ARGEMIRO PIÑEROS
COLPRENSA | LA PATRIA
Lugar: Rionegro (Antioquia) y Bogotá
El diálogo entre piloto y copiloto, en la cabina del avión Beechcraft 1900D Airliner, próximo a despegar en el Aeropuerto Internacional José María Córdoba, en Rionegro, pasadas las 10:00 de la noche, fue interrumpido por un hombre alto, corpulento y de voz ronca.
- Buenas noches, ¿qué condiciones tenemos para el vuelo?, les preguntó Germán Vargas quien iba hacia Bogotá en medio de un clima que para nada había sido bueno ese jueves por los aguaceros en el Valle de Aburrá.
Vargas se sentó y dijo a su equipo: “Muchachos, muchas gracias, lo logramos. ¡Qué cansancio tan bravo!”. La frase resume la agitada jornada de viajes que un día antes había arrancado en Tunja (Boyacá), en el auditorio de la Cámara de Comercio, donde pronunció el primero de ocho discursos, en los que a punta de memoria explicó las obras que se propone realizar y las ató a las bases del programa de gobierno. Vítores y aplausos se escucharon al terminar cada uno.
Salió raudo a otra reunión con la dirigencia regional, en la que aprovechó para almorzar, no mucho y no porque esté a dieta, sino por falta de tiempo. La comitiva arrancó a Sogamoso, pero antes él aprovechó para bajar de la camioneta y saludar a taxistas que lo apoyan. Tomó vuelo a Medellín, a donde llegó antes de las 6:00 para un debate electoral.
En la confrontación de ideas con sus adversarios, Vargas marcó su estilo tradicional. Trató de imponer sus puntos de vista, sin importar que tuviera que criticar a los organizadores. La noche parecía llegar al final, pero faltaba el balance, volver a revisar sus llamadas y mirar la apretada agenda del otro día, cuando estuvo con políticos de diferentes tendencias que lo apoyan en Bello, Envigado, Itagüí y Medellín. “Antioquia sabe que le ha ido bien conmigo, ayúdenme a ganar la Presidencia”, dijo Vargas en algunos sitios donde el frío hizo de las suyas.
La inquietante pregunta con la que Vargas llegó al avión pasadas las 10:00 de la noche tuvo una respuesta positiva. “Doctor, esperamos tener un vuelo tranquilo, serán 25 minutos”. Y así fue. Pasadas las 10:30 de la noche, en el aeropuerto El Dorado en Bogotá, Vargas le dijo a su equipo: “Nos vemos mañana”.
Lugar: Bogotá
La oficina 503 del edificio Multileasing, Autopista Norte con calle 100, en Bogotá, está cerrada, allí despacha el candidato Gustavo Petro, el único que carga las llaves del despacho. ¿Inseguridad?, ¿desconfianza?, ¿paranoia?, son preguntas que quedan en el aire. Allí arranco el día, uno de los más emotivos por volver a la Plaza de Bolívar, como hizo en diciembre del 2013, cuando seguidores de sus ideas se concentraron a defender su continuidad porque el procurador de la época, Alejandro Ordóñez, había ordenado destituirlo.
El Petro de hoy no es diferente, sigue siendo prevenido, se nota no solo por las llaves, también en su discurso. En Medellín, pocas horas antes de estar en Bogotá, agitó los ánimos de sus seguidores al decir que algo raro se estaba gestando para que los resultados no le favorezcan.
Cumplió una primera reunión y adelantó otras más. Hilda, su asesora de confianza, le advirtió de llamadas pendientes, de los mensajes que llegaron de municipios. Mientras estuvo allí, se empezó a preparar todo para una manifestación. Dos animadores, un hombre y una mujer, fueron dando la bienvenida a los seguidores que llegaron para el cierre de campaña. La plaza se fue llenando. Hacia las 7:00 de la noche y con un sonoro aplauso recibieron a su líder.
Petro tomó el micrófono, y arrancaron los gritos de sus seguidores, quienes por espacio de dos horas le escucharon su mensaje lleno de crítica a sus contendores, al gobierno y a jefes políticos.
La voz se le fue a Petro, echó mano al agua y masticó jengibre, remedio natural que más le ha servido, como confesó horas antes, para recuperar el tono. La manifestación cerró cerca de las 9:00 de la noche, pero el no acabó, tuvo que reunirse con dos hombres que le hablan al oído: el concejal de Bogotá y periodista Holman Morris y el senador electo y libretista de televisión Gustavo Bolívar. “En esta época no hay tiempo para descansar”, aseguró el candidato.
Lugar: Bogotá
Un muro lleno de pequeños papeles, dibujos y mensajes acompañan a Humberto de la Calle en la sede central de su campaña, en Teusaquillo, Bogotá, le expresan júbilo y agradecimiento, como recibe en las decenas de recorridos por el país, en especial de jóvenes, que son quienes más lo motivan en sus jornadas.
La jornada, contó María Camila Díaz, su jefe de prensa, comenzó muy temprano, más de lo común, a las 4:00 de la mañana. Como buen paisa, De la Calle no dejó su café y una arepa como el alimento para arrancar con fuerza el día, que terminó cerca de la medianoche.
De la Calle ha hecho por lo menos el 80 por ciento de sus desplazamientos a las ciudades en línea comercial aérea. Su equipo es muy reducido y en él, como desde hace mucho tiempo, está Isabelita, su secretaria privada.
El pasado domingo, día del cierre de campaña en Bogotá, fue de esos momentos que le encanta tener al candidato por ser el fin de la justa pública. Ese día, a diferencia del resto de la campaña, la carrera no fue mucha. De todas maneras, su esposa, Rosalba, sus dos hijos y seis nietos fueron el motor en el simbólico Parque de los Periodistas, en medio de un fuerte aguacero.
Allí estaban liberales de pura sepa, no eran César Gaviria, jefe del Partido, ni el exministro del Interior, Juan Fernando Cristo, que estuvieron en el acto, sino personas como Álvaro Barbosa, de unos 70 años, que siempre ha llevado el liberalismo en sus genes.
Pero más que liberales, ese domingo lluvioso concurrieron al parque "delacallistas", cientos de hombres y de mujeres que siguieron muy atentos su discurso, el cual, como en pocas ocasiones, llevó impreso. Fueron unas siete hojas en las que hizo especial énfasis en la paz, su principal compromiso.
No fueron miles los asistentes, unos cientos, pero los ánimos de los que estuvieron con De la Calle lo llevaron a guardar silencio en algunos momentos porque eran mas fuertes los aplausos y los vivas que su voz.
Lugares: Neiva y Tolima
Cruce de sentimientos tuvo Iván Duque al llegar al legendario Parque Centenario en Ibagué (Tolima). Esa noche, muy lluviosa, iba a dar un discurso en la tierra de sus ancestros, al lado de su madre, Juliana Márquez, y casi dos años después de la muerte de su padre, Iván Duque Escobar, a quien le debe que a sus 42 esté disputando la Presidencia.
Esa noche terminaba un viernes muy trajinado, que arrancó temprano reunido con líderes y empresarios en Garzón (Huila), y que pasadas las 11:00 lo llevó al Parque Santander. Un día antes había estado en San Vicente del Caguán (Caquetá).
Los asistentes, a pesar de la lluvia, gritaban: “Ese es el que necesitamos, presidente, presidente”. Varios sorbos de agua debió tomar el candidato para seguir su mensaje. Ese medio día había terminado su segunda intervención pública para salir al Parque Santander donde saludó sin importar la extrema seguridad que lo rodeaba, se tomó fotos con quienes se lo solicitaron, hubo estrechón de manos y abrazo rompecostillas.
Al llegar al Aeropuerto Benito Salas, Duque aprovechó, los que parecieron 15 minutos libres, para conversar con dirigentes locales. El almuerzo quedó para el avión que lo llevaría a Chaparral, y que un asesor cargó en dos bolsas con cajas de icopor.
Chaparral escuchó su discurso en el Parque de los Presidentes, unos mil chaparralunos lo oyeron hablar de temas como el fortalecimiento al agro. La escena se volvió a repetir una hora y media después, pero en el turístico municipio de Melgar; siguió a Ibagué, donde lo esperaban unas tres mil personas en el Parque Centenario, en medio de un inclemente aguacero.
La voz ronca de Duque, que se tomó plazas en Huila, ahora retumbaba en Ibagué. Y como si fuera una película que se repite, la situación volvió a ser la misma: el candidato pronunció su discurso, siguieron los aplausos y muchos vivas, y una salida, que a diferencia de las anteriores, estuvo marcada por la lluvia que no paró.
Lugar: Bogotá
Tranquilo, caminaba Sergio Fajardo en medio de una multitud. A ratos sonreía y levantaba una mano para saludar. Ni siquiera la leve lluvia lo sacó de su tranquilidad. Lo rodearon jóvenes gritando y exaltándolo. Portaban camisetas, gorras, manillas y banderas con el nombre del candidato. "Él será el presidente", manifestaron los que decidieron despertarse ese domingo en la mañana para acompañarlo en su Marcha por la esperanza.
"Lo apoyo con todo mi corazón. Vine desde las 10:00 de la mañana y creo que va a ganar. Ya es hora de que Colombia tenga un ejemplo de presidente, un presidente que nos una", dijo la joven Ana María.
A ratos, Fajardo intercambió palabras con su mentor y amigo Antanas Mockus, por momentos se sujetaron las manos y las levantaron a la multitud que celebró la participación en política de ambos profesores.
Algunos ven la tranquilidad de Fajardo como sinónimo de tibieza, pero los que lo siguen consideran su actitud como una muestra de seguridad en cada paso que da, como si supiera que todo saldrá bien, que puede enfrentar lo que viene.
Sonidos de vuvuzelas y de pitos, y humos de colores se vieron durante el recorrido, pero Fajardo continuó con su paso tranquilo. Quizá el momento más emotivo de la marcha fue cuando el candidato pronunció unas palabras. "Hemos recorrido todos estos años, todos estos esfuerzos para llegar a abrir la puerta de las oportunidades en Colombia. Vamos a construir, no vamos a destruir, por eso somos la fuerza de la esperanza", expresó Fajardo en el Parque Maloka, en Bogotá.
Con ese mismo tono, y al finalizar un poco emocionado, Fajardo les dijo a sus seguidores: "¡Vamos subiendo, y vamos subiendo muy bien! ¡En este último kilómetro, ganamos la etapa!
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