Escrita por... Ana María Franco
Ana María Franco, de 16 años, le encanta el rock. Como género musical, dice, va más allá de los límites. "Además, es una excelente compañía para leer y fuente de inspiración para escribir". Con este escrito, Ana llegó a la penúltima etapa del Concurso Nacional de Cuento. Quedó en el puesto 109, entre 28 mil participantes, motivo que la invitó a seguir practicando su habilidad escrita, para así convertirse en la mejor.
La estudiante de undécimo grado, del colegio Santa Teresita de Chinchiná, concibió esta historia movida por la desesperación, según ella, que vive sociedad y por el cómo se tornan las cosas cuando algo no resulta.
Aquí va su escrito completo.
Tres años después del incidente. Él estaba ahí, en ese instante, en ese preciso momento, donde se supone todo estaba perdido, donde no había esperanza, pues ella ya se había marchado… con su último aliento.
Antes eran recuerdos; pequeños espacios de tiempo en la que la mente se desprende del presente y comienza a ver una pequeña película de lo que un día fue y que sin mucho esfuerzo se convertía en un sentido de vida. Ese quizás fue el error, convertir algo en un todo, pues luego de un tiempo comienza el sentimiento de querer más y ese más se convierte en eso que nunca se podrá satisfacer.
"Hoy la extraño más que nunca, todos dicen entenderme pero no es así, dicen hacerlo para que me sienta bien, pero en cambio están haciendo lo contrario, ya que me toca esforzarme por fingir para que ellos se sientan bien y no sufran con mi patético sufrimiento.
Me he tenido que alejar de mis padres, ya no soporto tener que escuchar llorar a mi madre; sé que están mejor sin mí. He decidido mudarme a un apartamento, algo pequeño; tiene una vista hermosa pero yo solo veo más acá de los edificios. Pensé en mudarme a un pueblo, pero no quiero alejarme totalmente de ella, tal vez volvamos a estar juntos y yo no quiero desperdiciar ninguna oportunidad.
Lo sé. Es de locos.
No entiendo por qué sigo anhelando estar con ella, después de todo no nos fue muy bien juntos. Con el tiempo nos dimos cuenta que en realidad no éramos el uno para el otro, pero, en las noches, en las mañanas, a todas horas la extraño, la necesito, es como si hubieran arrancado lenta y dolorosamente un miembro de mi cuerpo. Ridículo".
Para vivir en depresión, que mejor lugar que la ciudad y más cuando esta es la capital de un país cualquiera. Hay tanta gente; pero toda tan indiferente.
Miguel era el nombre de aquel joven que acababa de terminar sus estudios universitarios, un futuro prometedor, todo un mundo por delante. Si tan solo no hubiera escogido el amor como proyecto de vida, tal vez las cosas habrían sido distintas. Ahora el futuro prometedor está muy lejos de ser presente, ha decidido abandonar aquello que un día fue todo para él.
Su aspecto es el de un poeta en los años ochenta; alto, flaco, su cabello negro rizado oscuro, sus ojos verdes, tan profundos y vacíos. El tono de su piel es blanca; hace mucho no toma el sol, la verdad hace tiempo que no sale de su apartamento.
“Hoy es un nuevo día. El deseo de salir termina en la puerta, tan solo pensar que me encontraré con otras personas, me frena. Sé que todos están felices y no soporto la idea de que lo estén. Me pregunto por qué lo están, sabiendo que hay guerras, que millones de personas mueren de hambre, cómo lo soportan. Pero aceptémoslo, esa tampoco es la razón por la cual estoy así.
El tratamiento no está funcionado, los medicamentos ya no me producen sueño y últimamente he escuchado una voz; una voz que viene de mi interior, creo que es por la dosis, tal vez está muy alta, pero no lo soporto me produce fuertes dolores de cabeza”.
Miguel solo se asoma a su ventana, trata de mirar más allá; trata de sentir algo… nada. La angustia es su enfermedad terminal, lo está consumiendo por dentro hasta tal punto que no puede respirar, lo ahoga. Todos los doctores que lo han tratado dicen que tiene cura, solo hay que pensar en “cosas bonitas”. Sabe que es fácil hacerlo, pero si en lo único que piensa es en odio, dolor. Cómo luchar contra eso.
Solo quería amar, y que ese amor fuera mutuo, claro está, entregarse completamente a una persona, meterse bajo su piel y dejar de ser dos masas para convertirse en una sola. La pasión combinada con deseo, tener sexo era hacer el amor. Sentir a esa persona, sentirla a ella era como estar en éxtasis.
Ahora eso que eran recuerdos, son vagos pensamientos, pero ese sentimiento punzante en su pecho sigue ahí, persistente día y noche, acompañado también de esa voz que yace ahí adentro, deseosa de salir al mundo.
“Ayer vino el psicólogo, dijo como de costumbre que no me preocupara que todo iba a estar bien, que tan solo le debo dar tiempo al tiempo. Otro que me dice que todo va a estar bien…
Ya he tomado una decisión, le haré caso a esa voz, tiene la razón, el mundo no me necesita y yo no necesito al mundo, no quiero estar aquí, ni encerrado, ni afuera y las personas no necesitan verme así, no quiero causar más dolor, con el mío es suficiente”.
Cerró su diario y tomó una hoja de su escritorio. Estaba decidido, con tanta determinación que el bolígrafo apenas y rozaba la hoja. Le escribía una carta a ella, era el fin de todo recuerdo, el fin de todo dolor causado.
“Mi viejo amor. Ha sido imposible olvidarte y he hecho de este dolor mi vida. Todo ha girado en torno a ti. Tú ya me habrás olvidado, tal vez ya tengas otro amor, no paro de pensar en eso. No soporto la idea de que lo hayas hecho. Hace tanto tiempo que nos juramos amor eterno y hoy solo queda lo eterno. Solo quiero decir que lo lamento, lamento haberte perdido y aun peor, lamento no haberte olvidado. Estoy rodeado de doctores y psicólogos, han intentado curarme pero no lo han logrado, hay una parte de mí que no quiere. Sé que después de lo que paso intentaste seguir aquí conmigo, pero fue imposible y también eso hace parte de este sufrimiento, pero ya no más. Todo terminó para mí, intenté seguir sin ti pero no lo logré, no puedo, no quiero.
Adiós amor, sigue siendo así de fuerte pues esta vida no es de cobardes como yo. Te amo”.
Un día después de haber mandado la carta; de tener todo preparado, él ya estaba ahí en la ventana, enfrentándose al mundo del que un día se escondió. El viento recorría su cuerpo, por primera vez en mucho tiempo dejó que este se penetrara por sus poros. Ya era hora de decirse adiós.
Ese era el momento, el instante, la hora y el lugar. La puerta se abrió. Tal vez ella si lo amaba, tal vez ella lo estaba esperando, tal vez...
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