Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
Repetimos muchas veces y sin pensar: “El primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”. En realidad, observando detenidamente el texto dice: “Respondió Jesús: El primero es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor…”. Las Palabras de Jesús afirman que el primer mandamiento es: “Escucha Israel”.
Aquí, “escucha” significa abre el oído, cree. El primer paso en el itinerario del crecimiento de la fe, es saber escuchar. No es sólo “oír”, sino llegar más allá: saber escuchar. Podríamos decir que escuchar equivale a “obedecer”, “hacer”, “practicar”. Ahora la Palabra cobra un significado que rebasa nuestra voluntad: nos anuncia que para ser plenamente felices, tenemos que amar a Dios por sobre todas las cosas (apasionarnos por Dios) y al prójimo como a nosotros mismos (compadecernos por nuestros congéneres).
Escuchar esta verdad nos impone el estar dispuestos a poner en práctica lo que estamos escuchando. El amor a Dios se concreta en el amor al prójimo. San Juan nos recuerda que: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso” o también “¿Cómo decimos que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien sí vemos?”.
San Lucas, por su parte, aclara: Quién es mi prójimo. Siguiendo el relato, el buen samaritano es el propio Jesucristo. El prójimo es el enemigo que ha caído al borde del camino medio muerto. Jesús se acerca, le cura las heridas, le cuida y paga todo por él. Esto debe ser escuchado: mi prójimo es mi enemigo. Aquel que me ha hecho daño, que me ha destruido, aquel que ha hablado mal de mí, mi adversario. Amar al prójimo como a mí mismo es el procedimiento que elimina la ley del talión, del “ojo por ojo, diente por diente”. Mi enemigo, finalmente, se parece a mí y por eso nos resistimos… pero el amor sanará la enemistad.
El mismo Jesús dice: un mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Aquí está la nueva medida del amor: “Como Yo los he amado”. Miramos la Cruz y nos damos cuenta de la manera extrema como Dios nos ha amado. Amar a mi enemigo hasta el extremo, hasta que duela.
El primer mandamiento es “Escucha Israel”… Escuchar su Palabra, obedecerla. Y no se está hablando de obediencia como conformidad social, se trata aquí de la obediencia en la que yo me someto, voluntaria y confiadamente, al mandato de un ser superior: DIOS. Obedecer amando. Se trata de dar la vida por quien lo necesita aún si me desacomoda... porque obedezco a Dios. Todo servicio a un hermano exige la donación de mi tiempo y de mis fuerzas… y aunque esta sea una época de prisa y producción, la frase popular “no tengo tiempo” debe desecharse.
Necesitamos reflexionar sobre la coherencia real entre nuestra fe y nuestra vida. La oración toma cuerpo en el servicio real a nuestros hermanos; en esta entrega total toma vida la Eucaristía. El Pan partido para la vida del mundo es la vida del bautizado creyente entregada sin reservas en el servicio a los hermanos que sufren. Se nos pide así hoy una vida totalmente eucarística, es decir, una vida dispuesta a dejarnos destruir para dar la vida por los otros. ¡Qué enorme tarea para esta semana! Ánimo.
Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia
Deuteronomio 6,2-6; Salmo 18; Hebreos 7,23-28; Marcos 12,28b-34
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