Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
Los textos de hoy nos hacen ver la potencia de Dios. Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios. Vemos la desproporción entre los medios humanos y las metas por alcanzar: ¿qué son veinte panes para cien personas? ¿Cómo es posible que de cinco panes y dos peces puedan comer cinco mil?
En el mismo sentido aparecen en la Sagrada Escritura varios acontecimientos de igual desproporción: David, desprovisto de armadura, pelea contra Goliat el filisteo protegido no sólo por la armadura, sino también por las armas. Vence el más débil, porque ataca en el nombre del Señor. Judit, una pequeña joven viuda, reta la fuerza militar de Holofernes y es a ella a quien se le da la victoria. Aparecen también mujeres estériles y maridos ancianos, destinados a ser padres de jefes del pueblo elegido.
Es muy importante ver cómo el joven del Evangelio, coloca los cinco panes y dos peces en las manos de Jesús y es el mismo Jesús quien los distribuye. El hecho de la multiplicación de los panes es colocado en el marco del anuncio de la Pascua, donde el evangelista Juan nos hará comprender que Jesús será el nuevo Cordero Pascual. Cuando Jesús invita a la gente a sentarse, su gesto se llena de significado al compararlo con el éxodo, cuando el pueblo tuvo que comer el cordero de pies, de prisa, con bastón en la mano. La escena de la multiplicación de los panes, nos da la idea de un banquete donde todos comen sentados y tranquilos porque “ha llegado ya la liberación definitiva en Jesucristo”. Además hay hierba abundante, un símbolo más de la misión de Jesús: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10,10).
En la vida cotidiana solemos enfrentar esta desproporción entre los medios humanos y las metas por alcanzar. Una enfermedad que nos llena de impotencia; una situación económica que nos causa desesperación; un problema en el hogar que supera nuestras fuerzas… Podríamos comparar muchas dificultades con el “gigante Goliat”; con el hecho de tener cinco mil personas para comer y ¡no hay de dónde! con la esterilidad frente a la fecundidad. Déjenme preguntarles: ¿hoy cuál es su Goliat? ¿Cuál es esta situación que supera sus capacidades y que les está robando la alegría y la esperanza?
Miremos a Jesús. En el Evangelio de San Juan los signos que hace Jesús permiten reconocerle como el verdadero salvador, el único Salvador. Él es el único que puede sacarnos de la oscuridad, de la tristeza, de lo imposible, del terremoto.Al mismo San Pablo, Jesús le dice en medio de su angustia: “Te basta mi gracia”.
Sólo debemos confiar y abandonarnos en Él y ofrecer todo lo que tenemos. El joven del Evangelio no se reserva un pan o un pez, lo da todo. Este es el secreto de la Palabra de hoy: ponemos “todo” en manos de Jesús y Él tiene el poder para sacar de la precariedad, la abundancia; de la esterilidad, la fecundidad de la vida; de la debilidad, la fortaleza; del agua a rebosar en la tinaja, el incomparable vino mejor”: “Si alguno está cansado y agobiado, si ha perdido el sentido de vivir y la alegría, si tiene hambre o sed, venga a mí —dice el Señor— que yo le aliviaré, le daré descanso, le recuperaré la alegría y el gozo de vivir. Venga a mí: coma y beba sin pagar, porque quien crea en mí… tendrá la Vida eterna”.
Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia
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