María Hilda Sánchez Jiménez*
Estoy frente a Beatriz Zuluaga de Morales, una mujer colombiana reconocida por su trayectoria en la poesía, por la forma como nos ha logrado transmitir a los colombianos, como también a intelectuales de América Latina sus versos, para compartir la vida a través de sus escritos. Ha sido una persona que para Manizales es símbolo, no sólo por lo que ha escrito, sino también por su trayectoria como persona. Una escritora que para las nuevas generaciones ha sido un ídolo de referencia fabulosa. Abrió muchos caminos en una sociedad que se ha ido considerando muy conservadora en sus ideales. Beatriz dio pasos enormes para que las mujeres tuviéramos un referente en su poesía, su vida, su obra. Permitió mostrar que las mujeres podemos tener muchas expresiones de libertad, por medio de nuestros escritos y acciones. Por eso, para mí representa un gran orgullo estar en frente de esta mujer a quien hago un reconocimiento por su vida profesional y por su obra. A ella le agradezco permitirme compartir parte de su creación literaria en esta corta entrevista que espero llegue a muchos espacios, personas y experiencias de vida.
Beatriz: interrogantes que quizás nos hacemos muchas mujeres de mi generación es: ¿quiénes han tenido la oportunidad de conocer tu obra y poesía? ¿Desde cuándo empezaste a hilar la vida a través de ella? ¿En qué momento surgieron los primeros escritos? ¿Qué era lo que querías expresarle a la humanidad y a nosotras las mujeres? Veo que tú obra también expresó mucho acerca de la vida amorosa y los amigos que han pasado por su vida. Y, en medio de estas preguntas, quisiera que nos comentaras cuándo empiezas a escribir como mujer, para las mujeres de entonces y también para las del futuro.
En el colegio hacíamos acrósticos y cositas así, yo intuía algo dentro de mí, algo que quería expresar y que lo vine a manifestar cuando me fui a vivir a Cali. Allá estaba la violencia del año cincuenta y pico. Primero en Tuluá me tocó muy duro la violencia, tanto que yo vivía a las dos o tres casas del llamado y famoso “Condor Lozano”, sobre quien Gustavo Álvarez Gardeazábal escribió ese libro tan real sobre la violencia: Cóndores no entierran todos los días. Él pasaba todos los días a misa en las mañanas. Yo escribí un poema que nunca pude rescatar sobre esa horrenda época. Entonces, por ahí empezó a voltearme en la cabeza la violencia. Yo soy una persona que como ha pasado con los colombianos, unos más y otros menos, hemos sido vulnerados, heridos y azotados por esta violencia de tantos años.
Foto/Archivo LA PATRIA/Papel Salmón
Beatriz Zuluaga
¿Eso quiere decir que tus primeros escritos tuvieron que ver con la época de la violencia?
La verdad es que si, porque el primer poema que escribí, ¡bastante regularcito!, era sobre ella: “tenían sed los ríos y hambre la tierra, por eso es que sangran y reclinan su agonía”. Yo decía lo que pasaba a diario porque viví la violencia en la puerta de la casa. Me tocaron balaceras en el parque de Tuluá de donde tenía que salir corriendo. Me tocó el asesinato de un Señor Rojas, de unos bandoleros llamados “los Pájaros”. Con decirte que en un solo año hice cuatro o cinco visitas la familia Cruz por su gente asesinada. De modo que la vivencia en la violencia me llevó a escribir muchas cosas. Se me despertó mi sensibilidad social, que ha sido muy marcada en toda mi poesía; aún, en la poesía amorosa. Yo siempre tengo puesta mi mente, mi corazón y alma en la gente desposeída, en la gente que se despierta por la mañana y piensa: “no tengo absolutamente nada por qué vivir, ni casa, ni pan, ni trabajo”. Yo estuve muy cerca de estos asuntos cuando me desempeñé en mi larga carrera en el periodismo. Por ejemplo, cuando uno se sienta a escuchar a los políticos, gente que no está con el pueblo o a los gobiernos que dicen que la pobreza va a bajar, son simples promesas, pues llevamos 150 años en eso y nada cambia. Lo que le queda a uno después de eso es un escepticismo total, total, total.
Dentro de lo que he leído, tu primera obra fue La ciega esperanza en 1961. Eso implica que tus primeros escritos empiezan a darse en los años cincuentas aproximadamente. Una época que además de las violencias partidistas de nuestra historia, aún tienen sus coletazos muy fuertes. Me imagino que para ese tiempo escribir no era fácil y menos siendo mujer. ¿Cómo empezó a salir a la luz pública esta poesía?
Por fortuna los primeros versos fueron en Cali. En ese tiempo me conoció Maruja Vieira, quien me hizo una presentación en un programa cultural que ella tenía en la radio en Cali. La famosa tertulia de Cali había sido inaugurada hacía poco. Ella sacó una revista para conmemorar el primer aniversario. Me pidieron publicar unos poemas. Yo temerosa, al no saber si eso pudiera resultar bien o mal, no fui capaz de firmarlos con mi nombre completo de Beatriz Zuluaga. Horrible, porque la verdad es que uno en esas cosas no puede esconderse detrás de seudónimos. El maestro Llano, el gran poeta, me dijo: “acá las grandes poetisas tienen un apellido, nada de Jaramillo, de Isaza, de Meza, ellas son Marina Meza, Beatriz Zuluaga”. Al maestro Antonio Llanos, un poeta místico que tiene un libro muy bello que se llama La Madre, le debo firmar con mi propio nombre. Un nombre que, además, me ha servido para todo: me ha servido hasta para no ponerme el apellido del marido (risas). A mí no me conocen por el apellido del marido, a mi me conocen como Beatriz Zuluaga y no como Beatriz de Morales, ante lo cual la gente pudiera decir ¿quién podrá ser? He dado la cara con un solo apellido, Beatriz Zuluaga. Ahí regresé a Manizales y ahí empezó todo, mi lucha de seguir mi vida tal y como yo la imaginaba, desde el punto de vista intelectual, espiritual, social, etc. Obviamente una ciudad muy tradicional en esa época, de donde me cuentan que hablaban muy mal de mí, pero yo nunca me di cuenta (risas), no le paré bolas. Me muero de la risa hoy en día, me han podido crucificar en la plaza de Bolívar, en tanto todas tienen amantes, todas se separan, es decir, la pelotera del siglo. Yo seguí mi instinto, pensar en una sola cosa, pensar en mi realización personal, psicológica y espiritual.
En ese momento ¿ya estabas casada con Alberto Villegas?
Sí, estaba casada con Alberto. Dos hijos, estuve un tiempo más o menos separada. Hasta que resultó, porque me estaba quedando solterona, Omar Morales Benitez (risas).
¿Cómo combinaba el tema de la relación de pareja con la poesía? Era una época muy fuerte y conservadora en la que para muchas mujeres las relaciones de pareja podían representar una forma de encerramiento para salir adelante y más en temas de la escritura, la poesía. ¿Cómo hacías para manejar esta situación?
Como te decía, hablaban mal de mí, pero yo nunca me sentí tocada. Algo de esto lo viví en mi familia: “que esta señora es muy liberada, de que esta señora es muy libre, que esta señora piensa una cosa y la otra”. Pero yo en ese momento no me di cuenta. Fui una persona que vivió el futuro en el presente, porque son esas las cosas que se están haciendo con el beneplácito de todo el mundo. De modo que yo nunca tuve un encontrón entre mi vida amorosa y la poesía, o mi vida social y la poesía.
La aparición en la vida tuya de Omar Morales Benítez ¿fue en el campo de la poesía? ¿Cómo fue esta segunda relación? ¿Fue una inspiración para tus poemas? ¿Puedes recordar algunos de ellos?
Yo conocía a los Morales Benítez personalmente, pero a Omar que vivía aquí en Bogotá no lo conocía. No fue un encuentro de casualidad, sino que un amigo de los dos nos presentó. Era el único de los Morales Benítez que no conocía. Me llamó mucho la atención porque, en primer lugar, era un hombre serio, que se movía dentro de la lectura, las letras, la cultura. Eso siempre me ha importado porque veo que el matrimonio debe tener muchos asideros. No basta con decir me enamoré y me casé, no. Me enamoré y es una persona que tiene muchas respuestas para las preguntas mías, ya que se mueve en los mismos campos y es con quien se puede llegar a compartir verdaderamente una vida. Entonces vimos que había una simbiosis y hoy (año 2014) llevamos 37 años, es decir, toda una vida. Ya somos una pareja en la senectud, me parece horrible esa palabra, una pareja viejita, viejita con muchísimas cosas de jóvenes. La verdad es que yo desde el punto de vista amoroso no le había escrito a nadie, sino a lo que yo presentía que era el amor. Él fue la primera persona que en el amor me inspiró, le escribí esto y voy a leerlo, porque es muy significativo cómo el amor despertó en mí un lado poético. Dice así:
Déjame recostar mi sed
junto a tu boca.
Deja la quietud de mis pies
al borde de tus poros.
Dime con esa voz que solo yo conozco
descansa ya detente
no es posible seguir
en busca de más llanto.
Sí, quiero una paz
que se levante diaria
junto a mi sombra,
que vuelvan a mi mesa
el vino y el pan
y a mi lecho el amor.
Desde ahora, descansará mi arco
no más flechas de guerra
en los atardeceres solos.
No más la inútil impaciencia
de rogar un verano,
ni las manos a tientas
buscando recelosa mi propia piel.
Devuélveme en tu rostro
la verdad de mis ojos
y empieza a recorrer mi sangre
en un solo latido
como cuando se piensa un hijo.
Dame el asombro renovado
de tu palabra y también
el silencio que clausura la angustia.
¡Levántame el milagro del olvido!
Esa fue una partida hacia otra etapa de mi vida, porque dice muy claro, “levántame el milagro del olvido”, hasta ahí llegué, ya era otra etapa más madura, ya había encontrado el amor, ya estaba realizado muchas cosas que había perseguido mucho tiempo.
Te encuentras con algo que uno pudiera decir que la vida es antes de y después de, porque cuando uno lee la poesía tuya Beatriz, uno encuentra el reflejo de muchos sentimientos en medio de los cuales uno puede ver ausencias, puede ver el dolor, puede ver la rabia frente a situaciones. Quizás esto se refleja en algunas de tus poesías, de dos, diez renglones. Se patentizan muchos sentimientos. Yo leo tu poesía y en muchas de ellas veo el reflejo del amor, el deseo, la pasión, la intensidad, la fuerza y la posibilidad del sueño y la esperanza. Hay algo que me llama la atención y es como si en medio de todo esto estuviera el amor, el deseo y la esperanza. Cuéntame cómo hace esta mujer Beatriz Zuluaga para poder decirle al mundo que el amor, el deseo y la pasión es esto y también es el dolor, la intensidad, la melancolía. ¿Cómo logras reflejar, cuando te sientas frente al papel, este medio que utilizas para hacerle llegar a uno, este tipo de expresiones y sentimientos a través de tu poesía?
Porque hay una cosa; la palabra vida encierra todo. La palabra vida encierra la esperanza, pero también la tristeza. Encierra la vida intensa y también la muerte. Encierra el apisonamiento y también la desesperanza. Eso responde mucho al momento que se está pasando y éste es el aguijoncito que hay en el cerebro para tomar un tema que aun está muy vivo en la cabeza y en la parte anímica. Yo creo que escribo de todo. He tratado de reflejar mi vida, pero también reflejar a los demás para que cuando me lean digan, si yo escribiera lo habría dicho así o habría expresado esto. Tengo una anécdota y es en torno a un poema que ha tenido mucha trascendencia que se llama: “Si preguntan por mí”, porque me imagino que los poetas como los cantantes tienen su hito. Este poema lo publicó la revista Aleph de Manizales. Un manuscrito de mi letra. Enseguida me llamó Oscar Jurado, que en paz descanse, “¡como así Beatriz que entregaste el poema a Aleph, sin haberlo visto antes! Mira, lo que quiero decirte es lo siguiente: en las cantinas y las tiendas de Manizales se está recitando tu poema en medios de copas y aguardientes”. Me dije: “ahora sí encontré el destino para mi poesía, que alcen una copa y brinden por eso, un poema que trae amor, desesperanza, pero que llegue al corazón y, aun más, al corazón del pueblo”.
Sí. A propósito, esta poesía “Si preguntan por mí”, que es el título de la antología tuya publicado por la Universidad de Caldas, es una poesía que uno lee y es un acto de libertad. Fue la sensación que sentí cuando la leí. Afortunadamente la tengo en mi apartamento.
Y yo no la tengo, para que veas (risas).
Es un póster muy lindo, que además lo tengo a la entrada de mi cuarto. Para mí, esta poesía refleja una expresión de libertad. Es como si uno estuviera en una casa esperando que llegara algo que no llega. Cuando estamos en esa situación, generalmente sentimos el encierro, dependiendo de otro, quien sea, que le abra a uno la puerta. De pronto en el poema uno se encuentra con unas palabras tan hermosas que combinan muchos elementos simbólicos como lo es el vino, el agua, la sangre, el espejo. Alrededor de esto, hay una serie de vocablos como, por ejemplo, rompo el espejo con el vino y salgo a la calle a buscar la esperanza. Es como si esa mujer que estuviera encerrada pudiera encontrar la vida por sus propios medios y no esperar a que otro llegue a abrirle la puerta.
Exacto.
Yo creo que “Si preguntan por mí” es una de las poesías más bellas. Alguna vez lo leí en una vitrina en la ciudad de Buenos Aires y decía Beatriz Zuluaga. Cuando volví a buscar el libro donde estaba esta poesía no lo encontré. Incluso era un libro en donde aparecían los mejores poemas de América Latina. Pero ahora que vuelva Buenos Aires la idea es rastrear de nuevo para ver si puedo encontrarlo. A mí me gustaría escucharte la poesía, porque no es lo mismo cuando uno lo lee a cuando lo lee una poeta como tú.
Bueno, en este momento no vamos alzar la copa como en las cantinas o tiendas de Manizales porque todavía es muy temprano (risas). Yo creo que es una de las poesías más confesional que yo haya tenido. La filosofía es que uno no puede esperar a que la vida llegue, sino que la vida hay que buscarla. La gente dice: “¿por qué a mí no me pasa nada interesante?, pues si no le pasa nada interesante pues lo busca. Cuando uno quiere cosas las tiene que buscar. Entonces eso fue lo que yo disfruté con este poema “Si preguntan por mí”
Si preguntan por mí
diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que la vida
se le diera la gana de llegar
a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí…
Diles que apagué el fuego,
dejé la olla limpia y desnuda la cama,
me cansé de esperar la esperanza
y fui a buscarla.
Diles que no me llamen…
Quité el disco que entretenía en boleros
el beso y el abrazo
la copa estrelle contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro
de convertirse el agua en vino.
Si preguntan por mí…
Diles que ya salí a cobrar la deuda
que tenían conmigo el amor,
el fuego, el pan, la sabana y el vino,
que eché llave a la puerta y no regreso.
¡Definitivamente diles
que me mudé de casa!
Este poema fue traducido al francés con el patrocinio de la Alianza Francesa y, a la vez, en español en un poster. Me encontré una vez, en un recital mío, con una persona de Santo Domingo que empezó a recitar dos o tres versos de este poema. Yo dije: ¿Hasta dónde ha tenido resonancia? Yo he intentado hacer una poesía sincera para que el día de mañana sea la huella de mi paso por la vida, es decir, que sí sentí, que sí viví, que sí pensé en la muerte, que sí pensé en el amor, que sí pensé en muchas cosas. Y las he vivido con intensidad tanto la tristeza como el amor, la vida como la muerte. Todo lo he sentido, y en mis libros que tengo son la herencia que dejo a mi familia. Fuera de los hijos tengo nietos y bisnietos. Ya la tercera generación, y todavía me niego a que me digan vieja a menos que sea cariñosamente, pero vieja de edad no, eso no, porque siento que en mis nietos veo reflejado mis genes.
Beatriz en tu vida al lado de tu gran amor con Omar Morales, parece que en la poesía y en la literatura también llegó la época del Nadaísmo. Algo que llega a la literatura, del encuentro con otros autores, escritores, poetas y críticos. ¿Cómo llegas al campo del Nadaísmo?
Tú sabes que el Nadaísmo es como una revolución, de remover una serie de mitos y de tradiciones. Yo creo que fue como una dosis tremenda de provocar escándalo. Entonces con Gonzalo empezamos a tener correspondencia con Eduardito Escobar, Jota Mario, toda esta gente. Yo escribía en LA PATRIA y daba cuenta de lo que ellos hacían. Tengo una anécdota en un recital, llegó Eduardito a Manizales, y como dicen los españoles era un mozo de por ahí 17 años, muy delgadito. Mario Escobar Ortiz que era un periodista de LA PATRIA escribió una nota que decía que Eduardito desnudo pesaba 40 kilos (risas), y fue un escándalo en el periódico. Casi me echan (risas). Me decía el director de esa época que cómo iba a editar eso en LA PATRIA, que Eduardito pesaba 40 kilos (risas). Pues sí, contesté, pesa 40 kilos y qué vamos hacer. Eso fue un gran escándalo. Esto y el de Hylduara Mejía, una mujer humilde, un poco cortesana de esa época que conocí, también causó revuelo. Ella estaba sentimentalmente unida con el pintor Alberto Betancur. Entonces alguien me contó que Hylduara está haciendo pintura primitivista con cosas muy buenas. Yo me fui tranquilamente a verla en su casa, a ver la pintura. Entonces, escribí sobre este tema y ahí me cayeron, casi me matan. Que yo había sacado en LA PATRIA una pintora que era cortesana, lo cual fue el escándalo más tremendo. Ya te puedes imaginar qué ambiente se vivía en ese momento en Manizales. Eso fue tremendo. No sé de Hylduara hace mucho tiempo y fue una persona a quien le tuve mucho cariño.
¿Cuantos años duraste en el Nadaísmo?
Casi no alcancé a nadar (risas). Era por los laditos, porque siempre estaba más jechoncita. No pintaba para eso. Ya no tenía cara para el Nadaísmo.
En tu vida y en lo que uno alcanza a leer de tu obra está el gusto por la música de diversos estilos y por la vida social. Siempre has estado rodeada de personas que te han querido mucho, no sólo en el espacio familiar, sino también en el social. ¿Qué se puede hablar de Beatriz Zuluaga en la vida social? Y ¿cómo la poesía y obra te permiten abrir algunas puertas, no solo desde el campo personal, sino también desde el punto de vista de la poeta? Cuando la gente habla de Beatriz Zuluaga inmediatamente recuerda a la poeta.
Sí. En primer lugar, porque tuvimos la Casa de la Cultura. Yo fui presidenta de la Casa de la Cultura. A través de ella hubo mucha conexión con poetas y pintores en Manizales. Conocí a mucha gente y me moví en medio de mucho intelectual. Ahora estoy un poco retirada (risas), ya leo en la casa, lo que me apasiona leer, no leo en tabletas, leo en libros. Me parece que, de tener una tableta en la mesa de noche a tener un libro, yo prefiero el libro. Con lo que llaman ahora tecnología de punta no he podido entender mucho (risas), estoy divorciada un poquito con eso. Sigo con cositas que faciliten la vida, como lo es un celular, o un computador para averiguar qué es bueno para el reumatismo, la artritis, la artrosis, cosas que ya manejo a esta edad (risas).
Beatriz, tengo dos inquietudes. Una de ellas que me ha parecido muy interesante. Tu vida se parte en dos a partir de conocer y casarte con Omar Morales. Le hiciste una poesía inspirada en el amor que tienes hacia él, la construcción que ustedes hicieron como pareja. Hay un libro que tú escribiste: Eres Eros. ¿Tiene que ver con esa historia?
Sí, creo que sí. La revelación, decir cosas tan intimas en Eres Eros. Ha sido el resultado de tal vida amorosa y sentimental.
Hay siete obras que has escrito, la primera fue La ciega esperanza en 1961, la segunda Este cielo boca abajo en 1970, Definiciones en 1980, Las vigilias del sueño en 1989, Eres Eros en 1997, A corazón abierto en 2004, Si preguntan por mí en 2009. Voy a leerte nuevamente el nombre de cada una de ellas y quisiera que en cortas palabras me dijeras el corazón de estos hitos. Entonces, en el primero, La ciega esperanza…
Quise habitar entre ellos la ciega esperanza. Entonces, La ciega esperanza fue hasta cierto punto el cómo entraba yo con un poco de velo en los ojos a ese campo nuevo de la poesía. Con mucha timidez, y hoy en día lo leo y hay cositas bastantes regulares, pero bueno, obedecen a una carrera.
Un segundo texto fue Este cielo boca abajo, ¿puedes decirme el corazón del libro?
Este cielo boca abajo es un libro de protesta del fondo del alma. Protesta contra el desamor, protesta contra la traición, protesta contra el dolor. Más que un libro es un quejido como diría un español, un quejido.
Y Definiciones…
Definiciones es una experiencia muy linda. Yo trabajaba en el ICONTEC y un día me puse a ver un libro de sinónimos, y empecé a leer y me encontré con que las definiciones de las acepciones del libro tenían versos casi hechos. Entonces hice esa experiencia. Eso fue una exploración, un laboratorio y no lo volvería hacer. Pero ese libro si tomó dos partes, la parte experimental y la otra del inconsciente adicional. Ese es un libro protesta.
Las vigilias del sueño…
Las vigilias del sueño es un poco amoroso, de todo un poquito.
Y ¿algo que ver con A corazón abierto…?
Es cuando uno ya ha remontado mucho de la montañita de la poesía, para decir cosas con el corazón en la mano sobre experiencias que uno ha tenido o que otra gente ha tenido, o que por alguna referencia las ha conocido mucho.
Eres Eros…
Yo pensaba hacer un libro muy erótico, pero no me alcanzó (risas). Es un poquito de la emoción física y todas esas cosas. Hay poemas que son muy explícitos en ese sentido.
Y, Si preguntan por mí…
Si preguntan por mí ya es la antología que estaré eternamente agradecida. Me la publicó la Universidad de Caldas. Para mí significa el pináculo de mi poesía. No estoy muy interesada en escribir ahora mientras no sienta una tentación fuerte. Estoy viviendo pacíficamente, despacio. Aquí estoy yo, no son los siete libros, pero es una forma de decir aquí estoy yo volviendo a repetir las cosas que he dicho.
En este momento, a pesar de que tú dices que no has vuelto a escribir y que no has tenido hasta el momento algo que te de ese impuso para hacerlo, si hubiera esa oportunidad, no solamente para ti, sino para las personas que quisiéramos revivir tu poesía en la época de hoy, ¿por dónde comenzarías?
Es tan difícil porque yo tengo una frase que es la siguiente: “lo más horrible de la vida es que cuando empieza a saber vivir tiene que aprender a saber morir”. Es muy duro. Para mí en eso se rige la vida, para mí ese es el aprendizaje de la vida y el aprendizaje de la muerte. Puede que la gente no tenga el aprendizaje o la concepción de la muerte muy arraigado. Yo sí lo tengo en temas experimentados del dolor, la tristeza y la angustia. A veces cuando he pensado en escribir, pienso escribir sobre la muerte, sobre lo que significa para mí la partida y muchas cosas. Precisamente esta mañana leía en El Espectador una frase, no exactamente con estas palabras, pero era algo como “la vida es soportable porque existe la muerte”. La leí esta mañana y me sacudió. Eso me dijo una amiga una vez, ¿Beatriz has pensado en suicidarte? Le digo No. Ella me dijo “yo tampoco, yo me suicidaría si fuera eterna, pero si voy a morir para qué me voy a suicidar” (risas).
Ayer leía algunas entrevistas que te hicieron y unos escritos acerca de tu vida y me pareció importante anotar y lo pongo entre comillas porque no recuerdo quien lo escribió, se me olvidó apuntar el autor que hablaba de Beatriz Zuluaga como “una obra en la soledad de su grandeza por reconocer”. Me pareció bellísima la frase. Esa es la demanda misma de las personas que te quieren mantener en vida. Hace poco uno de tus nietos me hizo llegar una poesía muy hermosa que tu escribiste a una de tus bisnietas.
Yo tengo, y cuando digo tengo es Omar y yo tenemos tres bisnietos en este momento. Una tiene tres años, la otra tiene un mes de nacida y el otro tiene cuatro meses. Cuando estaban esperando a mis bisnietos, a mí se me ocurrió escribirles algo y no esperar a que naciera. Escribirles algo mientras estaban en ese recinto, en ese nido, o lo que llamo yo “en ese pequeño mar, pequeño mar de ternura que hay en cada madre”. Desde ese punto les escribí y ellos están contentos con eso. Eso creo yo que es la mejor herencia que puedo dejarles, que ahora están afuera, ya de cara al mundo y estamos felices con eso, completamente felices.
¡Qué lindo! Yo te voy a pedir algo, por último, aunque sé que es demasiado pedir. Yo sé que tú tienes tres bisnietos, la mayor es Nahla, le sigue Juan Antonio y Malú que está recién nacida. Si hoy se te ocurriera cinco o unos renglones de una manera poética dedicarles a ellos algo, así sea que te tomes un poquito de tiempo ¿qué frase o palabra le regalarías a cada uno en este momento?
Yo creo que no a cada uno, a los tres. Yo creo que es un racimo apretado, a los tres. Ellos tres son tres palabras, renacer, porque yo renazco, revivo en cada palabra o cada agú de los niños y en cada agú también resucito. En el lenguaje y en el principio. No sé si se necesitaran años para sentir eso, pero con los bisnietos he sentido el nacimiento como un milagro. Dicen agú y yo digo ¿por qué dirá esto? ¡Es un milagro total. Impresionante! Es revivir y tener la ilusión de verlos el más tiempo que pueda. Pero para mí hay una palabra que fue Renacimiento. Mi renacimiento son esos tres bisnietos.
Beatriz, muchas gracias. Muy hermoso, muchas gracias. Muy lindo.
Abril 16 de 2014
*Profesora titular de la Universidad de Caldas. Facultad de ciencias Jurídicas y Sociales.
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