Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
La Palabra de hoy resuena con potencia en cada uno de nosotros, llenando el alma de consuelo y confianza: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí”. Es frecuente en nuestra vida cotidiana que entren el desánimo y el sin sentido a muchas de las acciones que realizamos, especialmente cuando experimentamos nuestra impotencia ante realidades desconcertantes y profundamente dolorosas. Por ejemplo: en un lapso de 15 días en nuestra ciudad se han suicidado tres jóvenes adolescentes, estudiantes de bachillerato. Obviamente son situaciones que generan preguntas inevitables como la de: ¿por qué lo han hecho?
A los padres de familia deseo llamarles la atención sobre sus hijos. ¿Saben ustedes qué están haciendo sus hijos en este momento? ¿Conocen ustedes con quiénes se están relacionando? ¿Qué influjo han tenido las condiciones externas en las que se mueven? ¿Cuáles son las preocupaciones que más anidan en su interior? Estos interrogantes obedecen a la experiencia adquirida en trabajos con familias y especialmente con jóvenes en encuentros recientes. La dependencia del alcohol en algunos padres de familia hacen que los jóvenes, o entren en un rechazo de sus padres o lleguen a convertirse en consumidores. Las relaciones tensas producidas por el maltrato verbal, psicológico o de hecho, generan actitudes de violencia manifestadas por los jóvenes en sus planteles educativos y en sus círculos juveniles frecuentados.
En realidad poco se está preparando para el sufrimiento, con la falsa justificación de “no dejar sufrir a los hijos como quizá sufrieron sus padres”. Sin la fe, es imposible enfrentar con sentido la enfermedad, la vejez y la muerte física. Crece el miedo a enfrentar el futuro y esto conlleva a un afán de acumular cosas y dinero en el tiempo presente, es decir, aumenta la preocupación por adquirir seguridades.
La Palabra hoy nos quiere hacer ver que nuestra vida podría ser construida con solidez si existe en ella la piedra angular. Así lo afirma el mismo Jesús: “El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago”. Ni tú ni yo nacimos creyendo, es necesario entrar en procesos de evangelización que nos maduren la fe y la Iglesia tiene esta misión.
Sí hay esperanza de cambio y de crecimiento. Vemos con mucha ilusión lo que el Espíritu Santo está moviendo en nuestra historia para que se nos descubran los ojos y lleguemos a ver. Los invito a acoger con alegría esta Palabra de Jesús: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí”.
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral
Vocacional y Movimientos Apostólicos
Hechos 6,1-7; Salmo 32; 1 Pe 2,4-9; Juan 14, 1-12
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