Jorge Abel Carmona Morales*
De las obras llenas de vértigo tan consumidas por los espectadores occidentales, este director surcoreano, se desmarca con una obra adaptada de la novela de la escritora británica Sarah Waters que tiene por título Figersmith. Chan-Wook Park viene precedido de títulos como Simpathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Lady Vengeance, llamada muy publicitariamente, “La trilogía de la venganza”. Recientemente continuó con sus demostraciones grandilocuentes con la película Snowpiercer una pieza distópica que intenta mostrar la segregación económica de clases sociales apiñadas en un tren del futuro. Pero, ahora, por obra de magia, el cineasta coreano aparece con esta obra de características distintas y hasta diría uno, que opuestas a las pretensiones anteriores.
Handmaiden viene rotulada por una novela que la precede y además con las dificultades propias de las adaptaciones literarias que deben ceder quizás algunos de sus propósitos estéticos en aras de facilitar el paso de un género a otro, completamente distinto. Con todo y eso, el artista audiovisual ha encontrado la clave para reconfigurar un universo literario por medio de imágenes cinematográficas, sin perder eso que podría enlazar ambos lenguajes: la poesía.
Cuatro historias
Como un culebrón del más puro estilo mexicano, la historia nos recrea las interrelaciones de cuatro personajes que por las ambiciones humanas terminan enredados en un asunto tenebroso. Dos hombres y dos mujeres con intenciones disímiles pero de uno u otro modo justificables por las condiciones contextuales que rodean ese ambiente cultural de los años treinta entre dos mundos: el oriental y el occidental, manipulan la vida de dos mujeres jóvenes que, entre ellas, terminan desatando la más fuerte de las pasiones. Esta obsesión es un sello característico de Sarah Waters, pues sus personajes giran en torno a historias de mujeres que tejen relaciones lésbicas y por las cuales descorren el resto de los personajes de sus obras. En la obra hay todo tipo de recreaciones a un submundo que contribuye a que la historia tenga un halo de misterio. Las prácticas sadomasoquistas se entremezclan con las imágenes más enternecedoras que un espectador pueda observar en una relación repleta de amor y de odio. Y por eso la película es una obra valiosa que desnuda las pasiones en toda su dimensión, exactamente como son en la vida y por la cual las obras estéticas realmente valen la pena.
En la obra, el director pretende también mostrar las cuatro historias desde distintas miradas. Cuando alguno de los personajes cree en las intenciones de alguien, desde la otra mirada ese otro, está planificando lo contrario. Con esta apuesta audiovisual el director recurre a una hermenéutica de los personajes que brinda una enorme riqueza a las posibilidades de la historia. No sólo la narra prolijamente sino que se adentra en los distintos puntos de los personajes como una posibilidad de ampliar las miradas de los seres humanos. La dificultad de este propósito multivisor, radica en las exactitudes de racord que permiten seguir con precisión la continuidad de las secuencias sin perjuicio de la comprensión que el espectador pudiera tener de la obra.
Una creación de estilo
De los retos desprendidos de esta obra estética, la ambientación lograda por los diseñadores de vestuario y los directores de arte surge una creación de un estilo atildado y elegante que recrea perfectamente el contexto que muestra la arquitectura inglesa retrotraída en contextos coreano-japoneses. A este acierto de los productores, la elección del reparto es un acicate de buen gusto, pues los actores constituyen verdaderas estrellas del cine coreano. Además de la experiencia, se suman actores jóvenes que conocen bien el oficio. Y este detalle, no menor se convierte en uno de los pilares de la obra, pues las exigencias contempladas en los papeles requieren de profesionales de la actuación: Kim Min-Hee, Jung Woo-Ha, Kim Tae-Ri y Jin-Woong Cho.
Las escenas íntimas entre las dos actrices, están cargadas de dificultades por la sensibilidad estética que el director quería mostrar en varias de las secuencias. Más allá de la historia, una conspiración de bandidos, hallamos una mirada muy femenina de un artista que no es precisamente admirado por este tipo de propuestas. El cuidado de la piel, el entrelazamiento de las extremidades, las miradas, son todo un canto al amor que, por azares del destino, no puede realizarse plenamente. Handmaiden es una sutil espiración de un erotismo desbordado que el amor no correspondido permite brevemente.
Un director con actitud de camaleón
Chan-Wook Park entra definitivamente en el mundo de los camaleones cinematográficos. Es capaz de hacer películas de poco valor estético, puede hacer películas buenas de mucho éxito en taquilla y puede hacer buenas películas en donde también se siente que camina con gracia. De las piruetas fílmicas de Oldboy puede pasar sin solución de continuidad a una obra toda virtud como Handmaiden. No sólo por su procedencia asiática, el director se parece en su trayectoria a hombres tan valiosos como Zhang Yimou o Ang Lee, capaces de desencantarnos hasta el abismo pero también de hacernos lanzar los más grandes elogios por su buen trabajo.
De lleno, estos artistas ya son celebridades en el cine de Hollywood, que ya ha extendido sus raíces a todas las geografías posibles con la costumbre de cooptar a los talentos artísticos, como ha venido haciéndolo con los directores provenientes de Europa que vienen huyendo de las conflagraciones.
*Antropólogo. Magister en Filosofía U. de Caldas.
Una obra adaptada de la novela de la escritora británica Sarah Waters que tiene por título Figersmith.
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