César Valencia
LA PATRIA|Manizales
Carlos Héctor Trejos Reyes se asomó a la poesía desde sus primeros años y se contagió con ardor -cuando presenció en el IV Encuentro de la Palabra en 1985- a Jaime Jaramillo Escobar-X 504, Harold Alvarado Tenorio y Juan Manuel Roca.
Lo conocieron como “Toto Trejos”, apodo que su madre, Lilia Reyes, le puso a su padre, Esteban.
A los 26 años ganó el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia con el libro Manos ineptas. Publicó otros dos libros en vida: Poemas de amor y desamor (1994) y Ahasverus. Con este ganó los Nuevos Juegos Florales de Manizales en 1995.
En su archivo personal, encontrado después de su muerte, se revelaron manuscritos y textos mecanografiados con títulos, que había dispuesto para nuevos libros: Al filo de las palabras, Escrito desde la amnesia, El lenguaje de los abandonados, Cambio de escenario, Falso palpitar, Hay circo para todos, El último consejo, Poemas con nombre de mujer y Poeta de la nada.
En total escribió 603 poemas, distintos a los incluidos en sus tres libros. Nos propusimos compilar y mecanografiar todos sus poemas y con el Encuentro de la Palabra y la Gobernación de Caldas, que se ofreció a publicar la Obra Inédita, se convino entregar los materiales para hacer una selección al poeta Henry Luque Muñoz, quien escogió 74 poemas. Para la publicación, la complementamos para finalmente publicar 136 poesías.
Luque afirmó: “La obra completa de un autor no se configura agrupando mecánicamente toda su producción, ni siquiera bajo la prioridad de lo publicado. Por obra entendemos lo válido, y por completa lo ya terminado, aunque las páginas de un autor muerto precozmente, como Trejos, sugieran el facsímil de lo inacabado. Así que nuestro criterio responde a la calidad, no a la cantidad…”
Agregó: “Recuérdese la ejemplar experiencia de economía expresiva de Aurelio Arturo y Fernando Charry Lara: publicaron no produjeron- alrededor de 40 poemas luminosos en más de medio siglo. La humildad del silencio formó parte de su técnica de creación”. No obstante el criterio sensible de Luque Muñoz, nos atrevimos a publicar el complemento por considerarlo válido y no dejar de lado algunas creaciones. Lo hicimos bajo nuestra irresponsabilidad y más por la cercana admiración que conservamos por el poeta y así compilar una selección de sus ocho libros, los que tenía señalados.
Las fuentes
Apasionado por la escritura, repasó con disciplina y constancia las páginas de los antiguos griegos, los clásicos, escritores contemporáneos; sólo con el deseo palpitante de verificar y constatar sus aciertos, hallazgos y búsquedas. Su riguroso, sistemático y metódico estilo de trabajo, en un medio avaro y con el dolor de las carencias, intuía versos a cambio de espadas para la muerte.
Curiosamente escribió toda su obra con color rojo, para señalar su sonreída diferencia. Escribía una y otra vez sobre el mismo texto del poema y en ocasiones les cambió de título. En la selección que hacía tenía su propio código para clasificar los versos. Como escenario curioso todos los renglones de sus poemas los contaba y al final cifraba el número que había escrito.
En sus poemas se encuentran ocho Monólogos en diferentes libros así: en Ahasverus: Monólogo de Judas, Monólogo de Mandarín, Monólogo del Ángel de la Guarda; en Manos Ineptas: Monólogo de Holderlin; en Escrito desde la Amnesia: Monólogo de Frankestein, Monólogo del peón de negras, Monólogo de la tentación y Monólogo del burlador.
En sus últimos días solicitó en calidad de préstamo en la Biblioteca Municipal, las obras completas de Aristóteles, el 6 de mayo; La Ilíada, el 13 de mayo, y la Odisea, cinco días después. Esto nos indica su redención y esperanza en los libros. Además, leía a Schopenhauer, Nietszche, Hölderlin, Walter Benjamin, Rimbaud y Verlaine, autores que tenía su selecta biblioteca, la que había obtenido con paciencia y dificultad.
Incursiona en el ensayo
Los últimos años escribió ensayos como sueño y propósito de escritor, en donde reveló como algunos de sus poemas su inclinación hacia lo filosófico, para expresar percepciones sobre su pensamiento y desgarrada época a la cual asistió con profunda soledad.
Ensayos que aún no se conocen y probablemente serán material para los estudiosos. Entre los ensayos que terminó y dejó en su cofre que jamás enseñaba, conoceríamos:
A propósito de la casa de la cultura, octubre de 1990; La literatura por encargo, noviembre 9 de 1993; Aproximaciones a una teoría de la poesía: ensayo leído en el XIV Encuentro de la Palabra, agosto 16 de 1996; Evación y visión poética-política, agosto 13 de 1997; 25 años sin Ezra Pound y con usura, abril 1 de 1997; La evación en Hölderlin, octubre 19 de 1997. En la última entrevista de su vida, concedida a Flobert Zapata y publicada en Papel Salmón del diario LA PATRIA, el 18 julio de 1999, afirmó que tenía cuatro ensayos, que reunidos conformarían un libro conexo.
Obituario a dos manos, mayo 27 de 1998; Los narcisos de la decadencia, (mirada crítica a la estética de fin de siglo), abril 19 de 1998; Celebración de la epopeya, agosto 13 de 1998; La naturaleza sagrada de las bibliotecas, febrero 24 de 1999; El tercer templo: (atisbo a la antropología cultural de una comunidad específica a partir de una propuesta literaria conducente a la formación de una biblioteca local). Es un proyecto de Biblioteca para Riosucio, idea que surge en 1998 y de lo que escribe el 8 de marzo de 1999.
Así mismo dejó los manuscritos incompletos: La literatura como forma de conocimiento, sin fecha determinada; El otro yo (ensayo cercano a la amistad), sin fecha e incompleto; Reivindicación de la sombra: especie de discurso, sin determinarse dónde y en qué fecha; Guillermo Trejos, una vida sin paralela, mayo 27 de 1998.
De lo escrito por Carlos Héctor se puede afirmar que estamos frente a un poeta que finalmente comenzó a explorar el ensayo, como otra forma de expresar su pensamiento y postura frente a su particular universo.
Reseñado por varios autores
Carlos Héctor vivió en una época del país del narcotráfico e infausta violencia que también se manifestó con fuerza y desazón en su pueblo.
Ha sido reseñado en varias antologías de la Poesía Colombiana. En el libro República del viento. Antología de poetas colombianos nacidos en los años sesenta, editado en la Universidad de Antioquia (2012), el profesor Jorge Cadavid, habla de cinco corrientes dominantes. Así sitúa a Trejos: “la primera y más notoria es la tendencia crítica y auto-irónica, en la cual el verbo descarnado y el desenfado expresivo orientan su mirar hacia lo interior, esta tendencia busca al hombre escindido y anónimo de la ciudad, los espacios urbanos y la enajenación del cuerpo, los asuntos domésticos y la reflexión sobre la inutilidad de la escritura”.
Harold Alvarado Tenorio, en su libro Ajuste de cuentas: la poesía colombiana del siglo XX (2014), cierra con un riguroso estudio del poeta: “Desde niño había Toto frecuentado día tras día la Biblioteca Municipal de la Carrera Quinta, una vieja casona abrumada por las goteras y el polvo, que tras la mudanza de sus libros a un nuevo local se derrumbaría sumiendo en el olvido los paisajes de Sipirra, el aire fresco y las amplias mesas, la pila donde bebían los pájaros y el techo donde anidaban las collarejas. En esa casa ajena tuvo lugar su crecimiento intelectual, allí leyó en Nietszche y Schopenhauer, Sartre, Camus y Plotino, en La gaya ciencia y Zarathustra, en El amor, las mujeres y la muerte, en La náusea, El extranjero, El mito de Sísifo y El hombre rebelde, en Las Enéadas; allí descubrió a Hölderlin, Pound y Kavafis, tres de sus poetas favoritos”.
Albeiro Montoya Guiral, en El Espectador (junio 17 de 2016): “Trejos Reyes vivió encerrado en su natal Riosucio, con apenas una breve incursión desafortunada a Manizales, donde dedicó todos sus días a la construcción de una poética que tenía que ser consumada con la muerte como en efecto lo fue. Un poeta de la renuncia también, del abandono de la poesía. Tenía la certeza de que en la vida no había una necesidad más fuerte que la de acercarse al fuego de Hölderlin, y aun así, encontraba este limitar con lo eterno como algo vacío…”
Varios escritores y periodistas han examinado la obra de Trejos, entre ellos: Rogelio Echavarría, Mario Escobar, Arcesio Zapata, Roberto Vélez, Carlos Arboleda, Conrado Álzate, Sergio Acevedo y Carlos Eduardo Loaiza, investigador que anunció un estudio filosófico.
Verso inútil e incesante
Sólo un verso mal aprendido,
que no sabré si es mío o ajeno,
quedará como resumen de mi extravío
y de mi merodeo en la poesía.
No será útil como epígrafe
para saber de mi vida,
ni servirá de epitafio
para cuando me llegue la muerte.
Sólo será un verso que a cada rato olvido
y que a cada instante recupero más maltrecho,
sugiriéndome siempre otro dueño.
Verso que no hará parte de ninguna antología,
y con el que no ganaré
una palmada en el hombro, un corazón o un premio.
No servirá para nada.
no valdrá siquiera de contraseña
para entrar al infierno.
sólo unas cuantas palabras
que incesantemente pierdo y encuentro
Laberinto infinito
Este, donde me has dejado,
no es el de Creta.
Aquí no se entra ni se llega al centro,
y luego se sale convertido en héroe.
Tampoco hay Minotauro al que temer.
es otro laberinto;
que está en todas partes,
que no tiene centro, ni periferia, ni salida;
de donde nadie puede salvarme
y en el que estoy perdido de por vida.
Este laberinto es la soledad.
al que tú añadiste todos los patios,
las paredes, los corredores imaginados y por imaginar.
Hablando de la inmortalidad
Seguiré buscando en las palabras
lo que no se le ha dado al hombre,
y si no lo encuentro
diré que el universo es imperfecto
que nos han timado desde el principio.
Que no vamos a ningún trono
que el reino del que salimos expulsados
es éste (que no tiene nada de paradisíaco)
y no hubo otro.
Que es vano velar por la vida
si ningún registro perdurará
en la memoria de nadie.
Que la inmortalidad es sólo
otro espasmo más de la imaginación.
Ruinas
Estas (las palabras que escribo)
acaso con el tiempo sean
los únicos vestigios que hablen
de mi paso por este mundo.
Sé que no serán como los restos
de la antigua Atenas,
ni como los miembros hechos añicos
de las estatuas de sus Dioses,
ni como las truncas columnas
aún erigidas en sus templos
que tercamente parecen sostener el cielo.
Porque aquí es poco lo importante
que se ha construido,
y mucho lo que los años borrará.
Quizá uno que otro fragmento perdure,
como dura piedra, en la memoria de alguien,
y no todo retroceda hasta pulverizarse en el olvido.
Qué podré hacer ante la imponencia de la naturaleza;
qué contra la violencia de las horas,
si no escribir estas efímeras palabras,
que si mañana son escombros
-no sé por qué suerte paradójica-
algo de vida dejarán ver,
y no la nada.
El lenguaje de los abandonados
Si después de tantas invocaciones.
De haber repetido una y otra vez
rituales oraciones, intentando comunicación
con los ausentes Señores del universo,
nuestro empeño haya sido lanzado al vacío,
resulte fallido, porque aún no tenemos
un punto común de encuentro en el lenguaje.
Si tal vez sea otro el de los Celestes
y el de los humanos no los alcanza.
Si no contamos con un canal adecuado
para que nuestras súplicas y reproches
lleguen a sus oídos y sólo sigamos siendo
necios vociferantes.
Si tal vez no hay nombre para nombrarlos
-los hemos pronunciado todos- y aún de Ellos
ni una sola respuesta a nuestras paupérrimas voces.
Si la cifra o el signo que esperamos
hace rato nos lo han enviado
y no podemos traducirlo.
Si acaso a nuestra caída sufrida hace tiempo
le debemos la pérdida de todo contacto,
de toda correspondencia con los Dioses.
Si ese regalo mágico y terrible
dado a los hombres es vano,
y no nos guarda del desamparo,
para qué pues, la palabra.
Oráculo de las cosas
Lleno de preguntas en mi cabeza,
no dejo de aumentar la cuenta
cuando me pregunto si podré descifrar
lo que dice cada cosa que me acompaña;
si ellas conocen el derrotero de mi vida,
y pueden salvarme de sus misterios.
En caso de que supieran algo
no dudaría en atender, de hoy en adelante,
lo que me pronosticarán
estaría más despierto a la voz de los objetos,
miraría de una forma menos distante a las estrellas,
prestaría más cuidado al poder sabio de la naturaleza,
creería en todo cuanto diga el universo.
Il miglior fabbro (El mejor artífice)
Por haber querido emprender, con sus Cantos,
la mayor empresa poética del siglo XX,
intentando semejarse a su maestro Dante,
sólo vendría a conocer y a padecer
lo que es estar en un verdadero infierno,
ya que sus propios compatriotas
lo encerraron en una jaula a la intemperie
en un campo de concentración cercano a Pisa,
como si fuera la peor de las fieras,
como si fuera un ave de mal agüero.
De aquí que en cada animal que ruge,
que en cada pájaro que canta,
o en cada encuentro con el pasaje literario
En el que don Quijote está prisionero en una jaula
( Ese otro paladín de la justicia sin intereses),
yo creo ver y escuchar a Ezra Pound
entonando su canto contra la usura.
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