Ibagué. Tres médicos ancestrales de las comunidades Pijao de Natagaima, Coyaima y Chaparral explican algunos de sus secretos y cómo trabajan para sanar desde una gripa, hasta el cáncer, mal de ojo y brujerías.
Ya sea con tabaco, plantas, animales, piedras, agua u otros elementos de la tierra, los médicos ancestrales siguen teniendo vigencia entre los resguardos indígenas del Sur del Tolima, y se acrecienta su reputación ante el mundo con las curaciones que han logrado en enfermedades como el cáncer y pronto el Sida.
La medicina ancestral en el Tolima en su mayoría se ha transmitido de generación en generación y se basa en las fases lunares, y aunque estos chamanes, como también son conocidos, tienen sus propios bohíos y consultorios donde hacen sus rituales, trabajan con Pijao Salud y el Crit para sanar a los indígenas.
Estos médicos también deben conocer sobre las enfermedades postizas, o brujerías, pues en algunos resguardos siguen vigentes los maleficios para hacer decaer a una persona, o incluso matarla; los médicos deben trabajar en contra de esas energías negativas para sanar.
Tres médicos ancestrales de Chaparral, Natagaima y Coyaima contaron algunos de sus secretos, de los que incluso enseñan a las nuevas generaciones a través de las escuelas del Crit, y cómo adquirieron el poder curativo.
Luego de abrir las puertas de su bohío ancestral, construido por él mismo bajo la guía de Bifuecae, el espíritu del tabaco, Fernando Lozano Gutiérrez nos hace entrar al templo encerrado en bahareque y sostenido por las cuatro columnas que representan a los dioses Lulumoy, Ibamaca, Locomboo y Guimbales.
En la parte superior se representa al Sol (Ta) y ahí sigue el orden según la cosmovisión Pijao; en el centro está el altar, donde Fernando tiene varios elementos, entre ellos aguardiente, tabacos, alcohol y una loción.
Antes de iniciar su relato, efectúa una pequeña ceremonia para calmar a los espíritus del frío que sintió al ingresar, y que solamente se van ofreciéndoles calor, para ello toma el aguardiente, lo eleva al cielo, recita una oración y luego escupe la bebida a lo cuatro lados cardinales, empezando por la izquierda, la zona de calor.
“El mundo es para compartir, ellos necesitaban calor y se los doy. Todos en nuestro cuerpo tenemos 18 espíritus canalizados por la mitad; acá creamos una defensa y armonizamos”, cuenta.
“Pertenezco al resguardo indígena Castilla Angostura, a los siete años mi abuela Rodulfa Charry me dio sus conocimientos y continúo aprendiendo porque esto no termina; desde 1998 practico la medicina en lo curativo, preventivo y espiritual, porque hacemos pagamentos a la madre tierra.
Fernando Lozano se guía en las fases de la Luna, las fases creciente y menguante le indican cómo tratar al paciente y qué medicina utilizar.
“Cada 14 días hay cambios, cuando la Luna está en menguante, todo va de arriba hacia abajo y se cierra, en creciente es al contrario, esos cambios en la Tierra afectan nuestro cuerpo, si llega un paciente en la mañana, tengo que emplear la raíz o la cáscara; si es en la tarde, empleo el cogollo o la flor.
“A medida que el Sol va subiendo, todo va cambiando, por eso la madera que usamos la cortamos en menguante y en horas de la tarde, porque ya la savia ha bajado y tendremos una madera sana”.
Mientras enciende otro tabaco, cuenta que el legado familiar siempre estuvo en manos de las madres y que la tradición la rompió él, pero esto se debió a que cuando nació, su abuela identificó que era especial, pues estaba influenciado bajo la estrella del amanecer, que trae la luz del nuevo día y saca lo oculto.
Fernando recibe pacientes en su mayoría por problemas digestivos, la diarrea es la común. Asegura que existen siete tipos, no siempre por parásitos y todas se curan con plantas, desde luego, antes se debe efectuar un análisis para detectar a qué clase pertenece el malestar.
“Los niños sufren por descuaje; por el oimo, originado por espíritus; el bicho, que es cuando la madre acalorada amamanta a su hijo y esa leche caliente genera en el niño cólicos y diarrea; lo común es por parásitos, por irritación o intoxicación.
“Para los parásitos, se actúa cuando la Luna está en creciente, el cuerpo queda abierto y los parásitos expuestos, si es un menor de dos años, le damos el agua de ajo, hasta los 14 años le suministramos leche hervida con un cogollo de paico y tres dientes de ajo, se toma después del desayuno durante siete días”.
Respecto a los adultos, Lozano Gutiérrez dice que se usan las avellanas o el paico, pero que existe un remedio que él prepara y consiste en rayar cuatro cebollas cabezonas rojas, al zumo se agrega miel de abejas y se licúa con dos cabezas de ajo, se bebe todos los días: una en ayunas, antes del almuerzo y otra antes de acostarse.
“Es una panacea que preparo y también sirve para la sangre, parásitos, hígado, bronquios y pulmones. Pero también podemos usar la que llaman platanillo, espadillo o tapaculo; son nombres populares que nosotros debemos saber, dependiendo de la zona donde se encuentra”.
Las infecciones en la piel, entre ellas el herpes zóster (culebrilla), también se trata con plantas, una de ellas es la toninay (en Coyaima), perico (en Natagaima), borugo (en Ortega); con ella se tratan los sabañones, hongos y alergias.
“Todo lo que afecte la piel, es una planta venenosa, solamente para baños y lavados”.
Asevera Fernando que esas dos son las más difíciles de curar, pero que en otras ocasiones y para sanar a sus pacientes, efectúa un ritual con tres o más tabacos.
“Con el primero consulto, lo tomo con la mano izquierda, lo soplo buscando el norte llamo al espíritu Bifuecae y le digo: ‘Con el poder que tú tienes y el conocimiento heredado de los mohanes, te suplico que obres en la persona para que me muestre lo que padece.
“Tú, que tienes el poder de trascender en el tiempo y la distancia, cubre con tu manto a la persona y muestrámelo’; al terminar digo ‘Chamuká’, que es como si dijera Amén, con el tabaco en la boca lo giro a la izquierda y empiezo a sentir lo que padece el paciente”.
El segundo tabaco, según lo explicado, es para solucionar el problema: “Le doy la orden para trabajar y el tercero me indica el estado actual; si sale mal, debo seguir, puedo dedicar varias horas, pero siempre hasta que ‘el rey’ (un grillo) deje de cantar”.
Antes de iniciar su relato, Alcibiades Ortiz Vega enciende su tabaco, se acomoda los collares que porta como amuleto; estos están fabricados con semillas de enebro, maraqueros, chocho y una especie de cuarzo que le obsequió su madre en vida; cuenta que al ser visto al trasluz del Sol, se ve la enfermedad que tiene el paciente. El collar también tiene algunos huesos de chulo y dos manos en señal de positivismo.“El chocho era usado para lavar la ropa, el chocho carnero se tuesta y sirve entre otras para curar el cáncer, niños descuajados y para defensas”.
Con su tono calmado, debido a los sufrimientos que en casi toda su vida ha llevado, recuerda los momentos en que aprendió los secretos de la medicina ancestral, al lado de caciques en Putumayo, entre ellos Alandiu, antes de que su padre lo asesinara junto con su madre.
“Soy nativo de Chaparral, mi madre María Ercilia Vega Gallego era de Algeciras (Huila), fue médica; mi papá se llamó Clímaco Oviedo Rincón, él cuando yo era pequeño y mi mamá me tenía en los brazos, sacó la flecha para matarnos, una señora nos salvó. A mi madre le tocó irse para el campo, mientras mi padre la perseguía para asesinarla.
“Así llegué al Putumayo, donde crecí y me enseñaron a conocer las plantas, trabajar con el agua, el Sol, la Luna, las estrellas, un poco más grande me llevaron a Bogotá y luego mi mamá se devolvió a Chaparral, donde conoció a Fidel Ortiz Rivera, quien me acabó de criar y me dio el apellido. Antes de mi madre, mi abuelo fue médico en el Cañón de Las Hermosas, él murió peleando, defendiendo los territorios, una flecha lo mató”.
Ortiz Vega, quien estudió hasta segundo de primaria, a los 15 años ya formulaba y era aceptado por la comunidad. Ahora tiene su consultorio en Chaparral, hasta donde llegan las personas para que los alivie.
“Manejo el tabaco y las plantas, preparo productos naturales, atiendo personas con problemas mentales, con nervios, debilidades, postizos que les hacen. Entonces los miro y me doy cuenta de si sufrieron golpes cuando nacieron, si padecen alguna debilidad o están ‘trabajados’. Les preparo vitaminas especializadas con borojó, zanahoria, auyama y naranja.
Ortiz Vega cuenta que las personas acuden demasiado a él, porque ha levantado a muchas personas a quienes aquejaba la trombosis. “Hace 15 años me dio trombosis, estaba solo en mi casa, afortunadamente fue al lado derecho del cuerpo; para eso es bueno la pringamosa morada. Hay gente que han sacado del hospital y me las llevan y las pongo a caminar; he tenido que atender casos de derrame cerebral.
“A mi padre (crianza), le dio trombosis y yo lo paré, lo puse a andar, pero su fracaso fue porque como la trombosis afecta más en zonas frías porque la sangre queda coagulada, llegó la familia y se lo llevaba para Bogotá, pero yo le dije: ‘Si se va, nunca más me vuelve a ver, porque allá se muere, entonces preciso a los ocho días recayó, lo trajeron otra vez y volví a ponerlo a andar”.
Entre sus estudios también están los de acupuntura china, curar las molestias de la próstata; dice que en ocasiones es necesario que el paciente se someta a una cirugía y que cuando receta, le dice a las personas si desean medicina naturista o de laboratorio. También aprendió a trabajar contra las enfermedades postizas.“A mi mamá la mataron con un bebedizo, yo apenas estaba aprendiendo y no pude salvarla, por eso empecé a tener mas conocimiento: Acá he recibido gente de Medellín, Caldas, incluso en Suiza hay un video de una filmación que me hicieron. También llegaba gente a catearme, ya no lo hacen porque saben que sé, pero en una ocasión alguien me trajo un frasco de orina y me dijeron que era de la mamá, yo solamente con mirar el frasco le dije: ‘Es que su mamá es una yegua’, y quedó sorprendido y se fue”.
En cuanto a los pagos que recibe este hombre, dice que no acostumbra a cobrar demasiado, aunque hay gente que le ha ofrecido cantidad de dinero: “A mí me mandaron a este mundo a sanar, me ofrecen dinero y yo les digo, ‘usted tiene hijos, cómpreles algo a ellos”.
Por algunos trabajos que ellos efectúan deben estar protegidos contra las maldades, por lo que siempre cargan un amuleto: este se elabora a partir de lo que el tabaco les indique, las semillas, plantas o animales.
“Para que un negocio prospere, que entre y salga plata, es bueno tener la ruda. Recomiendo ir a la planta y pedir permiso para tomarla, le indica para qué la necesita y adónde la va a llevar. Entonces, se pone una ramita de esa ruda debajo donde va a meter la plata, pone el dinero y la tapa con otra ramita; esa plata se va a conservar y va a rendir. Lo importante es que tampoco sea retenida y se vuelva codiciada”, narra.
Según el médico Fernando, existen varias maneras de contraerlas, ya sean enviadas, mediante lo que popularmente se llaman brujerías, o adquiridas, dando la mano a alguna persona o mediante algunas plantas o árboles.
“Existen energías buenas y malas, depende mucho de la intención, si yo tengo la energía, la canalizo y me imagino que voy a causar la enfermedad; para sanar hay que hacer lo contrario, canalizamos la energía buena y bajo el mismo método.
“De paso les damos baños por nueve martes y viernes a mediodía con ‘subicogé’, ‘balsamín’ enebro y tabaco; luego se cubre con una cobija blanca para mantener el calor y desalojar lo malo del cuerpo; al final ponemos a la persona a cargar ya sea ajo, limón, enebro, coquindo o espingo.
Y añadió que cuando son enemigos muy malos, pone a cargar al afectado el colmillo derecho de la cascabel o que tumbe siete luciérnagas con el vaho del aguardiente, desnudo y en la noche.
“Son rituales para dominar a la persona que me quiere hacer daño; hay varias formas que sólo el médico identifica y sabe qué hacer”.
Cuenta que las personas que utilizan este tipo de maldades están influenciados bajo el dios del mal, llamado Eliani; en muchos casos son consultados para atraer a una persona, o para matar; dice que conoció casos entre hermanos para quedarse con herencias.
“La brujería se enseñó como medio de protección en nuestra cultura, pero terminaron empleándola contra el mismo hermano, como no tienen otro medio para obtener las cosas, recurren a brujear, que en verdad se llama postizas. Los sacerdotes fueron quienes usaron la palabra brujería”.
Pero entre las más fuertes a las que un médico se debe enfrentar, es cuando el ‘brujo’ hace el ritual en su casa y en plena misa, cuando el sacerdote está orando el credo, el practicante abre su biblia, toca un párrafo y lo reza a la par con el cura; lo difícil de la contra es saber qué versículo usó para condenar a la víctima a la muerte.
“Conozco personas a quienes las mataron en siete días con siete sorbos de agua, a veces ni terminan de hace el novenario. En Coyaima la brujería está intacta, aunque son pocos los que la ejercen”.
El indio Pijao buscaba en su mayoría tener hijos hombres para poder combatir, puesto que fue una de las razas más belicosas en América, se dice que robaban las mujeres de otras tribus e influenciados por la Luna, tenían a sus descendientes.
“La mujer que queda preñada en menguante tendrá mujer, y si es en creciente tendrá varón; saber si está embarazada es fácil: si tiene un retraso de 15 días, la acuesta boca abajo y con el ombligo descubierto se le presiona por la espalda, si palpita está preñada; la voltea boca arriba y se introduce en el ombligo el dedo índice tocando el lado derecho, si aparece un nudo, es varón, pero si está al lado izquierdo, es mujer”.
El control de los hijos se lleva contando los nudos del cordón umbilical y donde se entierre la placenta, pues según la creencia, la placenta debe ser devuelta a la madre Tierra, debido a que es un préstamo.
“Hay que enterrarla, muchas veces se sepulta con ceniza caliente para conservar el calor de hogar, y tener sanos la matriz y los ovarios”, contó Fernando Lozano.
Con tambores y flautas, también los médicos ancestrales sanan. “A muchas personas se les puede posesionar el Mohán, en los niños sucede cuando el papá sale a pescar y los pequeños se hacen debajo de las redes, los niños se les sopla el estómago y empiezan a ver cosas de noche. Esto sucede porque quiere que uno le cante, toque y baile, se les ofrece tabaco y se escupe el aguardiente”.
Cuando llega el paciente, Herminso lo observa y estudia, hace que la persona toque el animal, la acaricie y le pida que lo cure: “Yo solo soy el guía, le sacamos el espíritu a la culebra y la sangre, se pone al Sol para que la llene de energía y luego se hace una oración, se da a tomar al paciente y al paso de al menos 30 minutos se sabe si el cuerpo aceptó lo suministrado.
“Muchas personas que han sido tratadas por mí, terminan gordas y llenos de vida; me han ofrecido desde otros países que me vaya pagándome millones, pero yo prefiero estar acá, para ayudar a mi pueblo”.
Adicionalmente, este hombre que apenas va a cumplir 45 años dice que es importante que el Gobierno tome conciencia de su trabajo, porque aunque los animales son protegidos, con ellos ha salvado a cientos de personas.
“Como me prohíben tener chulos y cascabeles, he tenido roces con la Policía, pero no me las quitan porque a varios se les han muerto las madres de cáncer y para ellos fue tarde saber que podían ser sanadas. He atendido a comandantes, médicos tomando el caldo de María (hecho con raíz de toro, palomo, cuy, cascabel y otros ingredientes), este fortalece el cuerpo y quita la anemia. Cuando tenemos que hacer mingas, armonizamos para que no vaya a haber personas muertas o heridas.
“Me gusta explorar y ahora con otra serpiente estoy sacando el veneno para curar el Sida, tengo un paciente terminal desde hace cuatro años, lo estoy tratando y esperamos el resultado. El muchacho es de Medellín y ha evolucionado muy bien”.
Herminso Vega Quintero es reconocido en el mundo por sanar a cientos de personas del cáncer; personas de Estados Unidos, de Europa y por supuesto colombianas, han acudido a él para que las sane de esta enfermedad.
Vega Quintero viene de una familia conformada por nueve hermanos, él fue el único que aprendió esta labor.Residente en el resguardo indígena Yacó Molana de Natagaima, inició su aprendizaje a través de una aparición.
“En una ocasión me interné en la selva, estaba cansado y me acosté, de pronto salió una cascabel, yo era de esas personas que ni cogía ni mataba las culebras porque me daban miedo; esta se dejó coger, la miré, le conocí los colmillos y le saqué veneno.“Estando en esas apareció un señor bajito, barbado, y me dijo: ‘Esa será la vida suya, usted tiene sabiduría’, me preguntó cuándo volvía a pasar y le respondí que en 15 días, y que me iba a dar algo para la protección; a las dos semanas volví y ahí me estaba esperando, tenía una cerda de crin de mula negra y me la pasó, con ella libero a las personas poseídas de espíritus, uno le amarra al dedo corazón al pie y así quedan quietas.
En su casa alcanzó a tener 400 culebras cascabeles, pero debido a que el Estado prohíbe el sacrificio de culebras y chulos, debió hablar con los ministros explicándoles su trabajo, siempre bajo la consigna de que todo lo que hay en torno a la madre naturaleza lo dejó el creador para el servicio del ser humano, “lo mío no es negocio, sino para salvar personas”.Con seguridad, Herminso dice que su guía es el Mohán, que en algún momento tuvo el cabello más largo, pero que durante la violencia los paramilitares se lo arrancaron. El primer paciente que trató fue un amigo al que le surgió cáncer en un testículo, luego de que se cayera de una mula y esta lo pisara.
“El muchacho quedó desahuciado, tenía un tumor inmenso, saqué dos gotas de veneno y con agua tibia se le fue el dolor, por varias ocasiones lo traté hasta que sobrevivió y todavía está vivo”.
También cuenta que hay dos clases de cáncer que no puede curar y es la leucemia y el grumo, este último, al enfermo le aparecen unas masas duras que si llegan a la boca le saca desde los dientes hasta los ojos.
“Ya cuando la persona está demasiado avanzada, que ha pasado por cirugías y no aguanta los dolores, para evitar enfrentarse a la morfina, les calmo el dolor con mis medicamentos. Hay ocasiones en que los pacientes me cuentan que van a los médicos y ellos quedan asombrados pensando que los enfermos se han muerto”.Pero el tratamiento con la culebra cascabel no siempre es para toda la humanidad, pues muchas personas no toleran el veneno del animal, toda vez que el tratamiento es algo complicado, pues en ocasiones son necesarias cuatro especies. “Todo lo consulto con el Mohán, siempre voy confiado, porque sé que puedo hacer el proceso”.
Hasta el resguardo indígena llegan médicos para saber cómo es el procedimiento, a pesar de que la medicina tradicional pocas veces admite este tipo de intervenciones.
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