B. Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
Dos horas de gimnasio todos los días y practicar ciclismo de montaña son actividades cotidianas de Yéssica, que no podía practicarlas hasta hace unos cuatro años.
Su médico le prohibió cualquier esfuerzo, pero pudo más su tenacidad. “Aprendí a regular mi inteligencia emocional para evadir el dolor y ser más fuerte. Para mí, levantar algo pesado, sudar, los cambios bruscos de temperatura significaban dolor, inflamación, sangrados, tres días en cama. Con el tiempo, adapté mi cuerpo y ahora hago todas esas cosas”, dice la joven.
Ella nació con una malformación en el lado izquierdo del rostro. Era un hemangioma, que le producía sangrados y le inflamaba el rostro. Hoy, su apariencia es diferente, gracias a las cinco cirugías que le practicó en Estados Unidos el médico pediatra Joseph K. Williams, quien prácticamente le arrancó la lesión.
Para contar esta historia, hay que hablar de otras dos mujeres. Gloria Inés Serna, su mamá, y la estadounidense Carol Beckman, a quien Yéssica reconoce como su otra madre, de corazón.
En marzo pasado, cuando la joven de 30 años recibió el título de Licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad de Caldas, las tres se encontraron.
Fue la oportunidad para agradecer y también para evocar. “En mi caso me salté etapas, adelanté unas y me atracé en otras, pero llegué”, reflexiona.
Cuando Yéssica tenía cinco años, Gloria Inés comenzó a batallar. Habló con el Seguro Social, la prestadora de salud de esa época, pero le decían que no tenían un tratamiento adecuado y que la solución estaba en el exterior. Valía mucho dinero. Entonces presentó una tutela, que falló a favor de la menor.
Como si cada sangrado o dolor de Yéssica le diera fuerzas, Gloria acudió a la Defensoría del Pueblo, que en ese entonces dirigía Nelly Gómez de Amariles. Fue el primer paso para una campaña a la que se unieron muchas personas: Mariela de Mejía, con la Cruzada Social; Martha de Valencia, del almacén Exclusivo; y Margarita Gómez Arrubla, quien tenía contactos en Unicef.
“A mí me decían que un niño que nace así, así se queda. Pero algo me decía que sí se podía, por eso di a conocer el caso, para que la gente entendiera que la niña necesitaba ayuda”, narra Gloria.
Esa fuerza que hoy posee Jéssica para dejar a un lado el dolor que le produce el ejercicio se la inyectó su mamá. “Ella ejercitó su mente, su cuerpo y su espíritu. Hoy día es deportista, es estudiosa, emprendedora. Uno como madre debe alentar a los hijos, eso comienza en el hogar, nosotros somos la primera escuela”, expresa Gloria.
Cuenta que esa malformación era como una maleza, que aunque benigna, era agresiva por todo lo que comprometía. Esta se inflamaba y le crecía la cara, tanto que en un episodio se le dilató el nervio óptico. Tiempo después en Estados Unidos le extrajeron el ojo, querían evitar que la lesión llegara al cerebro.
El 1991 la historia se publicó en LA PATRIA y los caldenses conocieron la historia. Luego llegaron otras en 1998 y 1999, el objetivo era lograr pagar el tratamiento, pero fueron insuficientes los recursos.
“No nos desanimamos. Margarita Gómez aprovechó que tenía un contacto y así se dio la conexión con la fundación Childrenś cross connection, que ahora se llama Childspring International”.
Madre e hija viajaron a Atlanta (Estados Unidos). En el aeropuerto conocieron a Carol. “La vi como un resplandor, era como el ángel que Dios nos había enviado para ayudarnos. Nos adoptó como familia y lo mismo hicimos nosotras. Dijo que Yéssica era la hija que Dios le había enviado y a partir de ahí la compartimos”, expresa Gloria.
Carol apoya a la Fundación y las albergó en su hogar todas las veces que Yéssica lo necesitó.
“Ella, para mí, es como una mamá. El amor que ambas tienen por mí es inmenso. Se trasnocharon conmigo y de alguna forma fueron mis ángeles”, relata la joven.
Cuando Gloria no pudo viajar, Carol se trasnochó con la niña, la llevaba a todas partes, sufría viéndola sufrir. “Ella me dijo que a la familia uno la quiere porque es de sangre, que nosotras nacimos del corazón de la otra y que era una elección, porque ella escogió que yo fuera su hija”. Entre lágrimas expresa: “Me cuidó y me sigue dando amor. Vino desde lejos a verme graduar, esas son cosas del alma, no sé si la gente lo entienda. Con todo eso, mi vida es un cuento de hadas”.
"Tuve el honor de recibir a Yéssica y su mamá, Gloria, en mi casa en Atlanta, Georgia (EE.UU.) durante su tratamiento médico entre 1999 y el 2005”, cuenta Carol. Reconoce que Yéssica ha demostrado fortaleza y valentía para enfrentar los desafíos de la vida, aspectos que según ella, fueron aprendidos de su madre, Gloria Inés, de quien dice, ha superado muchas dificultades para hacer de ella y sus dos hermanas, mujeres de bien, a pesar de las dificultades.
El día de su graduación, Yéssica imprimió una tarjeta en inglés, francés y español. Quería entregarla en agradecimiento a las personas que la apoyaron. “Era el momento para agradecer porque he recibido tanto, que la única palabra que tengo es gracias”.
Yéssica sigue haciendo planes. Ya tiene empleo en la U. de Caldas y quiere hacer una maestría. “Mis objetivos se renuevan y siento que me va a faltar tiempo para hacer todo lo quiero”.
Con todo este trasegar y pasar por cinco cirugías en Estados Unidos, asegura que cada quien tiene su historia. “El camino recto es más fácil, pero el que me tocó siento que me enseñó a vivir de manera diferente y me ayudó a entender el mundo”.
Relata que desde pequeña su familia la trató igual. “En el espejo siempre me vi diferente. No busqué que el mundo me aceptara, más bien yo reclamé mi espacio en el mundo. Trate de encajar sin dejar de ser yo, sin sentir lástima por mí”.
Manifiesta que cada quien vive con los recursos que tiene y que lo que se hace con ellos es lo que marca el cambio. “Nací con mis sentidos completos, tengo muchos intereses, me gusta el arte, porque mi mamá me enseñó desde pequeña a pintar, era como una terapia”.
Los cambios físicos en Yéssica son evidentes. “Cada cicatriz es una marca del camino recorrido. No me molestan, aunque soy vanidosa como todas las mujeres. El parche en el ojo hace parte de mi rutina diaria de belleza, es como algo normal”.
A esta mujer, que le tocó sufrir un poco más que a otros, cree que la fuerza que le dan sus mamás, su familia y amigos la impulsa a seguir. Ella no ve razones para parar.
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“El principio fue complejo, doloroso, hubo bullying. Nunca culpé a la gente que no entendía mi diferencia. Las personas tienen un estereotipo en su mente y cuando ven a alguien diferente esos preconceptos chocan en su cabeza y reaccionan de una forma muy humana, por eso me río de mí misma”, Yéssica Parra Serna.
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El año pasado Yéssica pidió a la organización que le permitiera visitar al médico pediatra que la operó, Joseph K. Williams. Le apartaron cinco minutos. Al verla le preguntó: ¿Qué te interesa en la vida?, ella le respondió: Doc, estoy terminando la universidad. “Me gusta el ciclismo de montaña”.
Para su sorpresa, de regalo de grado le envió el dinero para su bici, porque siempre que salía lo hacía en una prestada. La mandaron a hacer a su medida.
“Eso fue algo inesperado. Tengo muchos anhelos en la vida y la bici es una cosa frívola que uno quiere y guarda en el corazón, pero nunca pensaría en comprarla porque tengo otras prioridades. Que me regalara esa bicicleta me hace sentir hasta culpable”.
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“Le agradezco a Dios por permitirme conocer y compartir con esta familia, reflejo de los colombianos. Desde el 2008 los he visitado ocho veces. Amo este maravilloso país y su gente. La belleza de la naturaleza, la historia detrás de sus paisajes, la comida maravillosa y la amabilidad de sus residentes hacen que venir aquí sea un placer”, Carol Beckman.
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