Tradiciones que se comparten
Creatividad para trabajar con la paja. Muñecas artesanales. Trabajos ornamentales.
Carlos Mario Ríos
LA PATRIA | MANIZALES
Rosa Atehortúa García tiene una historia tejida entre hilos de iraca. Su conversación es amable y sencilla, sus manos expresan lo que su voz no dice. El talento y habilidad para diseñar y elaborar objetos ornamentales, con la misma materia prima de los reconocidos sombreros de Aguadas, le da un valor adicional a su trabajo que es apreciado por los turistas que llegan al municipio al norte de Caldas.
Doña Rosa vive en una sencilla y humilde casa al sur de Aguadas. Desde pequeña incursionó en la elaboración de productos artesanales con fibra de iraca, su destreza manual no fue para tejer sombreros, como lo hacían muchas de las niñas de su edad. Asegura que incluso arrojaba lo poco que tejía al piso por la impotencia de no poder entrelazar los hilos como las demás. Su baja tolerancia a la frustración la llevaron a explorar otras opciones y encontró en la artesanías una manera de expresarse. Así desarrolló capacidades para enfrentar las adversidades y superar los obstáculos.
Camino
"Mi mamá, que era buena tejedora, decía: "¿cómo hago para enseñarles a tejer a mis hijas?" y como Dios no desampara a nadie le envió una señora que elaboraba canastas y fue ella quien nos enseñó esta bella labor", recuerda doña Rosa.
Ella y su hermana Romelia empezaron a hacer figuras, sacaron modelos e inventaron otras cosas que hoy hacen parte del catálogo de productos que elaboran. "Mi madre empezó con esa bobadita y vea donde estamos. De todos mis hijos, Martha ha seguido esta tradición y ahora mi nieta se sienta a mi lado a continuar con esta labor, ella vende aretes con forma de sombreros", asegura.
Doña Rosa ve su historia de vida como un camino de nueve ramificaciones, representadas en sus hijos. Dos de ellos ya partieron. Ella afirma que desde el cielo la acompañan como ángeles, "en momentos de soledad siento su presencia mientras elaboro algún vestido multicolor para las muñecas", dice.
Conocimiento
Rosa también ha transmitido su conocimiento a otras personas. Ella ha enseñado tanto a su familia como a quienes se han interesado en aprender las técnicas artesanales de sus productos. Desde la silla, en la que permanece la mayor parte del tiempo por la dificultad que tienen para caminar, asegura que a pesar de eso no ha perdido su interés ni las ganas de teñir de colores la paja de iraca, son ellas las que cautivan las miradas de quienes desean llevar sus muñecas como un recuerdo de su paso por la ciudad de las Brumas.
A sus 72 años vive con la alegría de que su trabajo ha sido reconocido. En el 2008, durante la celebración del Bicentenario de Aguadas, recibió el trofeo La Manuela a la excelencia. Él permanece en la sala de su casa y le recuerda con honor que sus manos han tejido una tradición que deja una impronta imborrable en la cultura caldense.
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