Este poema de Anibal Valencia Ospina, de Aguadas (Caldas), escrito en enero de 1974, aparece en el libro Anibal Valencia Ospina su vida su obra. Cultura aguadeña: su historia, sus personajes, sus instituciones.
MANIZALES CIUDAD DE FERIAS
Cual Manola, ataviada con mantilla
Manizales, ciudad de nieves y oros
lleva al pecho, claveles reventones
para adornar, la fiesta de los toros.
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La heráldica hidalguía del Quijote
lleva en su sangre altiva y soñadora
del Quimbaya, el indómito carácter
y de paisas, la mente soñadora.
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Sobre un agreste pico, de los Andes
las torres de su fe, levantó airosas
para mostrarle al mundo, lo que pueden
hacer unidas, gentes orgullosas.
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De esmeralda y rubí formó con arte
un jardín, de cafetos aromados
y una corona, de cristal y plata
con los hielos del Ruiz, para sus hados.
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Es orgullo de Caldas y Colombia
sus mujeres, son bellas y virtuosas
los hombres hacen, con sus manos rudas
del progreso y la paz metas honrosas.
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Es época de ferias y en la plaza
el sol pinta, de gualda los tendidos
en contraste feliz, con los luceros
de los negros ojazos, encendidos.
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Se oye un clarín y la paciencia explota
los oles ensordecen, el ambiente
mientras los diestros, en perfecta fila
visten de luces, el albero ardiente.
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Llegan pausados, ante el palco de Usía
reverentes, se quitan las monteras,
lanzando luego, sus capotes finos
al balcón, adornado de morenas.
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Luego se abre, la puerta de los sustos
y por ella, veloz sale a la arena
un DosGutiérrez, de afilados cuernos
que hace temblar, el alma más serena.
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Sale el diestro de turno y va a su encuentro
desplegando, el capote con salero
y al embestir el Miura, el gran artista
mil abanicos, borda en el albero.
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Otra vez el clarín, lanza su diana
y sale un picador, sobre su jaca,
lo mira el toro y en veloz carrera
del noble equino, contra el peto arranca.
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Recarga, sus riñones de fiereza
el negro bicho, demostrando brío
el rudo pico, entre las carnes se hunde
como una aguja, de cristal bruñío.
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Muge la res y en su furor salvaje
una y mil veces, a la bestia ataca
y hace que retroceda, temblorosa
cuando al jinete, de su silla saca.
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Hombre y jaca, a la vez caen a la arena
un grito de terror, llena la plaza,
peones y diestros, con prestancia acuden
para burlar, la taurinesca chanza.
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Nuevamente timbales y clarines
el tercio cambian, de la magna fiesta,
mientras sale el piquero, en su caballo
tinta de sangre, la amarilla testa.
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Está quieto, en el centro del anillo
el bravo toro, de negror vestío,
mientras que avanza, majestuoso y lento
un rehiletero, audaz y muy sabio.
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Banderillas en lo alto y paso a paso
hacia el toro, valiente va llegando,
mientras escarba, muge y se revuelve
lanzándose por fin, casi rabiando.
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Las clava sobre el morro, ensangrentado
quedando un abanico, desplegado,
mientras la gente, delirante aplaude
esa suerte feliz, que ha saboreado.
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Se satura, el ambiente del albero
con olores de ron y manzanilla
mientras se abre, una pausa en la faena,
y se prende, una rosa en la mantilla.
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Otra vez, las trompetas estridentes
han ordenado, el cambio de la suerte,
y el matador, con respetuosa venia
solicita permiso, al presidente.
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Brinda a la gente, que su gesto aplaude
y al ruedo lanza, su montera negra,
monta los trastos, de matar y entonces
al mortal enemigo, se le entrega.
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Pases de pecho y pases de muleta
derechazos, templados naturales,
va bordando, en preciosa filigrana
en la historia, ferial de Manizales.
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La muerte, con sus dedos descarnados
la vida quiere, para sí del diestro,
cuando en lance fatal, el toro prende
de su cuerna asesina, al fiel maestro.
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Un rugido de horror, en las gargantas
sacude fuerte, al sorprendido coso,
más la calma, regresa prontamente
cuando el torero, se levanta airoso.
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Vuelve a la carga, con sin par denuedo
enloquecido, el sin igual esteta,
y borracho de aplausos y ovaciones
monta por fin, su espada y su muleta.
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Un silencio de muerte, invade el aire
cuando el diestro, se lanza sobre el miura,
y en volapié perfecto y pinturero
la espada mete, hasta la empuñadura.
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Está herido de muerte, el DosGutiérrez
temblando retrocede, hasta las tablas,
y en agónica lucha, con la vida
cae fulminado, en las arenas blancas.
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Los balcones, se cubren de pañuelos
sombreros cordobeses, caen al ruedo,
y las niñas, de labios sonrosados
le lanzan en claveles, sus anhelos.
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En las manos sangrantes, las orejas
el torero exhibe, como gran trofeo,
y la Perla del Ruiz, siempre galante
su perfil graba, en áureo camafeo.
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Así es la estampa, de esta hermosa tierra
monacal, taurina y laboriosa,
donde el tiempo, eterniza las faenas
y coloca un diamante, en cada rosa.
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