Lealtad

Foto: Octavio Galvis

Una de esas palabras fáciles de usar, difíciles de explicar, pero casi imposible de encontrar.

Tan fácil de decir, que la confundimos con la amistad o simplemente ser parceros.  

Difícil de explicar hasta el punto en que ni los expertos se han puesto de acuerdo. Algunos dicen que solo aplica para relaciones personales y otros que se puede ser leal a un ideal, principio u otras cosas.

Finalmente, encontrarla es una fortuna que solo entendemos los que la tenemos.

Yo la encontré hace casi quince años, y si muchas cosas me las he ganado con esfuerzo en la vida, en esta estoy seguro de que tuve fue suerte. Tiene nombre y apellido, y esta semana está cumpliendo años: Verónica Trujillo.

No me la encontré en un momento de “gloria” precisamente. Le tocó verme fracasar mil veces, y así mismo me ayudó a levantar mil una. Vivió la mayoría de mis quiebras y en esas épocas hasta me daba “mesada” mientras me recuperaba (no es chiste). Nunca hizo cuentas ni esperó nada a cambio.

Después de ser empresario, le tocó lidiar con mi debut tardío en el deporte. En este sí que ha sido polo a tierra. Capitana indiscutible de cada tripulación que armamos para los retos. Sabe cuándo aguantarme un capricho durante una carrera, pero también sabe exactamente cuándo ser firme y en tonito paisa golpeado bajarme de la nube y ponerme en mi sitio nuevamente.

Nadie más que ella es tan dueña de cada logro o medalla que me he colgado en el cuello. Solo espero que esté ahí sea cual sea mi próximo capítulo.  

Por ahí lo leí, pero de ella lo aprendí: la lealtad no viene en escala de grises. Viene en blanco o negro, lo eres o no lo eres. En otras palabras, ella es para mí la lealtad hecha persona.

Feliz cumpleaños Verónica. Sabes que soy torpe explicándote o demostrándote cuanto te quiero, pero espero que sean muchos más juntos, hasta que no quepan las velas en la torta y no haya fuerzas para soplarlas. Hasta que el regalo de cumple sea una caja de caltrate.