Papel Salmón
“La adolescencia es un estado emocional no una mera descarga de hormonas que condiciona el desarrollo físico e intelectual de la persona. Se puede crecer, madurar, hacerse adulto, pero en muchos de nosotros pervive el deseo de seguir disfrutando de ese estado de efervescencia vital, de sensibilidad extrema, de erotismo elemental, de confusa sentimentalidad, que teóricamente desaparece o se atempera con la adultez” dice Antonio María Flórez.
Agrega que “nada tiene de malo esa intencionalidad de permanecer o de vivir empecinados en una etapa exuberante y enriquecedora de nuestras vidas que, para algunos, es mera negación del paso del tiempo, mera nostalgia del ayer, la no asunción del fracaso de muchos de nuestros anhelos afectivos”.
Y termina señalando que “Sueños eróticos de un adolescente empedernido sea un poco esto, la voluntad de nunca crecer afectivamente; pero también, y en todo caso, es un banquete de alegre poesía, vital, audaz, ardiente, a veces lujuriosa; aunque también nostálgica, irónica, y con muchos toques de crítica social, de recomposición de roles y de crónica emocional de nuestro tiempo. ‘Nada existe sin amor’, decía el poeta brasileño Murilo Mendes, ¡cuán cierto! Porque en estos tiempos de interconexión extrema es cuando más solos nos sentimos y por eso debemos concordar con Álvaro Mutis que ‘Hay que inventar una nueva soledad para el deseo’. Y este libro nos ayudará a eso, porque habla precisamente de deseo, de sentimientos, de sueños, de eróticos anhelos que acompañan el trasegar cotidiano de esos seres empeñados en amarse en todo momento con el furor de siempre”.
Nota
Antonio María Flórez nació en Don Benito (Badajoz-España), pero se crió en los Andes colombianos (Marquetalia). Entre sus obras están: Zoo (Poemillas de amor antiecológico) (2003); Desplazados del paraíso (2003); Dalí. El arte de escandalizar (2004), Transmutaciones. Literatura colombiana actual (2009); Bajo tus pies la ciudad (2012); En las fronteras del miedo (2013), y La muerte de Manolete. Crónica en escena (2014).
FULGE
Todo lo que ella es,
fulge.
Todo lo que de ella veo,
se transparenta;
ella es así,
como un sol que nace con el sueño.
La luz de su cuerpo
me ciega.
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Arde su piel,
y me quema.
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TARDE
Es una tarde
muy lenta:
biomecánica del bostezo.
El sueño tira
de mis párpados
y el sol juega
sobre la hierba verde.
Súbito,
me sonríes,
como la última vez.
Recursos del recuerdo.
Lógicamente,
la tarde se detiene
ante tu cuerpo desnudo y transparente
que se fuga
en hilillos de luz
hacia el olvido.
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TERCOS AMANTES
Quisieran recobrar
la noche de sus truncados besos.
Ella se mece al ritmo de sus espumados dedos
y él agita sus banderas desde lo alto de los acantilados.
Sobre el horizonte
se difumina el flujo de sus embates.
La nostalgia se sabe inútil,
el tiempo chirría en la obsesa maquinaria del deseo
y la soledad se empecina en la noria
de los amantes tercos.
Un cuerpo y otro cuerpo
no son dos,
no suman uno,
no son nada,
es la lluvia que colma,
asombro enfebrecido,
el vasto paisaje de sus recuerdos idos.
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A ELLA NO LE GUSTA
A ella no le gusta meterse a la cocina
cuando viene a mi casa:
sus manos son blancas y tersas y huelen a lavanda.
Prefiere que yo la atienda,
porque para eso la invité esta noche.
Hasta tendrá razón.
Si algún día voy a la suya,
preferiría que me atendiera
como yo me lo merezco:
ajiaco de almuerzo
y de postre sus carnosos
labios de melocotón.
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VARIAS VECES LE DIJE
Varias veces le dije que antes de irse
apagara la luz. Pero no lo hizo.
Ahora me debato ante la duda y la impotencia.
No sé si levantarme a buscar el interruptor para cerrarlo
y alcanzar la oscuridad necesaria para poderme dormir,
o quedarme quietecito entre las sábanas,
navegando en los efluvios mareantes
que ella ha dejado en mi piel todavía caliente;
ésta que anhela y ya extraña su cuerpo desnudo
que ha huido de mi lado con las primeras luces del alba,
porque una chica decente y que se respete,
debe desayunar con el marido en su propia casa.
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LAMO
Lamo tu nuca en silencio
mientras el mar refresca tu piel ardiente.
El horizonte es azul pero muy lejano.
En el albero de la playa,
perros y resplandores.
En mi memoria
tus ojos miraban a lo alto,
no sé si a los míos
o al sueño que anhelabas
de embates y espadas.
Era invierno,
no eras libre,
pero danzabas en la arena,
y soñabas.
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