Jorge Abel Carmona Morales*
Este año el Oscar a mejor película en idioma distinto al inglés fue para la obra del director chileno Sebastián Lelio llamada Una mujer fantástica. Una de sus contendoras, quizá la más fuerte, era El insulto del director libanés Ziad Doueiri, quien ya había dado de qué hablar positivamente por una obra fílmica anterior llamada West Beirut. En esta última se advierten los mismos intereses de aquel cineasta que muestra recurrentemente las heridas que aún perviven en los hombres y las mujeres que tuvieron que padecer esa terrible guerra librada en su patria, en donde palestinos y cristianos se convirtieron en víctimas de ataques recíprocos por una vieja reyerta entre ambos bandos y que el tiempo ha hecho que se inflame la llama de la discordia.
Foto/Tomada de https://bit.ly/2Gs9uxm//Papel Salmón
Adel Karam como Tony Hanna (izquierda) y Kamel El Basha como Yasser Abda en una escena de El insulto, película del director libanés Ziad Doueiri.
El insulto es una provocación. Es la explosión de la furia por un pequeño hecho que arde en los corazones de personas acostumbradas a acumular miedos. Resultado de guardar odios y de lanzar reacciones ofensivas que no son otra cosa que el resentimiento contenido durante muchos años, con el cual han sabido lidiar las autoridades, los civiles, dentro de quienes se pueden contar madres, hijos, niños, ancianos, etc. Ellos son víctimas y victimarios al mismo tiempo de un conflicto que aparentemente ha terminado, pero que aún conserva una secuela de sentimientos negativos que no permiten reanudar la marcha hacia otra cosa, quizá hacia un país más progresista.
Toni riega un día las plantas en un balcón de su casa que no cumple con las normas urbanísticas. Este hecho provoca la visita de un constructor llamado Yasser que le advierte sobre esa infracción, a lo cual aquel reacciona haciendo caso omiso del reclamo. Este sella el tubo y por eso Yasser insulta al residente. Un altercado simple genera toda una explosión jurídica, mediática, política y cultural, en donde quedan envueltos los familiares de ambas partes. Incluso, el director hace ver a las mujeres de la película como seres conciliadores, capaces de hacer de lado su orgullo con el fin de aminorar un revuelo irracional.
Como dos personajes trascendentales de la obra, encontramos al abogado demandante que ha sido cercano a la causa cristina en el Líbano y, del lado de la defensa, se haya una abogada renombrada, hija del litigante opositor. Así, la trama adquiere un talante endogámico no solamente por su forma sino por el trámite de los acontecimientos, pues se aprecian algunos giros tendenciosos que no dejan fluir libremente el curso de los hechos.
Con todo y ese arsenal de defectos la película permite visualizar las razones de las partes. Además, es posible advertir las causas de tantos odios contenidos como una bomba inactiva que en algún momento habrá de hacer explosión.
Foto/Tomada de https://bit.ly/2k4KJOT//Papel Salmón
Escena de la película El insulto del director libanés Ziad Doueiri.
Asimismo, si los elementos están expuestos como un conjunto de razones comprensibles, también se ponen las claves de la conciliación, de la cual solo basta explorar las sensibilidades encontradas por ese material común del cual está compuesto el ser humano. La paz es posible si los contrincantes pueden hacer catarsis exponiendo las causas de sus tormentos que se han asentado casi arquetípicamente en el alma de los hombres. Con las cartas puestas en la mesa, se pueden extraer las soluciones a una disputa histórica, pero sobre todo existencial en cada uno de los individuos que forman parte de ese país devastado por el pasado bélico y que ahora palpita en la vida de sus ciudadanos con preocupante silencio. Los palestinos siguen como parias del mundo en su propia tierra debido al inmenso poder que tiene su oponente y que ha sido un aliado permanente de los cristianos libaneses, enfrascados en una guerra sin cuartel con aquellos.
La película, más que una disertación audiovisual sobre un conflicto regional casi con alcance orbital, es más bien una reflexión estética sobre la condición humana, en donde se muestra la fragilidad del hombre por la ardorosa lucha interna inflamada por sentimientos de todo tipo, que aunados en situaciones concretas van originando una historia social e individual que desnuda la esencia del ser humano. Solo los afectos en la confrontación directa de hombres de carne y hueso pueden generar actitudes solidarias que despiertan aún más la infinita bondad de las personas.
En El insulto se trata un tema que parece manido por la repetición mediática que desata los odios de uno y otro lado, de algunos que siguen defendiendo el orden y “la compostura”, mientras que por el otro, se levantan los apoyos a un pueblo menos poderoso que el judío y que ha sido víctima de ataques sistemáticos. Como se dijo antes, los problemas políticos son inherentes a la condición humana porque son las consecuencias lógicas de las necesidades y deseos humanos de sobresalir en el mundo, incluso algunas veces llevándose a los otros por delante. Las decisiones son obras humanas que se encuentran impregnadas de la esencialidad que une a hombres y mujeres en eso que llamamos humanidad.
En varias escenas de la película se observan muestras de tolerancia y respeto cuyos individuos reflexionan constantemente sobre sus acciones, acciones impelidas por las actuaciones de los otros. El director tiene la habilidad de mostrar distintos puntos de vista sin rigideces de proceder a pesar de la defensa a ultranza de convicciones enquistadas naturalmente. Se pueden flexibilizar los actos con las situaciones, en donde los otros expresan sus puntos de vista sobre la realidad. El miedo y sus consecuencias no son absolutos. El comportamiento humano también puede dominarse ante las presiones máximas.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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