para todos: para la represa de La Miel, los acueductos de Victoria y La Dorada y las necesidades de las comunidades ubicadas en la cuenca.
Es muy probable que el cambio climático agrave la escazes del agua en todo el mundo. Y es seguro que esto afectará la cuenca del Guarinó. Pero las instituciones y las comunidades ya están preparadas para enfrentar este reto. Ya han ganado experiencia en las “paces por el agua”. La paz es lo nuestro y lo nuestro es el Magdalena Centro.
Javier Moncayo
Director CPDPMC
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