DIEGO FERNANDO HIDALGO
LA PATRIA | MANIZALES
Al vendedor ambulante José Erney Giraldo Hoyos, de 58 años, lo reportaron como desaparecido desde el 11 de febrero del 2017, cuando salió de su casa. 20 días después, las autoridades hallaron una osamenta en una canaleta de la vía al barrio La Francia, de Manizales.
Una platina, una gorra, discos compactos y los zapatos fueron elementos clave para que los familiares creyeran que era él, pese a su alto grado de descomposición. Sin embargo, fue necesaria una prueba de ADN para que les entregaran el cadáver. Vivía en el barrio Las Américas y se la pasaba en la Galería. La familia tuvo suerte de poder identificarlo y darle cristiana sepultura.
Caso contrario ocurre con los allegados de 643 personas, sepultadas en Caldas como no identificadas, pues nunca se pudieron saber sus nombres y mucho menos quiénes eran sus familiares, si es que tenían (ver infográfico).
Hay cuerpos en esa situación, que reposan en el cementerio San Esteban, incluso, desde hace 30 años. Las huellas de la violencia con la que murieron o el estado en que los devolvió la naturaleza no permitió identificarlos.
Esos 643 ciudadanos hoy están bajo tierra, en bolsas negras, marcadas con unos códigos. Quizá entre los 1.273 registros de desaparecidos en Caldas, que figuraban en la la lista de la Fiscalía hasta el pasado 31 de diciembre, haya algunos de ellos. Por ahora permanecen en el cementerio de Manizales.
Carlos Eduardo Valdés Moreno, director de Medicina Legal (ML), le manifestó a este diario, en enero pasado, que la entidad tiene entre sus responsabilidades la identificación de cerca de 200 mil cadáveres que se encuentran en los cementerios del país. Anunció que en Manizales había algunos hasta con cuatro décadas en esas circunstancias.
"No tenemos certeza de cuántos cuerpos llevan todo ese tiempo. Solo se cuenta con datos desde 1988. No todos fallecieron en Manizales. Hay de varios municipios", explicaron en ML Caldas.
Pero, ¿qué pasa con esos cuerpos? ML manifestó que en principio, a los que no reclaman, los almacenan en el cuarto frío y después de determinado tiempo, dependiendo de las necesidades del servicio, los inhuman en el cementerio San Esteban, por medio de un convenio establecido entre la Alcaldía de Manizales y funerarias locales.
"La identificación es de los objetivos más importantes, pero se va dificultando por el estado de los cuerpos que ingresan a nuestras sedes. En muchos casos llegan esqueletizados o en avanzado estado de descomposición, por lo que es muy difícil tomar huellas para, por dactiloscopia, cruzar la información con la suministrada por la Registraduría Nacional del Estado Civil", anotaron.
Otra forma de identificar los cuerpos en estas condiciones es por medio de la carta dental. Es decir, un examen con la descripción de cada pieza dental para compararla con las historias clínicas que estas personas tuvieron en vida.
Añadieron que por última está la prueba de ADN, pero para este proceso se debe contar con las muestras de los familiares, para cotejarlas y así establecer una coincidencia en los cromosomas y alelos.
"Por eso es muy importante que las personas que crean que tienen familiares muertos o desaparecidos se acerquen y manifiesten el deseo de depositar la muestra para el banco de perfiles genéticos. Sin embargo, creemos que hay fallecidos que no tienen allegados", expresaron.
ML también intenta ubicar a los familiares de estas personas. Cuando los cuerpos lo permiten, se toman fotografías de filiación. Es decir, de la cara, en la que se enmarcan los límites del rostro. Además, imágenes de la ropa o de señales particulares como tatuajes, cicatrices, material de osteosíntesis, entre otros.
Estas se publican con apoyo de diarios como Q'hubo y LA PATRIA para que si los familiares encuentran alguna coincidencia se acerquen para brindar mayor información. "También se realizan cruces técnico-interinstitucionales con el fin de lograr la identificación y recopilar datos de familiares en las distintas bases de datos de las autoridades", dijeron.
El obispo Fray Juan Torres, de la Fundación Orden Franciscana de la Divina Compasión, con sede en la Galería, intenta ayudar para que esos seres humanos tengan quién los encuentre.
"Si hay documento, confirmamos la cédula y a través de antecedentes, EPS, funerarias o Sisbén buscamos a familiares. Las prestadoras de salud no dan teléfonos, pero se comunican con allegados del fallecido y les piden que me llamen para contarles lo que pasó. Hay casos de habitantes de calle, que no sacan cédula, y terminan como no identificados", anotó.
El obispo añadió que esos cuerpos se ubicaban primero en la parte trasera del cementerio, pero ahora se sitúan en las terrazas. "Llevo el registró de en qué cruz, en qué sector y en cuál terraza quedó la persona. Antes se toma la foto del cuerpo o del rostro, de tatuajes, o de lo que haya quedado del cadáver. Se enumera con fecha y lo guardo en archivos, por si aparece familia", manifestó.
Recordó el caso de un consumidor de estupefacientes, natural del Valle, quien murió por desnutrición. No tenía documentos. Lo sepultaron y a los dos años apareció la familia. Cuando se cree que el fallecido es de un pueblo, llama al párroco, al alcalde, al corregidor o a la Policía.
"Hay otros cuerpos, sobre todo los que sacan de ríos, que quedan irreconocibles. No hay forma de saber siquiera si están reportados como desaparecidos. En el agua se dilatan, estallan y si tienen cicatrices y/o lunares se disuelven con la piel, sin dejar pistas. Incluso, los dientes se pierden con los golpes contra las piedras", concluyó el obispo.
Si cree que entre esos cuerpos puede estar el de un familiar suyo debe:
Según la página web de Medicina Legal, hay al menos 69 cuerpos de personas identificadas, pero que nadie ha reclamado. Entre ellos estaba el de Carlos Enrique Sánchez Ramírez, quien murió en Manizales y estuvo unos 330 días sin dolientes, hasta que apareció su familia. Sus restos reposaron en una tumba del cementerio San Esteban, de esta capital.
Cinco tumbas a la izquierda de la de Sánchez Ramírez está la de Heriberto Betancur, muerto el 18 de junio del 2016.
En la mitad de estas dos reposan los restos de una que falleció en el hospital Santa Sofía como Cuerpo Sin Identificar (CSI). La otra, porque el estado en que quedó no permitió determinar si era hombre o mujer.
Un funcionario de la funeraria La Candelaria, frente a urgencias del Hospital de Caldas, es como un ángel para los muertos y para sus familiares.
"Llevo 23 años en esta empresa y 28 en el sector funerario. Se aprenden técnicas para ubicar a las familias", expresó.
Hace cinco años contribuye a esos encuentros que, aunque no tan gratos, alivian la incertidumbre de familias. "Si se logra ubicar a la familia, el obispo Fray Juan Torres me acompaña a dar la noticia, que es lo más duro, debido a que muchas esperan que sus seres queridos estén vivos. Otras se tornan agresivos y unas más dicen que los daban por fallecidos". Añadió que lo más difícil es ubicar a los allegados de adultos mayores, que en la mayoría de ocasiones son personas solas.
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