
Y ahí está Mario Mendoza, detrás de sus gafas oscuras como si fuera una estrella de rock. Listo para dirigirse a 100 jóvenes que lo esperan para escucharlo hablar sobre su vida como escritor, lo que ha recorrido en ella y especialmente sobre su novela Satanás, con la que ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral en 2002 y que fue llevada al cine por Andrés Baiz.
Él fue uno de los tres invitados a la XIX versión del Congreso de Literatura que organiza el colegio Granadino. Está estrenando libro y, precisamente, no es de realismo sucio, como describe su literatura, sino juvenil: para mayores de 10 años. Se titula Mi extraño viaje al mundo de Shambala.
"He puesto en este proyecto todo mi empeño y esperanza. Es el comienzo de una saga, el segundo volumen lo terminé en Perú, el tercero sucede en Centroamérica. Después de la Feria del Libro de Bogotá viajaré a México y Guatemala a hacer el trabajo de campo para el tercer volumen. Siempre quise escribir para lectores más jóvenes porque ahí es cuando a uno lo agarran y lo pueden salvar para la lectura, antes de que lleguen los celulares, los videojuegos, antes de que uno se vuelva un adicto tecnológico".
La colección de literatura juvenil la protagonizan Felipe y su pastor alemán Elvis, que son, según Mendoza, su gran esperanza de dejarles algo a las futuras generaciones. Es una literatura potente, de aventuras, magia, encanto, fantasía y realismo.
Su literatura
-¿Qué es el realismo sucio?
Hay un realismo mágico, que es hacia arriba y funciona en línea ascendente. Nos dio un Premio Nobel de Literatura, algo extraordinario. Nos dejó una obra magnífica, pero a nosotros nos correspondió narrar otro realismo: el degradado, el que no va hacia la sublimación de la belleza, sino el que baja, el que mete la nariz donde los demás no quieren. Es una labor ardua, exige esfuerzo, valentía y coraje. Al final no deja de ser agotador.
-¿Por qué sus historias son catastróficas?
Esta es una sociedad muy mojigata, que todo lo ha ocultado y hemos hecho cosas atroces. Nuestra sociedad ha cometido cosas inmundas, ha exterminado todo un partido político, que no ha sucedido en ningún lugar del mundo; hemos disparado a diestra y siniestra, pero no queremos enfrentarlo, y tarde que temprano tenía que llegar una generación de artistas que metieran el dedo en la llaga.
- ¿Qué escritores han influenciado su obra?
En América Latina, tres fundamentales: Paco Ignacio Taibo II y Élmer Mendoza, de México, y Rubén Fonseca, de Brasil. Fueron los primeros en empezar en dar en la clave del negro latinoamericano. En Colombia me gusta una novela de Antonio Caballero publicada en 1985 que se llama Sin Remedio; me pareció que por primera vez Bogotá estaba en toda su dimensión y con toda su fuerza. Citaría a Óscar Collazos, un escritor urbano muy duro; un Andrés Caicedo, y me gusta mucho un libro que se llama Gentecita del montón, de Roberto Rubiano Vargas, que se ganó en 1981 el Premio nacional de literatura y armó un debate. Un país conservador, hipócrita, de doble y triple moral, que salió a decir que un libro como ese no podía ganar, mientras que a los que teníamos 19 y 20 años nos parecía extraordinario que alguien tuviera la valentía de nombrar la ciudad de ese modo. Ellos son buenos precursores de la literatura urbana.
- ¿Por qué genera tanta división entre los críticos, algo que no se nota en otros escritores?
Es normal. Es una literatura tan de entrañas, tan de hígado, tan visceral, que me imagino que hay un tipo de lector que no disfruta y, en el fondo, lo entiendo. Un lector que no se siente atraído por mis libros me parece apenas natural. Hay otro tipo de lector agotado de tanta mentira, que necesita llegar a los libros con cierta intensidad, necesita una frecuencia más alta. El que llega a mis libros es un lector muy crítico, acorralado y fatigado.
-¿Cuál es la importancia de morir a tiempo?
Hay gente que se muere antes de tiempo, hay gente que entra en una depresión y que puede quedar cinco o 10 años atrapada en un cuarto, sin salir; hay gente que se hunde en el alcohol o en la drogas; hay quienes se pueden quedar enterrados en una clínica psiquiátrica durante muchos años, y eso significa morirse antes de tiempo, y es lamentable. Hay gente que tiene que morirse en un determinado momento y resulta que la vida le juega una mala pasada y tiene que estar tetrapléjico en una cama, cinco o 10 años, lo cual no deja de ser una tortura. El arte de morirse a tiempo es difícil y ojalá tengamos la sabiduría y la suerte de morir en el momento oportuno.
-¿Y la mayor locura de nuestro tiempo?
No aceptar que estamos haciendo todo mal. Estamos masacrando a las demás especies, somos 7 mil millones de personas, ya no cabemos, seguimos reproduciéndonos como ratones, como conejos, no paramos, abrimos un hueco en la capa de ozono, no hay alimentos suficientes. Según el último informe de la FAO, más de mil millones de personas se mueren de hambre en este momento, literalmente. Aguantando hambre está la mitad de la humanidad. No hay agua. Estamos haciendo todo de una manera nefasta, pero no queremos reconocerlo. Ahí está nuestro mayor disparate.
-¿Cómo ve en este momento a Bogotá, inspiración de su literatura?
Quizás la Bogotá mía es más subterránea, oculta. Tuvimos una época de esplendor en los 90, con Mockus y Peñalosa, tres alcaldías en línea que para los bogotanos fueron un privilegio. Después fue Medellín el encargado de tomar las riendas de educación y cultura y de cómo transformar la ciudadanía mediante un ejercicio pedagógico. Ellos tuvieron la ventaja de tener a Sergio Fajardo, y después a un escritor como alcalde, y nosotros nos sumimos en el horror que han sido las últimas alcaldías, que no ha sido más que el robo a mano armada, la sinvergüencería, y no hemos logrado construir la ciudad que soñábamos en los 90. Siento que mi obra tiene más sentido, cada vez da más en el blanco sin que lo quiera. Hubiera preferido que sucediera lo contrario, sigue siendo un foco de corrupción y de fuerzas oscuras que la cruzan de mala manera.
Su best-seller
- ¿Nunca notó algo raro en Campo Elías Delgado, personaje de Satanás con el que usted estudió?
Eran los 80. Era muy difícil en una facultad de filosofía y letras dar con las claves de una persona rara, porque todos éramos bichos raros, un marciano entre marcianos pasa desapercibido. Creo que si él hubiera estudiado otra profesión, como derecho, medicina, comunicación social, de pronto lo hubiera detectado. En nuestra facultad éramos un poco outsiders.
-¿Transmite la película lo que escribió en la novela?
Cuando uno entrega los derechos del libro a un director de cine no se le puede condenar a que él haga, capture o elabore un retrato del libro. Eso no funciona de esa manera. Uno entrega el libro y el otro es un artista que construye su propia historia. Son dos obras de arte independientes. La novela es de donde parte, es su origen. La película partió la historia de la cinematografía en Colombia en dos, antes y después.
-¿Con qué personaje de sus obras se identifica?
Con ninguno, por fortuna. Son demasiado negros, oscuros, siniestros, no sé de donde vienen, qué zona de mí por allá los elabora, los encarna. No tengo nada que ver, soy muy distinto a mis personajes. Soy muy disciplinado, más vinculado al deporte, un tipo alejado de las drogas y el alcohol. Mis personajes son infiernos que percibo, soy más como un buen actor que sabe hacer roles de malo.
Formación
-¿Qué tan necesaria es la academia para formarse como escritor?
Hay de todo. Gente para la cual la academia es castradora y termina haciéndoles daño, y gente para la cual es provechosa. Es un momento en el que organizas las ideas, en el que te enriqueces creativamente. Fue mi caso. Para mí la academia ha complementado y disparado el motor de los libros, pero comprendo aquellos a los que les sucede lo contrario. Hoy sería incapaz de volver a la academia en la que estuve cerca de 20 años como estudiante y docente.
- Un consejo para los jóvenes que quieren ser escritores
Disciplina. Uno no se hace escritor entre tabernas y bares. Uno se hace artista a punta de rigor y dedicación. Colombia está entre los países con una taza de lectura más baja del continente, 1,6 libros por persona al año, que bordea lo que se llama analfabetismo funcional: que es gente que sabe leer y escribir en teoría, pero que nunca pasa por una librería y nunca compra un libro. Una sociedad que no lee es una sociedad intolerante, déspota, engreída, pedante. Es un poco el riesgo que estamos corriendo en los últimos años, nos falta una sociedad más amorosa, amigable, que estime al vecino y no le considere un enemigo.
-¿Cómo lograr la disciplina?
Socialmente no hemos recibido una buena educación al respecto. Somos más una sociedad de la juerga, del desorden, del caos, de la improvisación; como no lo tenemos incorporado, es muy difícil, toca doblegarse, vencerse.
13 libros componen la construcción literaria de este escritor colombiano, en más de 20 años.
Mi extraño viaje al mundo de Shambala (2013)
La importancia de morir a tiempo (2012)
Apocalipsis (2011)
La locura de nuestro tiempo (2010)
Buda Blues (2009)
Los hombres invisibles (2007)
Cobro de sangre (2004)
Una escalera al cielo (2004)
El viaje del Loco Tafur (2001 - 2003)
Satanás (2001 - 2002)
Scorpio City (1998)
La travesía del vidente (1995)
La ciudad de los umbrales (1992)
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