Pbro. Rubén Darío García


Rubén Darío García, Pbro.
LA PATRIA | MANIZALES
Génesis 2,7-9; 3,1-7; Salmo 50; Romanos 5,12-19; Mateo 4, 1-11
Hemos comenzado la Cuaresma, un tiempo maravilloso en el cual descubrimos todas las realidades que en nuestra existencia impiden que alcancemos a vivir en la plena alegría del amor. Dice la Palabra de Dios que: “El hombre se convirtió en ser vivo”. El relato bíblico nos conduce a comprender que fuimos creados felices y el jardín es signo de la abundancia de amor manifestada por Dios al transmitirnos la vida.
Si miras el entorno en el que transcurren tus días, te das cuenta que este estado original de felicidad y de vida, no corresponde a las fracturas, destrucciones y sufrimientos en los que se ve envuelto el ser humano hoy. Te das cuenta que sufres. Lamentas que los días pasen en medio de preocupaciones, muchas de ellas vacías, rutinarias y sin sentido. Los hogares se ven golpeados por las infidelidades, los engaños y las mentiras; los niños entran en situaciones dolorosas de abandono, no solo en el plano material, sino en el afectivo; los jóvenes rodeados de una multiplicidad de propuestas se ven asediados por la búsqueda de las seguridades que, en últimas, vienen relacionadas únicamente con el tener; la caída en la droga de muchos hombres y mujeres da a entender una ausencia de sentido de vivir y una búsqueda de llenar vacíos de su historia.
Las tentaciones referidas en el texto del Evangelio, corresponden a las mismas que tu y yo debemos enfrentar cotidianamente. La búsqueda de reconocimiento, de fama, de prestigio, podrían ser consecuencia de unas necesidades creadas desde la vivencia familiar y corresponderían a la segunda tentación: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo”. Detrás de nuestras acciones podría estar el triunfalismo, el hecho de querer ser aplaudidos por realizar obras extraordinarias y darlas a conocer para que todos los demás expresen su aprobación y salga de ellos una alabanza.
Damos más valor a las cosas materiales que a los hijos y muchas veces amamos más las mascoticas que a las personas. El uso del celular puede transformarse en otra forma de “dios”, al cual le pedimos la vida y la seguridad; el culto al cuerpo y el afán de predecir el futuro nos conduce a darle categorías divinas a trabajos o experimentos humanos.
Estos días cuaresmales nos conducen a la Vigilia Pascual y nos preparan para redescubrir la grandeza de nuestro Bautismo. En él hemos recibido la fe y por ella la vida eterna. Pidamos al Señor que nos abra los ojos y nos deje ver y conocer el verdadero camino de la vida. Te invito a repetir diariamente: “Jesús, hijo de David ten compasión de mí que soy un pecador, ayúdame”, te preparará muy bien para vivir el misterio pascual que se acerca.
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral
Vocacional y Movimientos Apostólicos
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