Jorge Abel Carmona Morales*
David Mackenzie se avizora como uno de los directores más relevantes de las próximas décadas. De su Comanchería se advirtieron los mejores comentarios no sólo por el público especializado sino por la crítica purista. En esa obra, se contaba la historia de dos hermanos que robaron un banco para salvar una granja familiar. Más que esa simple advertencia de historia, esa película es un viaje al corazón de las profundidades estadounidenses, que llega a desplegar una bella estética que atmosféricamente muestra al ser humano solo ante el espacio físico pero sobre todo a la indiferencia y a la frialdad del otro frente a los problemas propios.
Ahora, ese director nos presenta una obra que seguramente viene concebida desde su entraña como persona que ha nacido en un país acostumbrado al autoritarismo del imperio inglés. El legítimo rey es protagonizada por el buen actor californiano, Chris Pine, de 38 años, cuya participación en Comanchería tuvo buena recepción del público. La historia es la de un hombre con título pero sin poder, un rey con una corona de poco peso, porque la guerra de rebelión emprendida por el revolucionario William Wallace fue apaciguada sangrientamente por los ingleses y había dejado sumidos en la confusión a los escoceses que se desperdigaron para la lucha en los innumerables clanes. El rey Roberto I Bruce asume entonces las banderas de Wallace por motivos egoístas primero por sentir vulnerado su derecho de sucesión y luego por las injusticias cometidas por el rey Eduardo I de Inglaterra, a quien le habían jurado lealtad. De ahí en adelante, la película reitera los atropellos físicos y psicológicos contra los humildes campesinos escoceses. La rebelión es una muestra de la enjundia de unos pocos soldados que no permitieron la opresión del imperio hasta que pactaron la tregua los dos reinos en el año 1302.
Foto/Tomada de https://bit.ly/2LG1j4Q //Papel Salmón
Escena de la película El rey legítimo del director escocés David Mackenzie.
Desde el juramento de lealtad al rey de Inglaterra, la ruptura con aquel debido al excesivo régimen tributario y a la confrontación con el imperio, el director construye una atmósfera opaca como si el paisaje determinara las oscuras intenciones del ejército de Eduardo I. Como telón de fondo las nubes, los suelos pantanosos y las montañas que adivinan mal tiempo, la película es enfática en que la naturaleza, al estilo shakespereano, extiende sus ecos en la personalidad de los seres humanos. El mundo físico tiene vida y habla por la boca de los hombres. Además, sin la espectacularidad bélica de Bravehearth, pero con la sobriedad de una película menos comercial, El rey legítimo construye toda una personalidad a los principales individuos: a Roberto I Bruce, le endilga razones de peso político pero no especialmente las personales, para justificar su levantamiento ante los ingleses. La relación que establece con su reina se teje lentamente, con plena relevancia para la historia. Pequeños detalles como la marcada autoridad de los hombres sobre las mujeres, pero también el amor que se genera entre ellos (mostrado correctamente en la escena de cama), aunado al respeto religioso a la sucesión entre los herederos de la corona, particularmente entre hermanos, suman a la calidad de la obra. También, el director no es muy atenuador de las escenas que denotan una gran cantidad de violencia; la sangre, al igual que en Bravehearth, corre desmedidamente por los suelos escoceses. La astucia de un ejército, prácticamente de descamisados, es un factor común con la película referenciada y que se observa en los últimos veinte minutos de aquélla. El engaño del terreno fangoso donde el ejército rebelde acribilla al ejército inglés se mueve en una burbuja de inverosimilitud porque este ya había transitado miles de veces por esa topografía agreste. El paisaje es un infierno poderoso para quien desconoce sus numerosos baches, pero se convierte en el paraíso para los celtas que han luchado toda su historia con sus inclemencias.
Un lugar especial en la película es el del plano secuencia largo, en el cual los nobles escoceses conciertan obediencia al imperio inglés. Su inicio está en el interior de una tienda. En ésta se encuentran Eduardo I de Inglaterra, sus cuatro hijos incluido el heredero al trono, Roberto I de Bruce, su padre el legítimo rey de escocia y sus hijos, y sigue con una salida continuada de la cámara que acompaña a varios de los asistentes a la reunión; para finalizar en una batalla entre Roberto I de Bruce y el heredero al trono inglés, que se convierte en un preámbulo de la confrontación final entre los dos reyes a campo abierto. El plano-secuencia, denota un dominio admirable de los recursos técnicos y estéticos del cine para poner al espectador en una atmósfera inicial de tensiones entre los nobles.
Finalmente, El legítimo rey, a pesar de sus imprecisiones históricas (como el asesinato por mano propia de Cumin, el noble escocés también heredero al trono, cuando quienes en realidad lo mataron fueron sus lugartenientes), no mella la calidad de la obra porque se entiende que las funciones estéticas se enriquecen con las licencias históricas. Con esta película, Chris Pine se muestra como un hombre de confianza de un buen artista que ya eligió a su actor fetiche. Si bien, esta obra no tiene la altura estética de Comanchería, se convierte en una ratificación del trabajo bien planificado de un hombre que lleva más de 16 años de carrera, pero que apenas ahora logra un reconocimiento importante.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015