Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
La Palabra de Dios en este domingo es como un faro que ilumina toda nuestra existencia. Nos llama a la conversión para que nuestra vida sea transparente, sincera, sin doblez. Vivir en la verdad nos da tranquilidad, paz y alegría. Un corazón doble no pertenece al Señor: “Ustedes me honran con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”.
Estas palabras son fuertes pero nos mueven a dar un cambio radical en nuestra historia. No tengamos miedo a revisarnos, pues si nos ponemos delante de Jesucristo quien es la Verdad, nos damos cuenta que su mirada llena de amor nos mueve seriamente a querer que nuestras actitudes sean claras, como el agua cristalina.
Cuántas veces hablamos de Dios, rezamos y prendemos las velitas en el templo, pero aparece una situación difícil de una persona, la cual nos pide que le tendamos una mano pero nos da fatiga responder. Nuestras seguridades impiden desplegar con generosidad la ayuda al otro, colocamos condiciones y justificaciones. Realmente nos cuesta amar. De labios para fuera lo decimos, pero cuando se trata de dar la vida concretamente por el otro, encontramos muchas razones para no hacerlo. Buscamos quedar bien con los demás, nos importa mucho la imagen.
La primera lectura nos hace caer en la cuenta que nuestro Dios es tan cercano, tan amoroso, que vale la pena tenerlo como primero en todo. En Él tenemos nuestro refugio. No deberíamos nunca dudar de su amor. Sin embargo, nos descubrimos llenos de ídolos y de otros dioses. “Cambiamos la fuente de la vida por cisternas agrietadas que no retienen el agua”; preferimos mirarnos a nosotros mismos y dejar de lado la mirada que estaba fija en los ojos del Señor. Entonces nos hundimos en nuestra propia muerte.
Somos bautizados, pero entramos en el paganismo y, como muchos, también nos dejamos llevar por “pensamientos perversos, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”. Basta observar a nuestro alrededor para detectar muchas actitudes de corrupción. Mentimos fácilmente para quedar bien, cuánto nos importa el “yo”, el reconocimiento. Del corazón es de donde salen todas estas abominaciones. No vienen de fuera, no se quitan lavándonos las manos muchas veces al día: “No es lo que entra lo que hace impuro al hombre, es lo que sale de dentro de él”.
Esta Palabra exige de nosotros verdadera conversión, no de palabra sino de obra y de verdad. No se trata de un moralismo, se trata de la fe puesta a prueba para crecer. Es Jesucristo dentro de nosotros quien vence la soberbia y destruye el pecado. Nunca es obra de nosotros, con nuestras propias fuerzas. Llenémonos de gracia en el Señor, revistámonos con la armadura de la verdad y del amor. Entonces nuestras obras brillarán ante los demás y todos podrán proclamar la grandeza del Señor y darán gloria a Él.
Pidamos la gracia del Espíritu Santo para que podamos en cada instante discernir dónde está el bien y donde el mal, cuándo estamos en la verdad o en la falacia. Entonces, podremos “hospedarnos en la tienda del Señor, porque procedemos con justicia, con intenciones leales, porque no calumniamos con nuestra lengua. No hacemos mal a nuestro prójimo, ni difamamos a nuestros vecinos. El que así obra, nunca fallará”.
Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015