Sebastián Galvis Arcila
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Cómo abruman estas cadenas y mensajes virales que difunden la creencia que niega la veracidad de la historia oficial asumiéndola como mentirosa. Mucha gente cree en el diseño artificial del coronavirus, que se está exagerando la peligrosidad de la pandemia, que todo esto es una pantomima de las potencias mundiales, que el covid-19 no existe, e incluso hay muchos que creen todas estas cosas a la vez, aunque juntas se vuelvan contradictorias.
En contra de este pensamiento de “versiones de terror” está el pensamiento crítico que evalúa y analiza la información disponible para esclarecer y justificar su veracidad en la postura de derogar todo tipo de sesgos. No hay un ánimo de desacreditar en especial alguna versión conspirativa de esas promulgadas por personas que se rasgan sus vestiduras con arrogancia e impulsividad en contra de la injusticia y que se afanan por desnudar la ingenuidad de la gente intentando ocultar la de ellos mismos, como en el video desacreditado “Plandemic” y en muchísimo material disponible por todos lados.
Como se expuso antes, la contradicción es uno de los rasgos de las teorías de conspiración comerciales, pues creer que el covid-19 fue creado en un laboratorio chino y decir al mismo tiempo que es una gripa normal, son datos inconsistentes. Se entiende que se trata de personas que sospechan de todo, incluso de los resultados científicos cuando no apoyan sus ideas y esto desemboca en señalar que los seguidores de la ciencia objetiva son peones de la manipulación mundial.
Son personas que ven intenciones oscuras en todos lados, son los desconfiados del paseo y magnifican la posibilidad de hacer el mal en especial desde las estructuras de poder, configurando tramas de genocidios y masacres viles o multitudinarias. En esa convicción que cree: todo va mal, que yo llamaría paranoia social; a menudo, las personas que piensan en conspiración deben ajustar ciertas ideas de su mensaje cuando algún argumento se vuelve insostenible, no obstante, la obstinación es tan absurda que su conclusión sigue inmutable: “todo tiene que estar mal”.
Nótese que es paranoico eso de asumirse siempre como víctima del sistema o del contrato social; según ellos nos engañan todo el tiempo, somos cómplices ingenuos, menos ellos, menos los paladines de la “verdad”, los héroes que enfrentan la maldad de los conspiradores. Lo peor de todo es que hay un enquistamiento en su opinión que les hace inmunes ante la evidencia, y normalmente usan a su favor los vacíos científicos para decir que los malos saben hacer muy bien sus proyectos. Este pensamiento que ve patrones en todos lados y relaciona cualquier información con otra, aunque dicho vinculo no pueda establecerse, es una forma pesimista de ver el mundo y un intento de arruinar el planeta que ya está desdeñado desde su mirada.
Por eso la antítesis de esta forma de ser es el pensamiento crítico, para hacernos responsables de las decisiones y liberarnos de alienación ideológica y política que recorre el mundo; para buscar remedios sensatos ante las situaciones más difíciles y para no ceder vilmente ante el miedo producido por la amenaza. Un pensamiento crítico que nos lleve a lidiar con la soledad y el nerviosismo, con la indiferencia y el mal genio, con los trastornos de personalidad y el psicoticismo. Un pensamiento crítico que nos lleve a ser intelectualmente humildes y no presuntuosos; altruistas y no egocéntricos, prudentes y no impulsivos, compasivos y no despiadados, amantes de la vida y no deprimidos, sensatos y no ansiosos. Los devotos de la conspiración siempre estarán, la red les está dando una oportunidad como la espuma que se expande en débil apariencia.
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