Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
“Ven Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo… luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo. Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos” (Secuencia de Pentecostés)
Cada palabra de esta parte de la secuencia, es bálsamo de gozo y esperanza. Así es el Espíritu Santo y quien lo tiene disfruta la vida; lo necesitamos para llegar a ser plenamente felices. El hombre se siente vacío si le falta el Espíritu por dentro. Su presencia es el agua que riega en tiempo de sequía y es la sanación del corazón enfermo. Entendemos ahora por qué Dios nos dio el regalo del bautismo: en él recibimos el Espíritu Santo, la Fe y, por ella, la Vida Eterna. Tener el Espíritu de Dios es llenarnos de sus dones y sus frutos.
Son dones del Espíritu Santo, los regalos que nos ayudan a vivir todos los días: Sabiduría, o amor y gusto por las relaciones sanas y sinceras y entendimiento de la verdad; Consejo, esto es discernimiento, para saber dónde está el mal y dónde el bien, tan necesario para nosotros que solemos ver el bien donde está el mal y el mal donde está el bien; el don de Ciencia para usar las cosas según el reino de Dios; la Fortaleza, para saber enfrentar el sufrimiento; la Piedad, para construir relaciones sanas en la cotidianidad; Temor de Dios para no dañar nuestras relaciones con los demás.
Los frutos del Espíritu, características que desarrollamos gracias a los dones dentro de nosotros, son: Caridad, donación sincera al servicio de los demás; Paz, tranquilidad en las relaciones; Longanimidad, ánimo en las adversidades; Benignidad, afabilidad con los demás; Fe, en el amor al enemigo, establecer relaciones según el reino; Continencia, sobriedad y templanza; Gozo, complacencia en las relaciones sanas y armoniosas; Paciencia, soportar sin alterarse; Bondad, apacibilidad de genio; Mansedumbre, suave actitud, sin enojo; Modestia, contraria a la vanidad; Castidad, orden en la sexualidad.
Hoy el Evangelio relata que Jesús sopló sobre los discípulos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Este soplo indica el principio de una nueva creación, un renacer que tiene relación con la creación del hombre relatada por el libro del Génesis. Ahora, el hombre viejo, marcado por el pecado, que es lo que le incapacita para amar, recibe un nuevo aliento de vida: el Espíritu con sus abundantes frutos y dones.
Hombres y mujeres llenos del Santo Espíritu, transforman la sociedad, dan un giro a la historia de la humanidad. Con fuerza y convicción en este día supliquemos: “Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos… salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”.
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral
Vocacional y Movimientos Apostólicos
Hechos 2, 1-11; Sal 104; 1 Corintios 12,3b-7. 12-13; Juan 20, 19-23
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Lo necesitamos para llegar a ser plenamente felices
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