Nos dice Lord Byron que “Apenas son suficientes mil años para formar un estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo”. Y aunque el presente año el proceso de negociaciones en La Habana (Cuba) debería estar recogiendo sus frutos, una vez más rota la “tregua”, estamos atestiguando nuevos hechos de barbarie que atentan contra los derechos humanos en todas sus formas, y parecen no tener fin en nuestro país.
Podríamos comenzar refiriéndonos al reciente ataque en Buenos Aires (Cauca) atribuido según fuentes oficiales, a la columna móvil Miller Perdomo de las Farc, con un saldo de 11 soldados muertos, integrantes del Batallón de Combate Terrestre No. 110, miembros de la Brigada Móvil No. 17, dichos sucesos generan mucha incertidumbre, y plantean una serie de interrogantes con respecto a la seriedad en los actuales diálogos de paz, por ejemplo:
¿Con quienes estamos negociando? ¿Quiénes apoyan y se oponen a este proceso? O ¿Están dividas las Farc-Ep? Y ¿Qué tanto sabemos los colombianos de nuestro conflicto armado interno? Entre otras inquietudes que para darles respuesta, deberíamos reflexionar sobre el papel que ha jugado la guerra, desde la “independencia” en la construcción del joven Estado colombiano, que para muchos ciudadanos de a pié constituye un Estado fallido lleno de oportunistas y señores de la guerra que están velando únicamente por los intereses de su negocio sin tener en cuenta al demos.
Si damos un vistazo a nuestra historia reciente, en los últimos 50 años no hemos consolidado una reforma agraria, sin embargo fue en el tortuoso gobierno de Belisario, en 1982 que inician los primeros diálogos con un grupo insurgente en la historia de la nación, trazando un camino en los procesos de desmovilización, y reintegración, a la sociedad civil, con miras a lograr la paz, firmando una “tregua”, que no se respetó; bajo este antecedente, el 6 de noviembre de 1985, el M19, en cumplimiento de su operación “Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, que terminó vulnerándolos todos, asalta el Palacio de Justicia. Gran hecatombe, social e institucional que desembocó en una amnistía que pocos pudieron disfrutar; una semana después, Armero desaparece de la geografía nacional, tras la erupción, del Volcán nevado del Ruiz, siendo una de las tragedias naturales más letales del siglo XX, estos hechos generaron un Alzheimer conveniente, frente a los graves problemas que padecía la nación.
En este panorama fue que los colombianos emprendimos una dura rehabilitación, presenciando el nacimiento de La Carta Magna de 1991, con gran optimismo, pero atestiguando crímenes contra la risa, la prensa y la razón; enfrentamientos, entre ejército, guerrilla, paramilitares; narcotraficantes, bandas criminales, y delincuencia común, entre otros actores, que al no saber hacer otro oficio persistieron en su lucha armada, sin que pudieran calcular los alcances nefastos de sus vectores. Aunque nuestra sociedad del siglo XXI, ha evolucionado, aún existen muchos ciudadanos apáticos, frente al tema del conflicto armado y la paz, quedándose solamente en la crítica, o pensando que la solución al conflicto está en los bombardeos, desatendiendo los temas de fondo, y olvidando que esta es una labor de la sociedad en conjunto; apatía que ha puesto de relieve el actual abstencionismo electoral, la falta de voluntad política frente a las mutaciones sociales; la pérdida de control territorial incluso en las ciudades que evidencia la profunda crisis ideológica e institucional, del Estado en todas sus jerarquías.
Aunque hasta el momento no se ha firmado un cese bilateral al fuego, hoy, hasta los más beligerantes sienten el cansancio de esta guerra.
¿Cómo creen que se deben sentir las madres y los familiares de las víctimas del atentado en Buenos aires? Sin embargo este atentando no puede desestabilizarnos en el proceso y estamos de acuerdo con la senadora Claudia López, en que no podemos darnos el lujo de levantarnos de la mesa de nuevo, pero si deberíamos revisar: ¿Quiénes están infiltrados en el gobierno, que están poniendo en jaque la soberanía nacional? Como diría uno de mis maestros este es un momento coyuntural que debemos aprovechar, para poner en común nuestras experiencias en estas históricas luchas, transformando estas realidades en propuestas encaminadas a fortalecer los actuales diálogos de paz, encabezados por el presidente, Juan Manuel Santos, que aunque nos guste o no, marcan un precedente.
Por esta razón, no solo las víctimas deben participar de la mesa de negociaciones en La Habana, allí debemos hacer presencia física y espiritual todos los habitantes del territorio nacional para descubrir, con quién y qué es lo que estamos negociando. Además, contamos con el recurso humano y la resiliencia para afrontar el posconflicto. Como primera tarea, en equipo con el ministerio de educación nacional urge elaborar planes de atención y acompañamiento a nuestros niños, niñas y jóvenes que se desvinculan a diario de la guerra y nos pueden aportar ampliamente con sus testimonios elementos para que en un futuro no muy lejano, disfrutemos de una Colombia sin más reclutamiento de menores como estrategia de guerra.
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