Los tres científicos galardonados ayer con el Nobel de Medicina están unidos por algo más que tres vidas dedicadas al reloj biológico. Son amigos, recibieron conjuntamente media docena de premios y su objeto de estudio es la humilde mosca de la fruta.
Su trabajo, hecho durante décadas, ayuda a explicar cómo la vida se adapta al ciclo de 24 horas del día y también cómo las enfermedades como el cáncer surgen en las células.
De acuerdo con la neurológa especialista en trastornos del sueño María Eugenia Toro, ese reloj biológico es como un cronómetro interno que se adapta a la fisiología de plantas, animales y humanos.
La neuróloga explicó que en lo que es más evidente es en programar el ciclo de sueño y de vigilia. Por ejemplo, un recién nacido, que no tiene maduro su reloj biológico, duerme espacios de tiempo más cortos y más o menos a los seis meses, cuando ya ha madurado más el cerebro, tiene su mayor ciclo de descanso nocturno. Este cambia, dijo, a medida que las personas envejecen, por eso en esta etapa el sueño se interrumpe más.
El reloj biológico también se relaciona con los niveles de concentración y de alerta, lo mismo que con el rendimiento físico, que para muchos es después de las 3:00 de la tarde.
La experta refirió que entre siete y media y ocho horas es el ciclo de sueño para un adulto promedio, pero precisó que no igual para todas las personas y que lo importante es conocer cuántas horas requiere para despertar reparado.
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“El reloj biológico nos regula el ritmo circadiano, que se mueve alrededor de las 24 horas”.
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