Vanessa Sánchez
LA PATRIA | Manizales
Si usted escucha con frecuencia comentarios como este sobre su hijo: “Es un terremoto, no se queda quieto nunca”, o: “Es que le cuesta mucho concentrarse” puede ser indicativo de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
No se alarme, el diagnóstico precoz, la intervención temprana y un tratamiento adecuado son vitales para un buen pronóstico. Es importante que reciba una evaluación detallada de un neuropediatra, psicólogo o psiquiatra infantil.
¿Qué es?
De acuerdo con el Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH, por su sigla en inglés), el TDAH es un desorden cerebral caracterizado por un marcado patrón de falta de atención, impulsividad o hiperactividad que interfiere con el funcionamiento o desarrollo del niño.
La neuróloga pediatra Eugenia Espinosa García explica que, si bien los pequeños son inquietos, hay conductas recurrentes en su comportamiento que marcan la diferencia y que pueden indicarle que padece este tipo de trastorno. Preste atención a las siguientes señales:
* Períodos cortos de atención referidos por sus maestros.
* Aumento excesivo de la actividad motora o hiperactividad.
* No le temen al peligro.
* Impaciencia. No respetan los turnos en las filas.
* Desorden con sus tareas y cuadernos.
* Son indisciplinados en el colegio y la casa,
* Hablan continuamente.
* No se quedan quietos en un sitio.
* No acatan órdenes.
Según la especialista, el diagnóstico se puede realizar a partir de los 6 años y se puede padecer toda la vida. Se presenta con más frecuencia en los niños que en las niñas, con una relación de tres pequeños por una niña. En las mujeres predomina más la desatención.
En cuanto a las causas, la neuropediatra indica que estas son de origen neurobiológico, relacionadas con factores genéticos, influencias ambientales, nacimiento prematuro y alteraciones en los neurotransmisores.
¿Cómo identificarlo?
Esté atento a los siguientes comportamientos. Unos niños con TDAH solo presentan un síntoma, mientras que otros reflejan desatención, hiperactividad e impulsividad. No obstante, la mayoría de los niños tienen el tipo combinado.
La especialista advierte que quienes sean diagnosticados con la enfermedad necesitan la comprensión de sus padres y profesores para salir adelante. “Actividades como clases de artes marciales, yoga u otras de tipo físico pueden ser una gran opción para descargar ese exceso de energía”, comenta.
Por otro lado, los padres también pueden buscar ayuda profesional para que les enseñen técnicas de manejo del estrés y así puedan lidiar con la frustración producida por esto. De esta forma, atenderán con calma el comportamiento del pequeño.
Sin cura
Si bien no hay cura para este trastorno, sí existe un tratamiento para modificar sus síntomas. “El manejo debe iniciarse con psicología conductual combinado con medicamentos que ayudan a reducir la hiperactividad e impulsividad, al igual que a mejorar su capacidad de enfocar, aprender y tratar su coordinación física ”, agrega.
La neuróloga pediatra sostiene que en ocasiones se deben recetar diferentes medicamentos o dosificaciones para hallar el que funcione correctamente. Esto teniendo en cuenta que unos causan efectos secundarios, como problemas de sueño o dolores de estómago. Cuando el tratamiento es de tipo farmacológico, el niño debe ser supervisado por el especialista.
Apoyo emocional
De acuerdo con la psicóloga infantil, Marcela Duque, los niños pueden presentar dificultades escolares y trastornos específicos del aprendizaje en las áreas de lectura, escritura y matemáticas, lo que puede impactar su desarrollo emocional si no se maneja adecuadamente.
“Es posible que tengan comportamientos agresivos o que sean víctimas de matoneo. Por eso es importante que los padres soliciten apoyo del centro educativo”.
Insiste en trabajar en la autoestima y liderazgo, con colaboración del niño y la psicóloga del colegio.
Los ojos en el test
Consulte al especialista si seis o más de los siguientes síntomas se mantienen durante al menos seis meses en el pequeño y si afectan directamente sus actividades sociales y académicas.
1. Falla en prestar atención a los detalles o por descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante otras actividades.
2. Dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas, por ejemplo tiene dificultad para mantener la atención en clases, conversaciones o lectura prolongada).
3. Parece no escuchar cuando se le habla directamente (parece tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de cualquier distracción aparente).
4. No sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares, los quehaceres o los deberes laborales.
5. Presenta dificultad para organizar tareas y actividades.
6. Evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido, por ejemplo tareas escolares o quehaceres domésticos.
7. Pierde cosas necesarias para tareas o actividades (materiales escolares, lápices, libros, instrumentos).
8. Se distrae con facilidad por estímulos externos.
9. Olvida las actividades cotidianas, por ejemplo, hacer las tareas.
Hiperactividad
1. Con frecuencia juguetea o golpea con las manos o los pies o se retuerce en el asiento.
2. Se levanta en situaciones en que se espera que permanezca sentado.
3. Corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado.
4. Es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en actividades recreativas.
5. Está “ocupado”, actuando como si “lo impulsara un motor”.
6. Habla excesivamente
* Fuente: Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
De éxito
Foto | EFE | LA PATRIA
El caso del nadador y medallista olímpico Michael Phelps, desde preescolar mostró ser un niño hiperactivo. Sus maestros se quejaron de que no podía permanecer tranquilo en tiempo de silencio, no se sentaba cuando tocaba, no mantenía las manos quietas. En resumen no paraba de hacerse el bromista, reírse y codearse con los niños para llamar su atención.
Su madre, Debbie, cuenta en un artículo de la Fundación CADAH: "Era un pequeño muy energético, siempre correteando por todos lados y preguntando: ¿Por qué hacemos esto? ¿Cuándo haremos lo otro? ¿Qué hacemos ahora?". Debido a su arrolladora energía, su madre intentó en el deporte la forma de que él descargara su ansiedad.
Con apenas 11 años, conoció en las piscinas de Maryland a un visionario, Bob Bownan, que creyó ver en él un gran potencial. Debbie y Fred, los padres del futuro fenómeno, estuvieron encantados de confiarle al revoltoso Michael, convencidos de que los duros entrenamientos de la disciplina lo calmarían.
En su autobiografía, Phelps se define a si mismo como una "rata de piscina", porque siempre estaba corriendo de un lado a otro, y creando revuelo con sus compañeros. A sus 23 años demuestra serenidad y autocontrol. Casos de éxito que demuestran que se puede vivir con el trastorno, modularlo y controlarlo.
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