Gilma de los Ríos Tobón*
El pueblo amaneció convulsionado ese domingo. La noche anterior un hombre enfurecido, había disparado contra Fidel Castro, quien se encontraba en un balcón de la plaza principal de La Dorada. El homicida era un borrachito del pueblo, quien enardecido en medio de sus copas, no pudo soportar que ese personaje comunista, lo que equivalía a decir demonio, se plantara tan orondo a la vista de todos.
Iniciaban los años sesenta y el mundo en suspenso esperaba un desenlace de lo que se denominaba guerra fría, que se iniciara al final de la segunda guerra mundial, y tener a Cuba tan cercana como protagonista de una historia que podía desatar una guerra nuclear, aumentaba la zozobra. Y la exposición de figuras de cera de Jesús Franco, hasta el momento de poca asistencia, se convirtió en lugar de romería. Todos querían corroborar como había sido de certero el disparo, en el pecho del líder cubano.
Sus figuras ya habían incursionado en los personajes políticos, como cuando hizo la de Gaitán muerto y que adquirió tal realismo, que al exhibirla en un ataúd recibió pésames de algunos despistados con la historia e impactó a quienes aún lloraban al líder. Este trabajo en cera, convertido en su Museo de Cera dejó tantos relatos, como todos sus otros proyectos y realizaciones.
En esa época dice el maestro, la gente no pensaba en comprar arte. Y aunque se admiraba el talento de quienes pintaban, “siempre, dice Jesús sonriendo, se pedía el cuadro de regalo”. De pronto los que tenían reproducciones traídas de Europa de autorretratos, empezaron a encargar los suyos, pero como sabemos el poder adquisitivo para estas cosas, estaba en pocas manos y no era usual pensar en invertir en arte.
Supe por el maestro Jesús, a quien muchos llamamos con cariño Chucho, en nuestras largas charlas, de las vivencias de sus años de infancia, y de esa cercanía con su madre Aura, nombre que es ahora el de una de sus hijas, reconocida abogada. De cómo se volvió acompañante y asistente de su mamá, cuando ella en un acto generoso iba a leer oraciones a los enfermos o moribundos. Una labor de estas, sin duda requiere máxima empatía, y esta valiosa cualidad sin duda quedó en Jesús, solidario siempre con los humanos y animales.
Con esa chispa en los ojos al recordar sucesos que lo emocionan, cuenta cómo le gustaba ir a escuchar los jóvenes que estudiaban en capitales, fuera de Sevilla, y cómo soñaba en lograr estudiar y aprender lo más posible. La historia sangrienta de las violencias de nuestra patria, lo llevaron como a muchos niños, a vivirla de cerca y a aprender a sobrellevarla, y siempre llegan preguntas sin respuesta, tratando de entender lo absurdo de esas guerras fratricidas. Al tiempo, para los que las han vivido o son más conscientes, el constatar las injusticias sociales en la desigualdad de oportunidades o privación de derechos fundamentales, también resulta incomprensible. Así, imagino, surgió la rebeldía del hombre crítico que ha sido siempre.
Luego llegaría un logro que daría inicio a su encuentro pleno con el arte, cuando arribó a esta tierra desde Sevilla, a estudiar en la Escuela de Arte de Manizales. En ella aprendió todas las técnicas, grabado, dibujo, carboncillo, escultura, pintura etc. Y con ellas y las disciplinas que las rodeaban, como la arquitectura, el diseño textil, etc, pudo seguir su lucha para realizar su sueño y necesidad vital de pintar.
Jesús había quedado viudo de su primera esposa con varios hijos, y se ingeniaba maneras de vincular su talento a lo que fuera. Vendría después un segundo matrimonio.
Pero después de muchas luchas y concluir sus estudios de arte, llegó un trabajo que lo colmó: ser maestro en Bellas Artes, como se llamaría entonces la antigua Escuela, y allí no solo pudo crear escuela de acuarelistas, sino que muchos años después seguiría dando clases de acuarela, a la que dice llegó tardíamente y por la que fuera reconocido en la nación. En Bellas Artes también conoció a Oliva Manchola, Licenciada en Música, quien llegaba de Ibagué a enseñar, y fuera después Decana de Bellas Artes. Con ella formaría una bella familia, que ya tiene más de 40 años.
Para mí es un placer escribir sobre él, aunque uno sabe de entrada que con una vida tan plena y prolífica, siempre se quedará corto, y que además han sido muchos los escritos sobre él, lo que hace inevitable no repetir datos o anécdotas.
Las acuarelas del maestro las había conocido antes de volver a Manizales, por un regalo que le hicieron a mi hermano Herman, del libro Las acuarelas de Jesús Franco, un testimonio necesario, de Néstor Gustavo Díaz, con textos de él y bellas reproducciones de acuarelas de alta calidad, en edición de la Gobernación de Caldas, de 1981. De inmediato nos atrapó ese bello trabajo, que no sólo tenía toda la perfección de una acuarela, sino que a la vez rescataba los paisajes y lugares que han sostenido nuestra historia y que nosotros amábamos. Estos pueblos sencillos colmados de recuerdos, de gente y frutos buenos, tienen esa belleza natural que es bálsamo en el cerebro y en el alma. Herman quedó tan encantado con las acuarelas, que escribió un artículo que publicó LA PATRIA.
Cuando volví a mi tierra en ejercicio como Comunicadora, a trabajar con el gremio cafetero y a dirigir el periódico El Caficultor, un amigo del maestro conociendo mi admiración por él, me dijo que me lo presentaría, y previa solicitud para nuestra visita, me llevó a la bella Arcadia. El recibimiento fue un abrazo grande con una amplia sonrisa, como si llegara alguien de su familia. Luego de recibir las atenciones de su siempre generosa hospitalidad, nos mostró su museo propio, que cobra aún más belleza en ese entorno, resaltando su orgulloso origen campesino, cercano a la tierra y al paisaje, como el de ese refugio ecológico que habita. Y en medio de historias deliciosas contadas con esa contundencia y sencillez, también llegaron los brindis, la música que siempre lo acompaña, y al salir ya me sentía su amiga y su alumna de vida, ya que no tuve el don de pintar.
Tiempo después, uno de los proyectos que emprendí con el periódico, fue dedicar un ejemplar a cada municipio de Caldas, y lograr que además de información cafetera, se encontrara la historia e información actualizada de su pueblo, en una época donde muchas obras eran realizadas por el gremio cafetero. Un día, le pedí con timidez al maestro, que si me facilitaba alguna de sus bellas acuarelas de los pueblos caldenses, para hacer un homenaje a esos territorios cafeteros. Sin dudarlo aceptó mi propuesta, y fue emocionante ver después algunas en El Caficultor, y constatar el amor con que guardaban esos periódicos los habitantes de esos queridos pueblos caldenses.
En La Arcadia, ese lugar mágico que propicia todo lo fraternal y estético, se repetirían inolvidables tertulias, con personajes de diversas disciplinas, que eran acogidos afectuosamente. Y todos los temas se abordaban sin temor, a pesar de diferencias conceptuales o ideológicas, en un ambiente de armoniosa y alegre convivencia. Y esta amistad se hizo extensiva a la querida Oliva y a sus hijos menores y mayores.
Nos encontraríamos después en Bogotá, donde pude acompañarlo a la Condecoración Alejandro Gutiérrez que se le otorgara, al igual que al Maestro David Manzur en la Feria del Libro, y donde pude leer algunas palabras celebrándolo. Luego en la Galería Santillana en una hermosa exposición, con la grata compañía de un amable anfitrión y conversador inigualable, como el doctor Belisario Betancur. A todos expresaba el expresidente su admiración por la obra del maestro Jesús, y cómo despertaba en su alma recuerdos entrañables.
Pero volviendo al trabajo del maestro, se hubiera podido quedar pintando estos hermosos paisajes nuestros que a todos nos llegan y emocionan. Pero él no es un hombre que se conforma y siempre busca nuevos retos. Abordaría luego una nueva experiencia de pintar acuarelas de arte abstracto, y después al surrealismo, y con él a esa gran exposición con la que celebrara sus 90 años, sueño que tuvo mucho antes, y que permaneció por varios meses en el Fundadores, denominada “Imágenes fragmentadas para mirar el mundo”. Fui afortunada de alcanzar a verla en su compañía, y comentar con él los bellos cuadros que nos llevan a ese mundo onírico y profundo. Ese lenguaje interior que cuando es trabajado limpiamente, con belleza y rigor en la técnica, y salido de un alma honda que quiere expresarse, logra plasmar las grandes contradicciones que nos habitan.
Cualquier subconsciente puede dejar fluir sus sinos, en este derroche de colores que concretan dilemas y sentires. Se atreve a mostrar el desbocado fluir de todo lo que nos habita, más allá de la lógica o del intento de atrapar un concepto en una palabra. Pero los contrarios de esta dialéctica de colores y formas contundentes, se resuelven al final en una pequeña luz, o fuga de color, o se hace evidente en una profunda armonía en medio de esa fuerza, que nos recuerda que el principio de la lucha de opuestos, también es unidad.
Y es que estos contenidos profundos no solo están en su pintura, sino que nacen de un hombre que reflexiona, lee, busca estar informado, filosofa y debate. Un hombre sencillo, opuesto a la prepotencia que tanto se asocia con el éxito. Hombre del que se puede aprender mucho y que sigue enseñando a través de su arte y su palabra.
Con esta ya han sido más de 17 exposiciones, nacionales e internacionales, y tres bellos libros sobre su obra o donde se resalta con amplitud, como el último de la Gobernación de Caldas, 90 años, Caldas en las acuarelas de noviembre de 2019. También han sido muchos los reconocimientos y premios, y muchos los escritores que han escrito sobre su obra como Otto Morales Benítez, José Fernando Marín, Pedro Felipe Hoyos, José Miguel Alzate, y poetas como Jorge Robledo Ortiz, Carmelina Soto, Dora Castellanos, Antonio Mejía, Lucía Corrales y otros, entre los que me incluyo.
Uno puede decir con certeza que es una vida plena, de múltiples realizaciones, y que ha sido un gran aporte a nuestra cultura, mientras nos ha enaltecido, alegrado y enriquecido la vida. Pero Jesús no detiene su búsqueda, y seguro ahora estará emprendiendo otra aventura estética y reflexiva con su arte. Con alegría y gratitud, celebro su existencia y amistad, querido Maestro, su hermoso legado a esta tierra y al país, y celebro su energía y talento, siempre tras la belleza y contenido, en este mundo necesario del arte, que alimenta y sostiene nuestro existir.
*Poeta.
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