Por aquellos tiempos en que mi abuelo Miguel Ángel hablaba de “un tal Benjamin Ledesma” – más conocido en Apia como “El Padre de los Hombres”- y sus andanzas por algunos pueblos de Antioquia, todo problema que presentara nuestra casa –la de mis abuelos- era solucionado con alambre, cáñamo y puntillas enderezadas. Para detener la lluvia bastaba con encender una veladora, para el dolor de oído unas cuantas gotas de leche materna y para el estudio un pequeño Larousse o una cartilla de Nacho.
Recuerdo a mi compañero de clase recitando la melodía nacionalista del profesor Yarumo, el niño Karateka que apodábamos “Cacaroto” y el hiperactivo –cuyo nombre no recuerdo- que introducía sus dedos justo en el momento en que la profesora cerraba la puerta.
Como dejar en el baúl la “papa chorreada” consumida normalmente en la mano y cuyos hilos de guiso se deslizaban lentamente por la muñeca hasta cambiar su amarillosa coloración al llegar al codo. Tampoco he podido olvidar un curioso polvo llamado “minisicui” -“de muy difícil elaboración, por cierto”- “los arrancamuelas” y el trauma que dejo en Ana el preguntarse por qué “Pimpón” siendo de cartón se lavaba la carita “con agua y con jabón”.
En este sentido cabe preguntarse: ¿Qué tanto han aportado los académicos y los empíricos a la escritura de nuestra Historia de la Educación?
En algunas revistas científicas de la Costa Caribe y las principales ciudades del interior han sido publicados una infinidad de artículos investigativos y análisis de algunos de los tópicos establecidos en el panorama mundial y nacional. Por ejemplo la “Historia de los Manuales escolares”, los “Discursos sobre escuela, higiene y Nación”, “El impacto de las principales reformas educativas a nivel local”, “la educación en el contexto de la Modernización”, entre otros, contrastan con los escasos escritos apologéticos y descriptivos que conforman cierta parte de la bibliografía manizaleña.
No poseemos por ejemplo un análisis riguroso de los discursos emitidos por los pedagogos más reconocidos de la ciudad como José María Restrepo Maya y José María Guingue. De la misma manera, elementos como las representaciones e imaginarios de educación “moderna” que aparecen en las columnas de personajes como Aquilino Villegas y Eudoro Galarza Ossa -en los diarios LA PATRIA Y LA VOZ DE CALDAS por citar dos ejemplos- permanecen aún sin ser analizados.
Si bien autores como Albeiro Valencia y Angel Ma. Ocampo Cardona han querido plantear algunas reflexiones o “Claves” para el estudio de la educación en Caldas, no es pertinente abordar como en algunos casos se ha hecho, objetos, espacios y problemas tan amplios. La “microhistoria” italiana invito a replantear de nuevo elementos como la espacialidad y el tiempo, por tanto, sería mucho más pertinente iniciar investigaciones en cada uno de los tópicos mencionados para comprender en perspectiva comparada mucho mejor nuestro propio proceso.
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