B. Eugenia Giraldo T.
LA PATRIA | MANIZALES
A las 10:00 de la mañana Lucía, de 70 años, atendió una llamada. Colgó rápido porque notó que tenía dificultad para hablar. “Será que estoy mareada?, se preguntó. Tomó agua y se sentó con la esperanza de que un poco de reposo le haría bien.
Espero más o menos una hora, hasta que llegó su hija y aunque no le gusta acudir a Urgencias, esa vez fue la excepción.
Como la mujer tiene medicina prepagada la espera no fue larga. En la primera revisión la catalogaron en triaje 4, para ellos era una consulta externa; sin embargo, el médico que luego la atendió pidió una TAC para descartar un problema cerebral.
Después de ese y otros exámenes, entre ellos de cardiología, Lucía permaneció hospitalizada tres días. El diagnóstico del neurólogo, cardiólogo e internista fue: había sufrido una isquemia cerebral transitoria, al parecer el medicamento que tomaba para la hipertensión no se la controlaba como debía.
Enrique Melgarejo, presidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología, califica esta enfermedad como la más catastrófica, porque afecta la calidad de vida de quien la padece y de ocasiona un impacto terrible en la familia.
El experto define la isquemia cerebral como un campanazo. “Indica que algo está fallando, es un trombo en un vaso pequeño del cerebro de manera transitoria”.
El cirujano Carlos Rivera, de la Asociación Colombiana de Neurología (ACN), indica que hay dos formas de ataque cerebrovascular: “isquémico, que es como un infarto cerebral y el ataque cerebrovascular hemorrágico que ocurre cuando hay un sangrado cerebral”.
Agrega que es más frecuente el isquémico y que ambos son de suma gravedad.
Sobre las causas del primero, dice que están determinadas por la obstrucción del flujo sanguíneo cerebral en un territorio vascular definido, que puede ser de las arterias intracraneales o de las que llevan sangre al cerebro.
También habla de la formación de placa ateroesclerótica que va creciendo hasta obstruir el vaso o los fenómenos embólicos que pueden partir de una arteria grande del cuello (carótica o vertebral) o que se pueden generar en el corazón.
Entre los factores de riesgo habla de hipertensión, diabetes, dislipidemia (colesterol alto), sobrepeso, sedentarismo, enfermedades cardíacas, tabaquismo, abuso en la ingesta de licor y drogadicción.
También dice que un tipo particular de arritmias como es la fibrilación auricular, condición del corazón que late de forma irregular, lo que predispone la formación de trombos dentro de la aurícula y pueden partir émbolos que viajan hacia la circulación cerebral.
Para Rivera, este padecimiento es una urgencia médica vital y compleja. Su éxito, entendido como la recuperación de la funcionalidad y la disminución de las secuelas, depende de que el paciente reciba atención médica en las cuatro y media horas siguientes al inicio de los síntomas.
El cardiólogo Melgarejo afirma que el problema radica en que el accidente cerebrovascular emite unas señales antes de producirse, pero el 39% de las personas no las reconocen.
“Piensan que es algo transitorio, no le da importancia porque es un dolor de cabeza y cuando se instaura el problema, ya no hay nada qué hacer y el daño cerebral ya está hecho”.
Admite que si la persona acude entre las primeras cuatro a seis horas, se puede evitar que se produzca un daño cerebral irreversible.
Así explica las señales:
1. Rostro: cambios en la simetría de la cara, inmóvil o inexpresiva. Dificultad para sonreír.
2. Habla: La persona súbitamente no encuentra las palabras, no articula bien lo que quiere decir.
3. Brazo: Siente un brazo o una pierna dormida, empieza una mano a brincar o hay movimientos involuntarios. El brazo está sin fuerza o no se puede mantener en alto.
4. Tiempo: tan pronto aparezcan uno de estos síntomas debe consultar de inmediato a un servicio de Urgencias, porque entre más rápido se identifiquen hay mayores posibilidades que se pueden ofrecer en el tratamiento.
· Dolor de cabeza severo, “el peor de su vida”.
. Debilidad o adormecimiento súbito de un lado del cuerpo.
· Dificultad repentina para caminar, mareo intenso, caída o descoordinación.
· Pérdida súbita de la visión por un ojo.
· Alteración de la conciencia (pérdida del conocimiento).
El ataque cerebrovascular se presenta cuando un vaso que suministra sangre al cerebro, se rompe o se obstruye por un coágulo u otra partícula, lo que priva a una parte del cerebro del flujo sanguíneo, ocasionando la muerte de las células nerviosas o neuronas.
El neurólogo Carlos Rivera explica que el haber padecido un ataque cerebral o una amenaza de este, como son los ataques isquémicos transitorios, en los cuales el paciente durante algunos minutos pierde una función neurológica como el habla o presenta una debilidad efímera que es catalogada como poco trascendente y no merecedora de urgencia médica, es la alerta más importante de la inminencia de un infarto cerebral.
De cada 10 personas que han sufrido un ACV o una amenaza, una lo puede repetir al primer mes, entre una y dos al primer año y entre tres y cinco personas en los siguientes cinco años.
De acuerdo con el cirujano Carlos Rivera, este año la campaña tiene como objetivo fundamental promover y dar a conocer que sí hay una forma de tratar a los pacientes en la medida que se atiendan de manera oportuna.
“Hay medicamentos que favorecen la ruptura del coágulo y restablecer el flujo sanguíneo cerebral y en otros pacientes se les puede hacer una terapia de trombectomía mecánica, que a través del vaso sanguíneo llegamos a donde está oclusión y con unos dispositivos agarramos el trombo, lo retiramos y permitimos que el flujo sanguíneo llegue a donde no estaba”.
Según la ACN, 25 de cada 100 personas que sufren un ataque cerebrovascular, mueren durante el episodio agudo. Es la segunda causa de mortalidad en el mundo y la principal causa de discapacidad.
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Una de cada seis personas puede sufrir un ataque cerebrovascular (ACV) a lo largo de su vida. En el mundo, se estima que cada dos segundos alguien lo sufre y cada seis segundos muere una persona por esta causa.
En Colombia, cerca de 45 mil personas tienen un ACV cada año.
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Se estima que en el país el 38% de los pacientes no reconoce los síntomas y en solo el 40% de los casos se acude a una línea de emergencia. Este bajo índice de sospecha hace que la mortalidad por esta causa sea mayor.
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