Sebastián Galvis Arcila
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Apreciados lectores, donde quiera que se encuentren, acepto mi emoción al ser publicado no por primera vez, pero sí por segunda en el ámbito literario. Hay en este texto que titulé desde el principio “Crónicas de Cuarentena” un sortilegio narrativo que embelesa los fríos atardeceres de esta parte del mundo. Sin ser único, es de los pocos libros que dicen algo de aquello que todos hablan en la calle y padecen por cualquier lugar. Paradójicamente, la enfermedad da para multiplicar noticias, pero no para divulgar arte; es por eso mi gratitud con la Secretaría Caldense de Cultura (lugar donde pueden conseguir el libro), y para el Dr. Lindon Chavarriaga por hacer espacio para editar este trabajo escritural forjado en medio de lo que se experimenta en una pandemia.
Leer lo que escriben autores globales es algo rutinario y fácil de hacer si se tiene en cuenta la facilidad para acceder a la información; lo difícil es leer al novel, al escritor junior, conocer el hambre del artista a través de su obra, pues escribe con la pretensión de ser leído por alguien para dejar de ser un “nadie”. ¿Cuándo fue la última vez que leyeron un autor desconocido? Las óperas primas son de poco conocimiento para lectores, sabemos todos que es así.
“Era cuestión de tiempo para que la abundancia de arrogancia y el descuido con el que deambula el ser humano por las instalaciones de la existencia, fueran puestas en evidencia” … estas son las primeras líneas del libro, y en ellas se alcanza a advertir una denuncia que acentúa la inconformidad der ser humano en cuarentena. Lo que sucedió el 2020 marca un hito para nuestra civilización; hace falta revisar historia para darse cuenta de la importancia de las pandemias en pueblos y naciones.
Cuando al colombiano se le obliga a permanecer encerrado vende cara la derrota de su espíritu de fiesta, y entre el yugo del deber o la ética de la corresponsabilidad, se rebela contra estructuras de poder y habla con furor acerca de sus vejámenes. Entre tanto, los días que se alargaron y se volvieron meses infinitos nos hicieron preguntar: ¿Cómo es que puede soportar el encierro la gente de otros países? ¿Quiénes son los beneficiados con esta situación? ¿Cómo puede el artista crear en este tiempo al punto de escribir: “Lo que aprende la gente en pandemia es como poesía que cura y salva el alma herida cuando todo lo que queda es aferrarse a una inspiración que no da tiempo de escribir sin merecerlo” y son las últimas líneas del libro?
Considero, sin haberse ido la pandemia, que nuestra resistencia debe ir más allá de los años; se trata de recordar a los que murieron por el maldito virus y de celebrar a los que sobrevivieron resistiendo la enfermedad o previniéndola, los que son capaces de seguir con la vida tal y como se presenta en medio del luto, la risa, el desparpajo o el cuidado. Mi libro en este sentido, habla de lo que nos faltó para dejar de abrazarnos y lo que sobró para romper las reglas; habla del amor en tiempos de tapabocas y en la ironía de un año que le dio por ser único y exclusivo en retrospectiva. Leer crónicas de cuarentena es mirar la fotografía de un silencio de lutos, de unos claros humanos sumidos en el filo más digno de las proezas que no han de repetirse sino hasta pasados varios calendarios. Leerlo, es diseñar un mundo nuevo sobre la imagen del viejo que se quedó en las manos del que narrarlo quiso en su imaginario.
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