Pbro. Rubén Darío García


El pueblo de Israel esperaba una señal que anunciara la llegada del Mesías y los profetas interpretaban las situaciones cotidianas a la luz de la fe: “leen los signos de los tiempos”. Los signos o señales nos muestran la realidad que se esconde y porta un mensaje.
La Palabra de Dios presenta un signo: “La virgen está encinta”. Este gran signo contiene una contradicción: ¿si es virgen podrá concebir y dar a luz un hijo? También muchas mujeres que son estériles, logran tener un hijo, como lo narra la Sagrada Escritura: “Sara la mujer de Abraham, siendo estéril y de avanzada edad”, recibe la gracia de ser madre, nace su hijo Isaac; también Isabel, la esposa de Zacarías el sumo sacerdote, siendo estéril concibe y da a luz un hijo llamado Juan, él será el Bautista.
Signos como estos revelan que aquello que es imposible para el hombre es posible para Dios. Pensando en nuestros enemigos, la tendencia es odiarles y desquitarse por el mal que han hecho; lo impensable es amar a un enemigo y hacerle el bien a quien nos ha hecho el mal. Es difícil que una madre perdone al asesino de su hijo, pero cuando Dios entra en su historia, a través de su Hijo Jesucristo, esta madre puede llegar a perdonarle y hasta hacerle el bien en un momento de sufrimiento. Ante una grave enfermedad, se pregunta “¿por qué a mí?”, y hasta nos enojamos
con Dios porque asumimos que si rezamos, hacemos el bien y siempre buscamos agradar a Dios, ÉL no debería permitir la enfermedad. Se nos dificulta acoger el sufrimiento como una oportunidad de ofrendarnos a nosotros mismos y encontrar así el verdadero sentido de nuestras experiencias en la vida.
Jesús entra en nuestra historia para dar sentido y significado a todo cuanto acontece. Él es “Emmanuel” Dios con nosotros; es el Verbo que se hizo carne y puso su morada entre nosotros y, siendo de condición divina, sin alardes, se anonadó y se hizo como el más esclavo. Se ofrendó a DIOS Padre por nosotros. En la tarde del Jueves, cuando lavó los pies a sus discípulos, dijo Jesús: “¿ven lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman maestro y lo soy, pues si yo el maestro he lavado sus pies, es lo que ustedes deben hacer los unos a los otros”.
El acto se convierte en signo: La señal de los cristianos es amarnos como hermanos.
Cuando Jesús entra en nuestra historia hace posible que podamos lavar los pies al enemigo (servirle, darle la mano) : a tu esposa o esposo cuando “te sacó la piedra”; a tu hijo cuando te desobedeció; a aquel que te traicionó; a quien te calumnió… La señal que el mundo necesita ver y entender hoy es el amor: “Tanto nos ha amado el Padre que, cuando estábamos a punto de morir eternamente a causa del pecado, nos envió a su Hijo unigénito para que destruyera la muerte y nos abriera las puertas de la vida eterna.
El Hijo vino a salvarnos y su Madre, la Virgen María, ofrendó su vida y su ser para que la obra se cumpliese: “Una virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emanuel, es decir, Dios entre nosotros. Y otra gran señal apareció en el cielo, una mujer vestida del Sol” (Ap 12). Gran signo de Amor por el que Jesús la hace Madre de Dios y Madre Nuestra.
Dios nos da la señal de que el Mesías está con nosotros: El Reino de Dios está cerca, en la noche del 24 de diciembre celebramos su nacimiento: “El Sol que nace de lo alto, brilla en quienes viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
Isaías 7,10-14; Salmo 23; Rom 1,1-7; Mateo 1, 18-24
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