También es antónimo y tocayo. No quiere ser un pensionado de sudadera. ¿Mirco, Lirco o Wilcon? No, él es Lindon… con la n al final.
ALEJANDRA CASTAÑO ALZATE
LA PATRIA MANIZALES
El primero de enero de este año, cuando comenzó a ejercer constitucionalmente el gobernador de Caldas, Guido Echeverri Piedrahíta, también tomaron posesión los secretarios de despacho, entre ellos el de Cultura, Lindon Alberto Chavarriaga Montoya, quien fue contralor de Manizales en el período 2012-2015.
La hoja de vida de Chavarriaga Montoya dice que es geólogo, músico, administrador de empresas y especialista en gestión pública y de proyectos de desarrollo. También contiene una lista, larga, de los cargos que asumió. Los más recientes: la asesoría de Planeación de la Contraloría General de Caldas (2005-2012), la dirección del Festival Nacional de Pasillo (1992-2011), la gerencia del liquidado Fondo Mixto de Promoción de Caldas (1999-2001) y la asesoría de Planeación de la Secretaría de Cultura (1997-1998).
Es acreedor de reconocimientos como el que le hizo la Alcaldía de Manizales por su aporte al desarrollo cultural del municipio (1999) y la Gran Orden del Sombrero Aguadeño (2001). Estuvo nominado al Caldense del Año (2011), postulado a la Orden Humberto Gallego Gamboa (2010) y es Egresado Meritorio del Programa de Geología de la Universidad de Caldas, aunque nunca ha ejercido esta profesión.
-¿La platica de la geología se perdió?
Se ríe, tiempla la boca y responde. “Mi papá me dejó dos herencias gigantes, porque era músico y minero de Marmato. Me manifestó que no se vivía de la música, que estudiara una cosa que diera plata. Le pregunté qué quería que yo fuera y me respondió geólogo. ¡Lo tenía que homenajear! Después, me imaginaba viviendo del tema, en el monte y en las minas, pero di el pasito atrás. Me fui muchos días a hacer metalurgia y encontré un nido de murciélagos bastante grandes que me persiguieron. Hasta ahí duré, eso fue el acabose. Me gradué posteriormente. Lo simpático es que soy Egresado Meritorio de Geología debido a que me propuso Bellas Artes (Facultad de Artes y Humanidades). Ahí sí, como dice Gabriel García Márquez, feliz en lo que hago e indocumentado”.
-¿Y ese nombre suyo de dónde salió?
Suelta una carcajada y se rasca la cabeza unos tres segundos. “Nací en la década de los 60, época de la imaginación, la libertad, los Beatles, la Guerra de Vietnam y los viajes a la Luna. En esa época asesinaron a John Fitzgerald Kennedy, quien era presidente de Estados Unidos, y lo sucedió Lyndon Baines Johnson. Eso fue transmitido en los países en desarrollo y ahí aparecen mis padres, quienes estaban buscando un muchachito que tenía que ser importante. Ellos eran humildes, pero pinchados. A mi papá le dio por ponerme Lindon Johnson y a mi mamá, de Aguadas, casi le da un infarto, ella quería Lindon Alberto. Pelearon hasta que llegaron a un acuerdo 50-50. Póngalo Lindo a ver si mejora, les expresaban, pero no pasó.
Voy a confesar que cuando era pequeño estaba acomplejado con mi nombre. Es raro, los niños son los seres más crueles. Me decían ‘Lindo’ tan feo, fue una gran tragedia. No hace mucho descubrí con un sacerdote al que le gusta la etimología que detrás de Lindon está el don de la luz, la capacidad de ver y de brillar.
-¿Ha encontrado tocayos?
Sí, qué pesar. Alguna vez en un concierto que se realizó en el Estadio Palogrande me presentaron a otro Lindon. Venga para acá, le dije, y nos fundimos en un solo abrazo. Pensé que jamás iba a encontrar otro y sí sucedió. Se llamaba José Lindon, no aguanté la risa cuando lo supe. Qué combinación. También tuve un antónimo, un compañero que tenía el pupitre al lado del mío. Yo era Lindon y él, Fehó. Lo particular es que él era el bonito y yo el feito. Uno termina por acostumbrarse al nombre. Por ejemplo, me llaman Lindo, Mirco, Lirco, Wilcon, de todo, y yo volteo.
-Usted es ensayista y en su biblioteca hay un libro de antónimos y sinónimos, ¿es malo para eso?
Cuando mi madre me regañaba, me decía lo mismo con palabras diferentes. Eso me quedó sonando. Pensaba que sabía mucho porque se expresaba así, aunque fuera una mujer de campo. Ese libro lo tengo hace 20 años. Ahora creo que la vida es de sinónimos y antónimos, de conocimientos y saberes. Es muy corta. Hay que filosofar para llevarla, hay que poetizarse porque el mundo es muy lógico. Necesitamos muchos locos. Hay que poner a la gente a hacer una locura al año, porque si no se vuelven completamente locos.
-¿Ve como una locura la chirimía con la que tocó en chivas y fiestas universitarias?
Ahora sí, pasaron cosas muy divertidas. En ese momento fue el sustento de un muchacho para sus estudios universitarios (1982). Nuestros papás eran campesinos y no tenían muchos recursos. Además, la familia era grande. Mi hermano Fernando era un músico maravilloso y mi papá se reía de mí, yo no era tan bueno. Una vez llevé a mis compañeros a ensayar a la casa. Cuando empecé a tocar, mi mamá me echó una mirada inquisidora. Le pregunté cómo le había parecido y me dijo: ¡Horrible! Entendí que el mercado no eran mis progenitores, eran las rumbas y las chivas. Hasta me convocaban para los paros, las marchas y las manifestaciones. Nos iba tan bien que yo era más despreocupado por la universidad. Al tiempo reunimos las chirimías en un encuentro regional y en otro nacional (1988). Hicimos las Noches musicales en el Festival Internacional de Teatro de Manizales. Trajimos a Totó la Momposina, al Grupo Mango y a Iván y Lucía. Una vez con la agrupación los Farallones llenamos la Plaza de Bolívar. A las 12:00 de la noche la Policía dijo no más, se apaga la música. A la gente no le gustó y hubo un voleo tremendo de botellas. Ahí nos suspendieron, ese fue mi primer fracaso como empresario cultural, y nos tocó dejar la ciudad. Conté con tan buena suerte que Ramiro Osorio, en ese entonces ministro de Cultura, me llamó para ser su asesor.
-Si hay escasez, ¿volvería a la chirimía?
No. Son épocas diferentes y todo avanza. Éramos tan exitosos con esa música que íbamos a hacer los clásicos de la provincia, ya habíamos cuadrado tres programas de televisión, pero se nos adelantó Carlos Vives. Nosotros no teníamos la belleza ni las piernitas de él. Recuerdo que se ponía esos pantaloncitos como desmechados. Mis compañeros de chirimía fueron exitosos. Por ejemplo, Alfredo Antonio Cano terminó en El Cuarteto Imperial, Aldemar Abelardy tiene una orquesta maravillosa, el que era trompetista estuvo en Los Tupamaros, otro es empresario y el que falta es dueño de salas de cine. La vida nos puso a cada uno en su lugar. Hay cosas que entran en lo lúdico y en lo gozón.
-Aquí, en su casa, hay muchos instrumentos de viento. ¿eso está entre lo lúdico o lo gozón?
Está más entre lo lúdico, por mi problema con los instrumentos de viento. Durante 30 años los toqué y me deformaron los dientes. Ahora tengo ortodoncia, después de viejo, y me veo muy gracioso. Ya no puedo, me es muy difícil, me duele y me lo prohibieron. Mi papá tocó hasta el último día, con sus manitos temblorosas y su cajita de dientes que no le permitía afinar. Yo no quiero ser un pensionado de sudadera que sale a hacer ejercicio. Tampoco el que paga las facturas o hace los mandados. Me dedicaré a la guitarra o al acordeón, a algo que me preserve los dientes antes de que se caigan, pero jamás dejaré la música.
-¿Se alejó o se acercó a la manera de ser de su papá?, ¿cómo es usted de padre?
Papá es papá. Tengo dos hijos, Laura (21 años) y Daniel (19). Yo veía al mío como un cansón, después como un sabio y luego como un dinosaurio. Uno entiende y repite lo que le decían a uno, como cuidado llega tarde, lávese los dientes o que música tan horrible. Concibo el amor por el que le tengo a mis a hijos, ese es el verdadero amor.
-Y de suegro cómo le va
¡Ay, Dios! Siento un gran afecto por la pareja de Laura y la de Daniel. Ocasionalmente salimos, almorzamos y paseamos. También se sufre mucho con las lágrimas de los hijos, pero uno no se puede meter en eso, resulta de malo. Es cierto que ellos le ayudan a uno a llevar el tiempo que no se tiene. A veces en estos cargos te llenas de cosas por hacer y estás tranquilo porque están con buenas personas.
-Hay muchas cosas, como dice. Son 27 municipios a su cargo. Durante este tiempo como secretario de Cultura ha pensado ¿en qué me metí?, ¿ahora qué?
Yo tenía un afiche de un pollo que estaba saliendo del huevo, como si asomara el pico y dijera ¿Qué hago ahora? Me pasó cuando entré, el primer día, porque es muy poco el personal y a eso se le suma que varios no están. Pensé: sé qué voy a hacer, ¿ahora con quién lo hago? Sin embargo, le tengo gratitud enorme al gobernador. Reuní a mi familia y le pedí permiso para ser secretario. Laura, un personaje brillante, fue quien más problemas puso. Les he enseñado a ser éticos, honrados, honestos y trabajadores, pero cuando estaba de contralor cualquier decisión era polémica. Terminaba atrapado, porque hay gente muy poderosa y tiene muchos tentáculos. Si atacas a alguien, también estás atacando a una mafia completa que devuelve todo. Eso era lo que le preocupaba a mi hija. Finalmente me dio permiso. Entendió algo que todos en esta casa sabemos: estar en lo que se ama da mucha tranquilidad.
-Y el presupuesto, ¿cómo se va a distribuir?
Recibo por lo menos mil 700 millones de pesos para el 2016 (mil 680 millones 955 mil pesos). Para la emisora Caldas FM (96.3 FM) se destinaron 130 millones y a la Orquesta de Cámara de Caldas le corresponden 250. También hay que trabajar por las casas de la cultura, las bibliotecas, los festivales, los gestores artísticos y culturales y los eventos que se lleven a cabo en el departamento. Hay que ponerle mucha creatividad, gestión e interacción al tema. No tiene sentido estar ad portas del posconflicto y recortarle a la cultura. Los reinsertados no van a saber qué hacer si no empieza un protocolo para cambiar el chip, si no comienzan a imaginar la reconstrucción de esos espacios que destruyeron por medio del arte. La única opción que hay para el posconflicto, al igual que para la Jornada Única, es la cultura.
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