Con tan sólo 20 años, Gustavo Adolfo Cano ya es técnico en construcciones livianas y en julio pasado ingresó al Sena a estudiar carpintería. Este joven quindiano tiene la ‘berraquera’ de los colombianos, pero también es prueba de que el éxito es resultado del compromiso consigo mismo por salir adelante.
Desde pequeño, Gustavo aprovechó cada oportunidad que llegó a su vida, una de las cuales fue ingresar al programa Familias en Acción, del Departamento para la Prosperidad Social (DPS), que busca contribuir a la reducción de la pobreza y complementar el ingreso de los hogares, todo ello mediante la entrega de incentivos económicos a cambio de garantizar la asistencia de los niños a la escuela y a los controles médicos y nutricionales.
Así, el joven y su familia recibían cada mes un dinero que utilizaban para “comprar cosas del colegio o para alimentación”, asegura Gustavo, quien terminó el bachillerato gracias al programa que tiene presencia en los 1.102 municipios del país y llega a 2,6 millones de familias inscritas en el SISBEN, desplazadas e indígenas.
Al finalizar el colegio, el DPS le ofreció una nueva oportunidad para su crecimiento personal y fue el programa Jóvenes en Acción, donde gracias a convenios con el Sena y Universidades en varias zonas del país, los beneficiados pueden estudiar carreras técnicas, tecnológicas y profesionales, siempre y cuando demuestren un buen rendimiento académico. La idea es fortalecer las capacidades de los jóvenes que no cuentan con los recursos suficientes para acceder a la educación superior.
De esa manera fue como Gustavo ingresó al Sena y logró sostenerse mientras estudiaba, pues “al principio con los transportes me quedaba súper duro, pero con el incentivo, que era de 400 mil pesos cada dos meses, podía transportarme en los buses.”.
Uno de los planes futuros de Gustavo es convertirse en arquitecto, pero por ahora se prepara para el World Skills, la competencia más grande del mundo de habilidades técnicas y tecnológicas, que se desarrollará el próximo año en Brasil.
El Departamento para la Prosperidad Social no solo beneficia a los jóvenes, también apoya a los emprendedores gracias a su programa Generación de Ingresos. Julio Ospina, habitante del municipio de Rionegro (Antioquia), es uno de los beneficiarios.
Este programa promueve el ahorro individual y colectivo, así como la mejora de pequeñas asociaciones y cooperativas, para que cada uno de los colombianos sea autosostenible.
Con el DPS, él y varios productores de la Asociación de Horticultores de Rionegro (ASPHOR) aprendieron a manejar y aprovechar los recursos, se capacitaron en buenas prácticas agrícolas y comprendieron la manera de mejorar las unidades productivas.
Julio también accedió a una capitalización que tenía como propósito modernizar los cultivos orgánicos de su empresa, productora de frutas y verduras como la zanahoria y el aguacate. Por su arduo trabajo y constante emprendimiento fue posible una segunda capitalización que le permitió adquirir un vehículo para hacer domicilios, con lo cual incrementó sus ingresos.
“Antes vendíamos un aproximado de 30 millones de pesos mensuales, ahora estamos casi en 70 millones. Gracias al vehículo podemos llegar a la ciudad de Medellín y a municipios cercanos”, comenta.
El crecimiento de su negocio dio pie para la generación de nuevos empleos, privilegiando las personas en situación de desplazamiento. De acuerdo con Julio, “hemos crecido como empresa, hemos generado 5 empleos directos y 30 indirectos, y también mejoramos la calidad de vida de los productores, porque se les compra a precios justos”.
El testimonio de Julio demuestra que si bien existen ayudas para mejorar, lo que permite el progreso es la motivación, la perseverancia y el trabajo arduo.
De esa forma lo entiende Gilma de Jesús Castaño Galeano, desplazada por la violencia que en el año 2000 salió de la vereda Monteloro, Antioquia, hacia el municipio de San Luis, en el mismo departamento. Ella decidió volver, a pesar del temor que le producía porque “todos los días se veían caer muertos”. Y lo hizo, pero no encontró nada: las casas estaban saqueadas, no había ropa, ni luz, ni comida.
Sin embargo, eso no fue impedimento para que saliera adelante, pues empezó a vender empanadas, arepas y tamales en municipios cercanos. La situación mejoró cuando resultó beneficiaria del programa de Familias en su Tierra, del cual asegura que “fue la sorpresa más grande de mi vida”.
Ahorrando los incentivos que recibió del DPS, Gilma puso en funcionamiento una huerta y compró “un coche para transportar los abonos, una fumigadora, machetes, gallinaza y semillas. Después sembramos cebollas, coles y frijoles en cantidades pequeñitas para nuestro consumo”, describe Gilma.
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