LA PATRIA| MANIZALES
Bryan García Soto, pacoreño conocido artísticamente como Blaycky, se fue a los 2 años con su familia, rumbo a Cali, con el fin de buscar un mejor futuro.
Desde muy pequeño era un chico creativo que escribía poesía e historias, a pesar de tener un gran problema de concentración. A los 9 años ya tenía habilidad para interpretar temas de artistas como Calle 13, Daddy Yanke, entre otros referentes del género urbano.
A los 10 años su obsesión por la cultura urbana, como el break dance, el hip hop y el rock, hacían que se pasara días enteros practicando e imitándolos, lo cual le trajo muchos problemas en el colegio.
“Mi madre, Marina, y mi padre, Luis Fernando, cada mes eran citados para firmar un compromiso donde yo tenía que ser más responsable y estar en seguimiento con la psicóloga, a pesar de mis virtudes, mi rebeldía causaba muchos estragos”, contó.
Vinieron los malos pasos para este joven. Las pésimas compañías lo metieron en más problemas, noches en el calabozo y en la calle. Bryan era más difícil de controlar, pero a pesar de todo eso seguía siendo un joven echado para adelante.
Guardaba monedas de su descanso, el refrigerio que daban en el colegio y los repartía a la gente de la calle. Les colaboraba a todos los vendedores ambulantes y a los amigos con más necesidades les daba sus cosas.
A los 13 años le mostraron un video de un joven haciendo freestyle y desde ahí su vida cambió, empezó a adentrarse en el mundo del rap, conociendo a otros, conformaron un grupo y sacaron su primer disco a los 14 años.
Su habilidad para componer le ayudó para fortalecerse en el arte de la improvisación. A pesar de todo logró graduarse a los 16 años del colegio Francisco José Lloreda Mera y siguió una carrera de diseñador gráfico y publicista, las cuales culminó, pero su obsesión por la música lo llevó a seguir ese camino y luchar por ser un gran artista.
Empezó con sus amigos haciendo freestyle en los parques, en los buses y colegios, y en todos los espacios posibles. Esto le ayudó a cambiar y dejar los malos pasos.
Volvió con su familia a su tierra, Pácora, para comenzar una vida nueva. “No ha sido fácil”, dijo, pero cambió. Hoy su familia está más unida.
La Casa de la Cultura de su municipio vio su talento y le abrió las puertas. Quiere ser un ejemplo de que con talento y disciplina se pueden lograr buenas cosas en cualquier tipo de género musical.
Su sueño es tener una fundación en la cual pueda cumplir las metas de muchos niños y personas de bajos recursos. Y que algún día su música pueda superar fronteras para que muchos jóvenes busquen nuevas iniciativas en el arte, dejen los malos vicios y puedan hacer algo productivo por su vida.
“Aunque aún esté lejos de lo que he querido ser, soy feliz con mi, que trabaja en labores del campo y con esto ayuda para las necesidades y mi arte. Se vale soñar sin importar la circunstancia. Los del campo son los verdaderos empresarios que se deben valorar”.
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